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La ley que no puede quebrantarse

Del número de agosto de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La celebración, el año pasado, del duocentésimo aniversario de la Constitución de los Estados Unidos de América, produjo algo más que un despliegue de fuegos artificiales. Esto ha provocado algunas polémicas mundiales respecto a la ley, y algunos discernimientos elevados y brillantes acerca del logro de una sociedad que respeta la ley.

Pero todavía se evidencia, en gran manera, y por todo el mundo, lo que irónicamente podría llamarse un año de indiferencia a la ley. Actos terroristas. Pandillas urbanas. Aumento en el tráfico de drogas. Maniobras para circunvenir la ley en elevados niveles del gobierno de los Estados Unidos.

Es natural que la autoridad de la ley predomine, no tanto porque algo se haya documentado, sino porque el pensamiento humano, por consenso mental, lo ha ratificado y defendido. “El imperio de la ley es definido por la actitud...”, Citado en The Christian Science Monitor, del 20 de mayo de 1986. dice Ronald Dworkin, un erudito legal. Cuando el concepto de la autoridad de la ley le es claro y preciso al pensamiento popular, y está arraigado en él, influye en la sociedad.

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