Un íntimo amigo mío había estado recibiendo llamadas de diferentes agencias de personal ofreciéndole nuevos empleos en distintas compañías. Cada agencia parecía estar haciéndole sus ofertas incesantemente, y mi amigo se sintió confundido sin saber si aceptar alguna de ellas o no. Empezó a orar para entender mejor la verdad sobre la naturaleza espiritual del hombre, su inseparabilidad de su Hacedor. Oró para aprender a escuchar y seguir los mensajes de Dios. Oró para dejar que se hiciera la voluntad de Dios y para escuchar Su voluntad clara y comprensiblemente.
Mi amigo había estado orando durante unos días cuando le vino la respuesta: “¡No aceptes estas ofertas!” Al principio, dudó que éste fuera el mensaje correcto. Porque la respuesta no estaba de acuerdo con ninguna de sus ideas preconcebidas sobre cómo podía llegar a una decisión, sintió temor. Pero al continuar orando comenzó a comprender que Dios está siempre presente y que siempre podía escuchar el mensaje divino. Aprendió que no tenía que dejarse influir por la indecisión, el temor ni el estancamiento, porque Dios lo había creado inteligente, sin temor y activo. Ya no se sintió desamparado, sino capaz de expresar control, capacidad y la autoridad de Dios sobre sus pensamientos y acciones, en resumen, sobre su vida. La desdicha y la depresión fueron reemplazadas con la felicidad y el progreso espiritual. El esperaba escuchar la voz de Dios y seguir confiadamente Su guía.
Mi amigo se sintió seguro al declinar las ofertas de empleo que estaba recibiendo. Sabía que era correcto permanecer donde estaba. A las dos semanas de haber tomado esta decisión, se le ofreció un ascenso en la compañía donde trabajaba. Siguió orando en silencio y escuchando, esto lo guió a aceptar el ascenso y sintió la certeza de que efectivamente había dado el paso correcto.
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