En el mercado actual de sofisticada y avanzada tecnología usada por la medicina, parecería ingenuo preguntar si es necesario tener un conocimiento a fondo de la enfermedad. La práctica médica afirma que cuanto más información pueda tener el médico y el enfermo sobre los detalles de la causa, acción, reacción y síntomas físicos, tanto mayores son las probabilidades de lograr la curación.
Ese es un punto de vista. Pero existe otra perspectiva sobre lo que es esencial para la salud y el bienestar verdaderos. El hecho de que exista una curación que se practica desde una base radicalmente distinta — una base espiritual y no material — no quiere decir que sea menos práctica. De hecho, un examen detenido de la verdadera labor de su proponente principal y sus estudiantes, demostraría lo absolutamente práctico y eficaz que es este método de curación.
El método al que nos referimos es la curación cristiana pura, o curación metafísica, practicada con tanto éxito por Cristo Jesús y sus discípulos a comienzos de la era cristiana. En la actualidad se presenta a la humanidad de una manera comprensible y sistemática mediante las enseñanzas de Ciencia Cristiana. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, presenta esta declaración apremiante sobre el propósito de la curación científica y cristiana: "La pregunta: ¿Qué es la Verdad? se contesta con la demostración — sanando la enfermedad así como el pecado; y esa demostración enseña que la curación cristiana confiere el máximo de salud y produce los mejores hombres". Ciencia y Salud, pág. viii.
En este libro se presenta al estudiante lo eficaz que es para la curación tener absoluta confianza en Dios, el Principio divino, y en Sus leyes espirituales, en lugar de confiar en un medio orientado hacia lo material y físico. Al recurrir a Dios por completo, la Ciencia Cristiana nos indica cómo la curación metafísica nos lleva al camino de la regeneración moral y salvación. La declaración de la Sra. Eddy lo dice claramente: la metafísica cristiana sana tanto la enfermedad como el pecado.
Para el estudiante de Ciencia Cristiana, el ocuparse en su salvación llega a ser su objetivo y razón fundamentales para lograr la curación por medios espirituales. Aun la curación de lo que se podría considerar enfermedades leves, cuando se logra por medio de la oración consagrada, nos lleva un paso adelante en nuestro crecimiento y desarrollo espirituales. Nos acercamos más a Dios y tomamos una clara decisión en favor de la salvación espiritual que revela al hombre perfecto, en lugar de una mera salvación seglar del cuerpo físico.
Ciertamente no se tiene aquí la intención de cuestionar los motivos humanitarios de la gran mayoría de médicos. Pero es esencial que los cristianos que están tratando sinceramente de llevar a cabo su propia salvación de la manera que Jesús lo enseñó, comprendan la gran diferencia que existe entre la medicina material y el ministerio de la curación cristiana pura. Pues es en la perfección espiritual hacia la cual la curación cristiana dirige sus esfuerzos que llegamos a comprender por qué esta curación es de absoluta importancia para nuestro bienestar, paz, libertad y objetivos en la vida. En la curación metafísica, no es de interés primordial cambiar físicamente el cuerpo humano, sino transformar el pensamiento por medio de la actividad del Cristo, la Verdad, para que el individuo pueda ver, comprender y expresar, en mayor medida, la realidad espiritual de Dios y Su hombre.
Esta labor sanadora está basada en la oración. Consiste en la actividad de elevar el pensamiento por encima de las concepciones finitas de la existencia, concepciones que suponen que la vida tiene un origen básicamente material, consecuencias limitadas y, finalmente, resultados mortales. Además, la curación también consiste en elevar la vida individual por encima del pecado y el odio, el temor y la ignorancia.
La curación cristiana revela que nuestra verdadera naturaleza es la semejanza espiritual de Dios. Por medio de la oración, el espectro sombrío de la mortalidad ya no se ve como una entidad temible, pues finalmente se entiende que es una mentira acerca del ser del hombre. Comprendemos cada vez más que el ser inmortal, puro, sano y espiritual es la identidad verdadera de cada individuo. Y nos revestimos de esta "nueva" individualidad — la hacemos propia — a medida que los antiguos conceptos erróneos de una naturaleza egoísta y corpórea se dejan de lado por la redención y espiritualización del pensamiento y crecimiento en gracia.
