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La ley que no puede quebrantarse

Del número de agosto de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La celebración, el año pasado, del duocentésimo aniversario de la Constitución de los Estados Unidos de América, produjo algo más que un despliegue de fuegos artificiales. Esto ha provocado algunas polémicas mundiales respecto a la ley, y algunos discernimientos elevados y brillantes acerca del logro de una sociedad que respeta la ley.

Pero todavía se evidencia, en gran manera, y por todo el mundo, lo que irónicamente podría llamarse un año de indiferencia a la ley. Actos terroristas. Pandillas urbanas. Aumento en el tráfico de drogas. Maniobras para circunvenir la ley en elevados niveles del gobierno de los Estados Unidos.

Es natural que la autoridad de la ley predomine, no tanto porque algo se haya documentado, sino porque el pensamiento humano, por consenso mental, lo ha ratificado y defendido. “El imperio de la ley es definido por la actitud...”, Citado en The Christian Science Monitor, del 20 de mayo de 1986. dice Ronald Dworkin, un erudito legal. Cuando el concepto de la autoridad de la ley le es claro y preciso al pensamiento popular, y está arraigado en él, influye en la sociedad.

¿Podemos usted y yo hacer algo con respecto a si hemos de tener una sociedad que obedezca la ley, especialmente si no somos abogados y no estamos interesados en la política? Sí, podemos. Es el pensamiento —y la acción basada en ese pensamiento— lo que hace que continúe y aumente el respeto a la ley en el mundo.

La educación y otras medidas prácticas pueden ayudar, por ejemplo: estando bien informados acerca de la ley y el gobierno, usando el derecho de votar, participando en el gobierno, y acatando la ley nosotros mismos. Pero lo más básico que posiblemente podemos hacer, es estar más conscientes de la ley, no sólo de los estatutos legislativos, sino de la ley misma.

Por ejemplo, si la honradez raras veces pasara por nuestra mente, o si jamás pensáramos en la belleza, no sería sorprendente si esas cualidades no se evidenciaran mucho en nuestra vida. Cuando más de nosotros estemos más convencidos de la absoluta realidad y necesidad de esto que llamamos ley, tendremos una manifestación mayor de la ley en la vida humana.

Ayuda en gran manera saber que la ley realmente existe antes de que se ponga en vigor. Alguien podría decir: Sí, la ley tiene su origen en la cultura o en la consciencia. No obstante, un Científico Cristiano iría más allá y diría que la ley tiene su fuente en el Ser divino. La legalidad y el orden son la naturaleza del reino de Dios, de la realidad como Dios la crea. De hecho, podemos concebir la ley porque existe, y existe porque Dios la está expresando. El Salmista describe la percepción de todo lo que se acerca a Dios y siente Su presencia: “Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro”. Salmo 89:14. No es la falta de equidad ni el desorden, sino la sabiduría y la justicia lo que caracteriza al Ser Supremo y a Su creación.

Siempre hay bastantes argumentos para la injusticia sin esperanza. Pero si estamos buscando algo más, podemos encontrarlo en la Biblia. En ella hay muchos ejemplos de gente que fue inspirada a aferrarse a la promesa de la justicia de Dios, incluso cuando todo a su derredor parecía declarar el triunfo de la injusticia.

Una persona que conozco, tuvo una experiencia de esta clase. Hace poco me contó acerca de litigio que perdió después de seis años y la presentación conclusiva a la Corte Suprema de su estado. Había sido una larga batalla. La habían defraudado de una compensación que, por naturaleza y derecho, le correspondía. Pero se dio cuenta, en los momentos finales del caso, de que éste había sido impropiamente presentado y se había basado principalmente en la ambición de su abogado. La resolución fue en contra de ella.

Era una historia conmovedora, y pude imaginarme cómo mucha gente pudo haber sido abrumada por esta impresionante evidencia de fracaso. Pero ella no iba a dejar de orar. Como Científica Cristiana, comprendió que debido a que Dios es Principio, el cual siempre está presente y es eficaz, simplemente no podía haber un quebrantamiento de la justicia. Esta percepción espiritual era más fuerte y mucho más real para ella que cualquier otra evidencia. Se sintió poderosamente dirigida a volver sola, sin ningún abogado, para hablar con funcionarios de la compañía con quienes había litigado durante seis años. La compañía rápidamente vio la integridad de su presentación, y se llegó a una conciliación justa a pesar del anterior fallo negativo de los tribunales.

La Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) explica que el Principio divino siempre está en operación en todo el universo. Jamás ha sido descartado o subvertido, jamás ha sido invalidado mediante engaños. Es inexorable. La operación del Principio es simplemente la forma en que el universo de Dios “funciona”. Si parece de otra manera, la apariencia es ignorancia e ilusión. En su libro No y Sí, Mary Baker Eddy escribe: “La ley de Dios se resume en tres palabras: ‘Yo soy Todo’; y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de otra ley”.No y Sí, pág. 30. ¿Acaso no es nuestra gran necesidad estar más conscientes de esta omnipotente ley divina de justicia y bondad?

El estar conscientes de la existencia de la ley de Dios —la ley que es constante, inteligentemente buena y que gobierna todo— es ayudarnos a nosotros mismos y también ayudar a la sociedad a establecer la obediencia a la ley.

Esto es en su nivel más básico, un proceso espiritual. Lo que no está consciente de la ley de Dios es la ilícita mente carnal. Este falso sentido de las cosas procede como si no hubiera ley divina; algunas veces, como agresor, y otras, como víctima. Pero nuestra oración, humildad ante Dios, y una creciente comprensión espiritual, nos abre los ojos a algo más: a la operación del Principio divino.

Cualquier sistema humano de ley es sólo una pequeña insinuación del grandioso hecho espiritual. Por supuesto, necesitamos de un sistema moral y legal humano. Estamos sumamente agradecidos por lo que significa para el sostenimiento de la civilización misma. No obstante, Cristo Jesús vinculó la ley moral verdadera con el universo cuando dijo: “Más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley”. Lucas 16:17. Tendremos una vida más justa a medida que percibamos con gozo que el Principio divino llena el universo con la ley inquebrantable, la ley espiritual que es invariablemente justa y buena.

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