Cuando el comediante dijo que la belleza es sólo superficial, pero que la fealdad llega los huesos, me reí con los demás. Pero en silencio y con seriedad recordé cuando me sentía muy descorazonada por mi aspecto. Las obligaciones e incontables responsabilidades no me habían dejado tiempo para tratamientos de belleza, visitas al salón de peinados o ejercicios. Durante ese tiempo, un tierno reconocimiento de mi esposo me consoló. "Tienes el aspecto de alguien que se preocupa por los demás", me dijo amablemente, "y eso tiene una belleza propia". Esas palabras, en realidad, no me hicieron sentir más bella, pero hicieron que comenzara a descubrir la belleza que proviene de lo profundo de las cualidades espirituales, tales como el amor desinteresado.
Cristo Jesús pedía a sus seguidores que apartaran sus pensamientos de la carne y cultivaran las cualidades derivadas de Dios, tales como el amor por el prójimo, mansedumbre y misericordia, paz y paciencia. Al hablar de los lirios del campo, dijo que "ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos", y agregó este profundo precepto cristiano: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Mateo 6:29, 33.
La Ciencia Cristiana enseña que la búsqueda de Dios revela el origen de todo lo bueno, incluso la belleza. La Sra. Eddy escribe: "La belleza es una cosa de la vida, que mora por siempre en la Mente eterna y refleja los encantos de Su bondad en expresión, forma, contorno y color".Ciencia y Salud, pág. 247.
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