El hombre que corría calle abajo huía de un crimen que acababa de cometer. Había asaltado a una pareja; y ahora casi una docena de ciudadanos enfurecidos lo perseguían. Oyó que el automóvil en el cual huiría estaba arrancando, sabía que podía escapar. Después de cerca de dieciocho años de cometer crímenes, se había vuelto el cabecilla de una banda de criminales en California.
En un instante, justo antes de llegar al automóvil, se hizo esta pregunta: “¿Es esto lo que realmente quiero hacer?” La vívida respuesta, silenciosa pero poderosa, empezó una transformación de su vida que, por más de diez años, lo ha ido cambiando en un esposo y padre afectuoso, en un maestro de una Escuela Dominical, en exitoso ejecutivo de mucha demanda, en un elocuente líder que ahora ayuda a la gente a desarrollar su carácter y dar significado a su vida. En septiembre de 1986, se le concedió su pedido de indulto total en el estado de California; diez años después de su arresto y su condena por cargos de delitos mayores. Pedimos a
que hablara sobre el renacimiento que ha experimentado.Jim, dijiste que cuando oíste la respuesta a esa dramática pregunta mientras huías, oíste “palabras pero no una voz”. ¿Cuál fue la respuesta a tu súplica mental?
Se me dijo: “Cree en Mí, y te daré todo lo que necesites”. Fue Dios que me respondió, e instantáneamente. Me es muy difícil describir ese maravilloso sentimiento. Jamás había escuchado o sentido nada que fuera de esa magnitud. El mensaje era del Amor divino. Tan pronto como supe lo que se me dijo, y que venía de Dios, quise recibir más. Si hubieran sido sólo palabras no hubieran significado mucho para mí.
¿Qué hiciste?
Dejé de correr y me detuve. Los ciudadanos que habían sido testigos del asalto me capturaron. Instantáneamente puse mi pasado, presente y futuro en manos de Dios.
¿Cuál fue el resultado de esa nueva confianza?
Mediante una serie de acontecimientos, me guió a la Ciencia Cristiana. Después de que me arrestaron, me pusieron primero en una cárcel local, después en una cárcel del distrito, después en una institución de máxima seguridad, todo esto en el transcurso de diez días. No hablé con nadie sobre los detalles de mi vida, excepto lo necesario para informar a las autoridades. En la mañana del primer sábado que pasé en esta institución de máxima seguridad, oí un anuncio: “Los cultos de la Ciencia Cristiana se están celebrando en este momento en la capilla principal”. Supe de inmediato que el atender este culto era el paso siguiente que Dios había preparado para mí. Me recibió un trabajador voluntario que era Científico Cristiano. Hablé con él después del culto y le dije que yo no era un inocentón, que había hecho muchas cosas malas, y que dudaba mucho que pudiera ayudarme.
Y, ¿qué dijo él?
Sonrió y me dijo: “El verdadero ‘tú’, el hombre espiritual de la creación de Dios, es el auténtico tú y no un criminal. Fue la aceptación del pecado —el ‘viejo hombre’, en el de la Biblia— lo que te engañó para que hicieras el mal. Y sobre la base del conocimiento espiritual de tu identidad verdadera, puedes reformarte y cambiar tu vida”. ¡Cuánto necesitaba a alguien que me dijera lo que realmente era verdadero! Yo no quería ser el “viejo hombre”. Dentro de esas rejas y paredes de concreto, alguien se interesaba por mí. Alguien me amaba. Eso me dio dignidad.
Después de concurrir a tres cultos religiosos, empecé a leer Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, entre ocho y diez horas diarias. Volví a leer muchos pasajes nuevamente. Cada semana le hablaba al Científico Cristiano sobre mis demostraciones. El realmente creía en mí.
Trajo otra literatura de Ciencia Cristiana para que la leyera. Pasábamos bastante tiempo hablando. En la prisión, algunos me llamaban “cristiano de prisión” o “Reverendo”, pero cuando vieron que lo que yo hacía era en serio, empezaron a respetarme.
Jim, después que te arrestaron ¿se comprobó tu culpabilidad, y fue tu sentencia irrevocable?
Sí, todo el proceso duró siete meses, durante los cuales ya estaba yo empezando a demostrar mi verdadera identidad creada por Dios. Estudié Ciencia Cristiana todo lo que pude durante ese tiempo. Empecé a comprender la Biblia y, especialmente, la vida de Jesús. Mi quijada que se estaba contrayendo se normalizó y mi vista mejoró. Para mí esto fue una prueba de que mi manera de pensar comenzaba a armonizar con la ley de Dios del bien.
¿Cuánto tiempo estuviste en la prisión después que te sentenciaron, y qué te ocurrió allí?
Estuve en la prisión poco menos de once meses. Mientras estuve allí, mediante mi estudio de Ciencia Cristiana, mi oración y la ayuda metafísica del Científico Cristiano, empecé a sentirme más cerca de Dios como nunca antes. Sin tomar en cuenta lo que ocurría a mi derredor, en ese llamado “pozo infernal”, para mí, Dios siempre estuvo presente.
