La familia de Jeremías tenía una silla muy grande y mullida. A Jeremías le gustaba sentarse en ella, también a su hermana Juanita y a su mamá. A veces, se sentaban los tres juntos.
Una tarde, su mamá estaba sentada en esa silla conversando con Jeremías y Juanita. De pronto, Jeremías notó que su mamá tenía lágrimas en los ojos. Juanita también lo vio y le preguntó:
—¿Qué tienes?
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