Ciertamente que el resultado de la curación cristiana incluye un cambio en el cuerpo, como lo demostró dramáticamente Jesús cuando sanó toda clase de enfermedades, "de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel". Mateo 15:31.
Sin embargo, la meta de la curación cristiana es lograr un hombre o mujer totalmente cambiado: cambio de sentimientos, motivos, deseos, carácter y objetivos. Todo aquel que sana queda libre, llega a la presencia del amor puro de Dios, y se eleva a la comprensión de su verdadero ser como la expresión inmortal de Dios. Esta es la razón por la cual la curación espiritual es una parte vital de la salvación.
Una importante diferencia entre la práctica médica y la curación cristiana estriba en la misma pregunta que se presentó al comienzo de este editorial: ¿Es necesario conocer la enfermedad para sanar? Si bien la práctica médica afirma que sí lo es, la práctica metafísica demuestra que no lo es. Consideremos las siguientes declaraciones del libro de la Ciencia Cristiana:
• “La Ciencia Cristiana revela que la armonía va aumentando progresivamente a medida que el orden de la creación se eleva hacia el hombre espiritual — hacia mayor comprensión e inteligencia; pero en el orden de los sentidos corporales, cuanto menos sepa un mortal acerca del pecado, la enfermedad y la mortalidad, tanto mejor para él — tanto menos dolor y pesar tendrá”. Ciencia y Salud, pág. 557.
• “La descripción minuciosa de una enfermedad les cuesta a muchos el bienestar de sus días terrenales. ¡Qué precio a pagar por el conocimiento humano!...
“Cuanto menos se hable de la estructura corpórea y de las leyes físicas, y más se piense y se hable acerca de la ley moral y espiritual, más elevada será la norma de la vida, y más se alejará a los mortales de la imbecilidad y las enfermedades”.Ibid., pág. 197.
Está claro, entonces, que el conocimiento fundamentalmente necesario para sanar en la Ciencia Cristiana es el conocimiento de sí mismo y una comprensión de Dios, el Espíritu omnipotente, y de Sus leyes divinas. Este conocimiento de sí mismo y comprensión espiritual no se encuentran en las definiciones en diccionarios, enciclopedias o textos médicos. La comprensión necesaria se obtiene por medio de la oración humilde; escuchando con el sentido espiritual el mensaje del Cristo, que está constantemente viniendo a la carne para redimir y sanar. También se obtiene por medio de la abnegación propia y el autoexamen cuando tratamos de ver sinceramente lo que hay en nuestro corazón y, luego, descubrir lo que debería haber en nuestro corazón. Y para estudiar y profundizar nuestro entendimiento tenemos la Biblia y Ciencia y Salud. A diferencia de los textos cuyo objetivo es describir el carácter fisiológico de la enfermedad y sus síntomas, estos libros a menudo nos inspiran, conduciéndonos a la sustancia espiritual de la realidad, quiénes somos realmente, y lo que el bien de Dios tiene designado para el hombre aquí y ahora. Estos son los libros para aprender la verdad pura y sanadora.
Si nos estamos aferrando a la curación cristiana, jamás tenemos que temer que nuestra posición sea debilitada porque no hemos estudiado a fondo la enfermedad o porque no sabemos los pormenores de los síntomas físicos de una enfermedad. Sin embargo, cuando conocemos la verdad acerca de la enfermedad — que la enfermedad no puede tener origen, entidad o poder real, porque Dios no crea nada desemejante a Su propia bondad esencial — nuestra posición referente a la curación se fortalece. Cuando comprendemos algo de la verdad sobre Dios y el hombre — que Dios es Espíritu puro y que el hombre es Su semejanza pura, sin ningún elemento de error — nuestra posición nuevamente se fortalece. Lo que siempre se necesita en la curación metafísica no es conocer la enfermedad, sino conocer la verdad y vivirla.
 
    