Mientras estuve allí, sané de lo siguiente: temperamento sicopático, alcoholismo, uso de drogas, hábito de mentir, robar, jugar por dinero y pelear. Jamás he vuelto a esos males. Empecé a expresar, con regularidad, las cualidades de bondad, armonía, veracidad, honradez, dominio propio y otros buenos atributos. El Cristo, la Verdad, me estaba cambiando al traer el poder de Dios a mi manera de pensar y al expulsar el error.
¿Tuviste instrucción religiosa de joven?
Sí, me bautizaron en una iglesia protestante, y mi madre me llevó a distintas iglesias. También leí sobre muchas religiones, pero para mí todo eso fue un cero a la izquierda. Dios no era nada, sino alguien sentado en una silla y a quien veríamos cuando atravesáramos las puertas del cielo. No tenía ningún concepto del Dios verdadero.
¿Cómo fue tu vida de hogar en tu niñez?
Muy mala. Mis padres peleaban mucho. Tenía la impresión de que, en realidad, no había amor allí, y nunca me sentí amado. Casi me morí de una enfermedad cuando tenía trece o catorce años. Hasta que cumplí veinte años creía que me habían adoptado, porque me parecía imposible que me amaran. Además, mi padre solía traer a casa cosas de valor de su trabajo, como un montacargas a cadena eléctrico, sierras de precisión y motores que funcionaban muy bien; pero él decía que era equipo inservible que la empresa en la cual trabajaba tiraba. Cuando fui de mayor edad, me di cuenta de que se estaba robando esas cosas. Yo empecé a hacer lo mismo, pues vi que él lograba hacerlo sin que nadie lo castigara.
Bueno, el Científico Cristiano que te visitaba en la prisión donde estabas recluido te dijo que tú realmente eras el hombre creado por Dios y no un mortal y criminal con una instrucción limitada. Y tú también empezaste a demostrar tu estado verdadero, que es el del hombre creado por Dios, mediante tus oraciones y estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud. ¿Podrías decirnos, de una manera más precisa, cómo este conocimiento espiritual te hizo obedecer la ley moral? En otras palabras, ¿quieres decir que las cualidades divinas que mencionaste —bondad, honradez, veracidad— fueron la clave de tu habilidad para comportarte moralmente? Supongo que estamos hablando del dominio de sí mismo.
Sí, fue el resultado práctico de la Ciencia Cristiana que mi nuevo amigo Científico Cristiano me hizo ver. Empecé realmente a comprender que yo no era una persona confundida a quien todo podía ocurrirle. También vi que mi vida verdadera, la cual es de Dios, no estaba dirigida por mis propias decisiones, ni por mi propia voluntad de dirección. Antes de que yo empezara a ver que el hombre es espiritual y que está absolutamente gobernado por la ley espiritual, creía que yo podía ser lo que yo quisiera ser, que podía ir en cualquier dirección y que nada podía detenerme. Había sido engañado por un falso concepto de que el bien es material y por una creencia equivocada de que todos pueden ir en busca del bien a su manera, algunas veces robando, engañando y mintiendo. No había comprendido que ese error de la voluntad humana jamás nos recompensa de la manera que esperamos. Ese falso concepto de la vida no nos satisface. Pero la Ciencia Cristiana me enseñó que el hombre creado por Dios es espiritualmente perfecto, completo y satisfecho, y que él de ninguna manera puede ser un criminal. Y me di cuenta de que, considerado verdaderamente, yo era ese hombre bueno.
Usted tiene razón en cuanto al dominio propio también. Porque también me di cuenta de que el gobierno divino del hombre y nuestro reconocimiento y aceptación de ese gobierno son la base para obedecer los Diez Mandamientos. Antes de que yo empezara a aprender acerca de que la realidad espiritual es verdadera ahora —aquí y ahora mismo— yo no tenía esa comprensión más elevada de los Diez Mandamientos. Vi que Ciencia y Salud vino a ser para mí la clave de las Escrituras.
Le habías dicho al Científico Cristiano que eras un caso difícil. Pero él te abordó con la naturaleza práctica de la Ciencia Cristiana, ¿no es así?
Me convenció de que el bien espiritual no sólo es satisfactorio sino práctico; el tener conocimiento de ello nos capacita para resolver cualquier problema. Me convenció de que el bien espiritual realmente trae buenos resultados. Me di cuenta de que antes de tener conocimiento de ello, todos habían tratado de convencerme con engaños o simplemente con sermones. Su sinceridad espiritual tuvo un efecto en mí. Hablaba sobre algo que era real, que era verdadero, y así fue cómo empecé a estudiar y a investigar por mí mismo. Continuó dándome mucha ayuda, y yo siempre podía hablar con él. No puedo explicar con palabras el cambio que se efectuó en mí, la voluntad criminal fue frenada cuando lo humano se subordinó a lo divino. Cuando el deseo de ser el hombre que Dios creó es más fuerte que el deseo de ser “uno mismo”, entonces el dominio propio es automático, porque dejamos que Dios nos gobierne. Ese es el verdadero estado del hombre. La manera de pensar egoísta y material no tiene dirección verdadera; no es sino un montón de palabras y frases con las que uno sale para obtener una ganancia personal o lograr algún deseo material. Pero amar lo que es espiritual produce un deseo ardiente de dirigirse hacia la perfección de Dios. Eso significa para mí más que todo lo demás.
