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Demos nuestros pasos con Dios

Del número de agosto de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un íntimo amigo mío había estado recibiendo llamadas de diferentes agencias de personal ofreciéndole nuevos empleos en distintas compañías. Cada agencia parecía estar haciéndole sus ofertas incesantemente, y mi amigo se sintió confundido sin saber si aceptar alguna de ellas o no. Empezó a orar para entender mejor la verdad sobre la naturaleza espiritual del hombre, su inseparabilidad de su Hacedor. Oró para aprender a escuchar y seguir los mensajes de Dios. Oró para dejar que se hiciera la voluntad de Dios y para escuchar Su voluntad clara y comprensiblemente.

Mi amigo había estado orando durante unos días cuando le vino la respuesta: “¡No aceptes estas ofertas!” Al principio, dudó que éste fuera el mensaje correcto. Porque la respuesta no estaba de acuerdo con ninguna de sus ideas preconcebidas sobre cómo podía llegar a una decisión, sintió temor. Pero al continuar orando comenzó a comprender que Dios está siempre presente y que siempre podía escuchar el mensaje divino. Aprendió que no tenía que dejarse influir por la indecisión, el temor ni el estancamiento, porque Dios lo había creado inteligente, sin temor y activo. Ya no se sintió desamparado, sino capaz de expresar control, capacidad y la autoridad de Dios sobre sus pensamientos y acciones, en resumen, sobre su vida. La desdicha y la depresión fueron reemplazadas con la felicidad y el progreso espiritual. El esperaba escuchar la voz de Dios y seguir confiadamente Su guía.

Mi amigo se sintió seguro al declinar las ofertas de empleo que estaba recibiendo. Sabía que era correcto permanecer donde estaba. A las dos semanas de haber tomado esta decisión, se le ofreció un ascenso en la compañía donde trabajaba. Siguió orando en silencio y escuchando, esto lo guió a aceptar el ascenso y sintió la certeza de que efectivamente había dado el paso correcto.

Hay ocasiones en que todos nosotros nos vemos enfrentados a tomar decisiones críticas y difíciles. En esos momentos, tal vez sintamos que casi todo el peso de la decisión cae sobre nuestros hombros. La preocupación y la indecisión pueden ser tan insistentes que nos parece que no tenemos oportunidad para escuchar calmadamente y confiar, a la manera de un niño, en la dirección de Dios. En estos momentos parece que el temor oscureciera todo lo que hemos aprendido acerca de Dios y de la relación del hombre con El. Muchas veces deseamos que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. O tal vez recurramos a un compañero o confidente, en quien encontramos un interés sincero, quizás, pero no una respuesta.

¿Cómo podemos aprender a escuchar a Dios para tomar las decisiones correctas? En situaciones como ésta, es útil entender que la indecisión es una creencia falsa de que hay dos —o muchas— mentes. Pretende que, por un lado, está nuestra mente —una mente limitada, mortal, sujeta a la indecisión— y, por el otro, la única Mente divina que es Dios. Si fuéramos a creer la mentira de que hay dos mentes opuestas, la indecisión jamás podría resolverse y estaríamos sin esperanza, desvalidos, sin Dios. Pero en la Ciencia Cristiana aprendemos que hay sólo una Mente, un Dios, y que el hombre refleja esta Mente. Aprendemos de dónde procede la verdadera sabiduría, procede de Dios. Debido a que Dios es la fuente de toda inteligencia y acción, el hombre, que es el reflejo perfecto de Dios, sabe porque Dios sabe, entiende porque Dios entiende.

Puesto que tenemos a Dios para que nos guíe al tomar decisiones, nunca podemos tomarlas incorrectamente. Y como en realidad somos la imagen y semejanza de Dios, tenemos todo lo que necesitamos para hacer decisiones correctas. Cuando comprendemos que nuestra verdadera identidad es la del reflejo espiritual de Dios, el hombre, vemos que estamos expresando las cualidades que precisamos para tomar decisiones correctas, cualidades tales como: humildad, serenidad, obediencia y confianza.

La Ciencia Cristiana enseña la unidad del hombre con Dios, su inseparabilidad de la Mente divina. Aprendemos que jamás hay un momento en el que no podamos oír la Palabra de Dios. Jamás hay un instante en que Dios no nos esté guiando. Leemos en Isaías: “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir” y “Jehová te pastoreará siempre”. Isa. 48:17; 58:11.

