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Belleza que no es superficial

Del número de abril de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Cuando el comediante dijo que la belleza es sólo superficial, pero que la fealdad llega los huesos, me reí con los demás. Pero en silencio y con seriedad recordé cuando me sentía muy descorazonada por mi aspecto. Las obligaciones e incontables responsabilidades no me habían dejado tiempo para tratamientos de belleza, visitas al salón de peinados o ejercicios. Durante ese tiempo, un tierno reconocimiento de mi esposo me consoló. "Tienes el aspecto de alguien que se preocupa por los demás", me dijo amablemente, "y eso tiene una belleza propia". Esas palabras, en realidad, no me hicieron sentir más bella, pero hicieron que comenzara a descubrir la belleza que proviene de lo profundo de las cualidades espirituales, tales como el amor desinteresado.

Cristo Jesús pedía a sus seguidores que apartaran sus pensamientos de la carne y cultivaran las cualidades derivadas de Dios, tales como el amor por el prójimo, mansedumbre y misericordia, paz y paciencia. Al hablar de los lirios del campo, dijo que "ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos", y agregó este profundo precepto cristiano: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Mateo 6:29, 33.

La Ciencia Cristiana enseña que la búsqueda de Dios revela el origen de todo lo bueno, incluso la belleza. La Sra. Eddy escribe: "La belleza es una cosa de la vida, que mora por siempre en la Mente eterna y refleja los encantos de Su bondad en expresión, forma, contorno y color".Ciencia y Salud, pág. 247.

Partiendo de la revelación bíblica acerca del hombre como imagen y semejanza de Dios, la Ciencia Cristiana sostiene nuestro derecho inalienable de expresar las hermosas características que constituyen el ser de Dios. Para que esa belleza se exprese en nuestra experiencia, a menudo debemos eliminar algunos rasgos de carácter desagradables, manifestando consciente y deliberadamente en nuestra vida el espíritu del Cristo. El amor, por ejemplo, es una cualidad del Cristo que vence la ira, el odio y la irritabilidad, suavizando los rasgos de carácter con amabilidad y compasión. La pureza de pensamiento y acción mantiene una dulzura de expresión que ninguna otra cosa puede lograrlo.

Teniendo como base la espiritualidad, la belleza es tan eterna como su fuente. A medida que progresamos en nuestro entendimiento de Dios y en nuestra expresión de la naturaleza divina, la preocupación excesiva por el físico disminuye, y la belleza inherente a nuestra verdadera identidad espiritual resplandece con mayor intensidad. Nos sentimos más inclinados a expresar individualidad en cuanto a estilo y color, individualidad que es verdaderamente atractiva y no producto de la moda prevaleciente.

Mediante una mayor comprensión del estado eterno del hombre, como la hermosa semejanza de Dios, aprendí que el progreso propio como la hermosa semejanza de Dios, aprendí que el progreso propio que es permanente proviene de la oración que reconoce continuamente la grandeza del hombre como noble creación de Dios. Esta oración vigorosa se transformó en un manantial de vitalidad. No sólo mejoró mi propia apariencia mediante la regeneración interior, sino que me permitió apreciar la belleza en los demás. Más aún, comprendí que tal oración puede ayudar a que se produzcan progresos físicos que antes creía que eran posibles sólo mediante métodos materiales. Por medio de la oración, según se enseña en la Ciencia Cristiana, he visto desaparecer verrugas, un lunar y manchas faciales.

Un ejemplo de mi propio progreso espiritual ocurrió poco después de haber sanado, por medio de la oración, de una grave enfermedad. Cuando me vi la cara en el espejo, me sorprendió ver el aspecto descolorido que tenía. Al persistir, mediante la oración, en expresar las hermosas cualidades inherentes a mi verdadera naturaleza como hija de Dios, la piel y el cabello recobraron su color y vitalidad normales en poco tiempo.

Tal vez el progreso espiritual vaya acompañado del olvido de sí mismo, pero no de negligencia. La alimentación, el descanso y la actividad apropiados son cuestión de sentido común; pero nada puede igualar el esplendor que irradia la fuerza espiritual interior.

A través de sus palabras y sus obras, Jesús mostró a la humanidad la gloria de la presencia sanadora de Dios. Su atracción era su entendimiento a la manera del Cristo que sana. El Cristo todavía habla a la humanidad con la belleza de su propósito sagrado. Semejante belleza no es superficial. Sus raíces están en Dios.

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