Con profunda gratitud por la omnipresencia del Amor divino, que gobierna y protege nuestros pasos humanos, comparto este testimonio.
En una ocasión, mi hermana, mi hija y yo íbamos en un viaje de observación de animales de caza en una reservación en Africa del Sur, cuando nuestro automóvil se descompuso. A pesar de todos nuestros esfuerzos, no pudimos hacer que el motor funcionara de nuevo.
Entonces, decidimos leer la Lección Bíblica de esa semana. Al cabo de una hora y media de haber estado estudiando y orando, aún no había pasado ningún automóvil para rescatarnos, pero mi temor se había calmado bastante. De modo que mi hermana y yo decidimos caminar de regreso hacia la entrada. Caminar por el parque está prohibido, ya que los animales salvajes andan sueltos. Sin embargo, sabíamos que teníamos que actuar. Este parque es tan grande que posiblemente ningún otro automóvil pasaría por allí ese día. Mi hija decidió quedarse en el automóvil. Le pedí que volviera a leer la lección, porque me di cuenta de que ella todavía tenía miedo.
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