Cuando oramos para que Dios dirija nuestra experiencia diaria, El nos muestra Su camino; El nos indica cómo estar a la espera de Sus pensamientos y cómo ponerlos en práctica en nuestra vida diaria. Dios es un Dios de amor. El es Amor; y el hombre, como Su hijo perfecto, obedece y sigue a este Dios único espontánea y naturalmente. Aprendemos acerca de nuestra habilidad como hombre, el hijo de Dios, a escuchar espontánea y naturalmente Su mensaje, Su dirección, Su mandato, y a seguir prontamente ese mandato. Seguir el mandato de Dios es tan importante como oírlo. De nada sirve que escuchemos Su mandato si no tenemos la intención de seguirlo. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Adhiérase al Principio divino de la Ciencia Cristiana y acátense los mandatos de Dios, morando firmemente en la sabiduría, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 495.

Cuando calmada y humildemente oramos a Dios, estamos indicando un deseo de escucharlo a El. El escuchar sinceramente a Dios, cuando esto se practica correctamente, nunca nos conducirá por un camino equivocado. Pero, muchas veces, el mensaje que oímos de Dios no se amolda a nuestros planes preconcebidos sobre cómo tendrían que resolverse las cosas. Puede que no se ajuste a nuestro sentido humano de lógica. ¿Qué podemos hacer en una situación como ésta? ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos escuchando el mensaje de Dios y no siguiendo meramente nuestra propia voluntad humana?

Si no estamos seguros de que el mensaje que estamos escuchando viene de Dios, debemos continuar escuchando “el silbo apacible y delicado”, el mensaje divino, hasta que estemos seguros. Al seguir el mensaje divino hasta donde somos capaces de percibirlo, al poner toda nuestra confianza en Dios y en Su habilidad para que nos guíe a la solución correcta, y al apoyarnos en El y únicamente escuchar a Dios, la Mente que todo lo sabe, recibiremos el mensaje clara, comprensible y vívidamente. Cuando el mensaje de Dios se recibe con claridad, lo mejor que podemos hacer es seguirlo sin reservas. Y si estamos escuchándolo insistentemente y siguiéndolo, rogando con persistencia al Dios divino y amoroso, nuestras oraciones serán contestadas. Ciencia y Salud formula esta pregunta: “¿Nos beneficiamos con la oración?” Luego nos asegura: “Sí, el deseo que se eleva, hambriento de justicia, es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros vacío”.Ibid., pág. 2.

Aunque a veces puede parecer que para alcanzar una decisión nos hayamos desviado muchas veces, hayamos tomado muchos caminos secundarios, muchas bifurcaciones, al final —cuando se llega a una conclusión— no es de importancia los muchos caminos secundarios que recorrimos ni todas las bifurcaciones a las que llegamos ni la cantidad de veces que nos hayamos desviado. Lo único importante es que estamos en nuestro lugar correcto, donde Dios nos ha guiado. Podemos estar seguros de que Dios está al timón.

En nuestra vida diaria podemos orar para estar firmes en nuestra comprensión de Dios y en Su guía. La oración es eficaz. Nos capacita para estar seguros, resueltos, tranquilos, sin temor y atentos a la voz de Dios al tomar una decisión. Las decisiones se pueden tomar directamente, con precisión infalible porque cada día nos familiarizamos más con la infalible Mente divina que nos guía y gobierna a cada instante. Para el hombre que Dios ha creado es natural saber lo que tiene que hacer. La oración nos enseña a escuchar atentamente y responder rápida y obedientemente, dando nuestros pasos con Dios, no antes que El ni después que El, sino con El. Como lo escribe la Sra. Eddy: “Los desobedientes dan sus pasos antes de que Dios dé los Suyos, o los dan demasiado tarde y no pueden seguirlo. Estad seguros de que es Dios quien dirige vuestro camino; luego, apresuraos a seguirle bajo cualquier circunstancia”.Escritos Misceláneos, pág. 117.

Podemos esperar y escuchar la dirección de Dios: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. Isa. 30:21. Y entonces podremos seguir con seguridad.

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