Si yo hubiera estado pescando en ese mar
y Cristo, dirigiéndose a mí, me hubiera dicho:
“Echa la red a la derecha”,
¿Lo hubiese obedecido?
¿O me hubiera negado?
Sin embargo, la pregunta no es sólo para ese entonces,
sino para hoy; es saber que cuando
el Cristo hace su llamado: “a la derecha”
(ya sea a toda voz, o en voz muy queda),
Yo puedo obedecer.
Porque, después de una noche solitaria, sin haber pescado nada,
cuando la mañana brinda su suave luz,
“a la derecha” resultará en una igualdad:
obediencia con una pesca abundante.
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