¿Puede cualquiera de nosotros ayudar a resolver el problema del crimen viendo y siendo el hombre verdadero?
Creo que es así como se logra. No debemos aceptar como final la evidencia de más y más crímenes y de prisiones atestadas. Los jóvenes que están en la prisión están aprendiendo más acerca del crimen mediante los maestros que imparten enseñanzas sobre el crimen. Debemos demostrar más plenamente que la gente puede salir de la prisión siendo honrada y justa.
¿Quieres decir que la Ciencia Cristiana debe traer enmienda a la prisión?
Sí, la Ciencia Cristiana es pertinente al problema. Soy una prueba viviente de ello. Inclinaciones que heredamos, una vida familiar que ha sido un desengaño, costumbres adquiridas en un barrio pobre, experiencias con pandillas; ésas son falsas suposiciones, y debemos denunciarlas. Es allí donde empezamos, desafiando su validez. Ciencia y Salud dice: “Desenmascarad y denunciad las pretensiones del mal y de la enfermedad en todas sus formas, pero no les concedáis realidad”.Ciencia y Salud, pág. 447. ¿Por qué hemos de dejar que el mal germine en las prisiones? Debe ser atacado y destruido allí mismo.
Jim, muchas cosas que han adelantado tu progreso han ocurrido en tu vida desde que saliste de la prisión hace ocho años. Te casaste, has tenido muchos buenos empleos administrativos, y te han invitado a hablar a grupos sobre cómo motivar a la gente correctamente. Hay más cosas buenas que tiempo para hablar sobre ellas, por lo menos en detalle. Pero ¿qué dices a los oyentes cuando les hablas acerca de motivar a las personas para que lleven una vida útil?
Hay que mostrarles que pueden hacer lo que está correcto, que pueden lograrlo. Por supuesto, tuve que hacer esto yo mismo primero. Tuve que empezar a trabajar en una línea de montaje cuando salí de la prisión y tuve que terminar mi instrucción en la escuela secundaria. He tenido a ingenieros graduados trabajando bajo mis órdenes, y a personas con maestrías en educación comercial. Me contrataron hace unos tres años para corregir la falta de armonía en una compañía que fabrica equipo para pruebas que cuesta un millón de dólares la unidad. Un párrafo en mi sumario profesional estipulaba: ingeniero a cargo de asegurar la calidad de productos de una gran empresa. También he dirigido el departamento de comercialización y ventas de una compañía pequeña, y he establecido una compañía de producción. He sido director de producción de una gran compañía y estuve a cargo de un sistema telefónico con dos mil líneas de teléfonos que tenían que trabajar simultáneamente. Esos puestos han sido muy técnicos.
Los rápidos cambios en el mundo de los negocios de hoy en día, exigen que tratemos a cada persona como un ciudadano de primera clase. Cuando contrato a alguien, contrato la manera de pensar de la persona y su pericia. No juzgo por las apariencias. Utilizando el sentido espiritual, veo al hombre de Dios lo mejor que puedo. Este enfoque basado en la oración, me ayuda a interesarme por la gente como individuos y tratarlos de tal manera que muestren las cualidades más elevadas que están ocultas, que están encubiertas por temores, cualidades que algunas veces no saben cómo mostrar.
De esta manera estoy amando a mi prójimo, y, de pronto, algo empieza a cambiar en la gente. Celebro reuniones una vez a la semana con todos mis empleados, y hablamos sobre temas que muchos gerentes tratarían de evitar. Les pregunto qué estamos haciendo mal en la gerencia. Hablo acerca de cómo satisfacer sus necesidaes y deseos. Pueden preguntarme sobre mi sistema de administrar, acerca de planes, consecuencias, recompensas y promociones. Nada es secreto, por tanto, no hay temor. Si todos realmente somos el hombre de Dios —y lo somos— entonces podemos ser honestos y respetuosos los unos con los otros. En mis charlas a grupos sobre el desarrollo de los empleados, explico que nos granjeamos la integridad, fiabilidad, honradez de la gente al tratarlos con afecto. Para mí, esto es vivir lo que comprendo del Principio divino, el Amor. Podríamos decir: “Lo que des, recibirás”.
¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas,
si pierde una de ellas,
no deja las noventa y nueve en el desierto,
y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra,
la pone sobre sus hombros gozoso.. .
Os digo que así habrá más gozo en el cielo
por un pecador que se arrepiente, que por
noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
Lucas 15:4, 5, 7