Con profunda gratitud por la omnipresencia del Amor divino, que gobierna y protege nuestros pasos humanos, comparto este testimonio.
En una ocasión, mi hermana, mi hija y yo íbamos en un viaje de observación de animales de caza en una reservación en Africa del Sur, cuando nuestro automóvil se descompuso. A pesar de todos nuestros esfuerzos, no pudimos hacer que el motor funcionara de nuevo.
Entonces, decidimos leer la Lección Bíblica de esa semana. Al cabo de una hora y media de haber estado estudiando y orando, aún no había pasado ningún automóvil para rescatarnos, pero mi temor se había calmado bastante. De modo que mi hermana y yo decidimos caminar de regreso hacia la entrada. Caminar por el parque está prohibido, ya que los animales salvajes andan sueltos. Sin embargo, sabíamos que teníamos que actuar. Este parque es tan grande que posiblemente ningún otro automóvil pasaría por allí ese día. Mi hija decidió quedarse en el automóvil. Le pedí que volviera a leer la lección, porque me di cuenta de que ella todavía tenía miedo.
Al comenzar a caminar, tuve la idea de recoger un palo que estaba en el camino para protegernos, pero afirmé que Dios era nuestra única protección, y luego me vinieron al pensamiento maravillosas verdades espirituales. Me invadió una gran paz, y estaba consciente de la protección y cuidado amoroso de Dios.
Vimos que una huella como de treinta centímetros de ancho cruzaba la carretera, la cual no estaba allí cuando habíamos pasado antes en el automóvil. Pensamos que la huella era de una serpiente pitón. Pocos días antes de este viaje, alguien me había dicho que en su hacienda un pitón se había comido algunas cabras. Entonces afirmé que Dios ha dado dominio al hombre, y que El lo ha creado todo, por tanto, El ama y gobierna todo.
Unos cien metros más adelante, una manada de antílopes se asustó al vernos. “Escaparon” dando grandes saltos, y diez minutos después volvieron nuevamente, pues algo los había asustado. Volví a sentir la presencia amorosa y consoladora de Dios.
Habían transcurrido dos horas y estábamos llegando a la entrada, cuando vimos que mi hija se acercaba conduciendo el automóvil. Después que ella había leído la lección por segunda vez, sin darse cuenta, había tocado la llave de ignición y el motor comenzó a funcionar. Cuando estábamos cerca de la entrada el automóvil se descompuso de nuevo, pero entonces pudimos encontrar ayuda para remolcarlo a la estación de servicio más cercana que estaba a un kilómetro de distancia. Resultó que esa entrada era la única que estaba más cerca de un pueblo.
La falla mecánica fue reparada un poco antes de que cerrara el parque. Con el fin de llegar a nuestro alojamiento que estaba a cien kilómetros de distancia, obtuvimos un permiso para atravesar el parque de noche, lo cual rara vez se concede. Al llegar nos dijeron que la carretera sin pavimentar en donde el automóvil se había descompuesto era muy poco transitada, y que el peligro más grande en esa zona eran los leopardos. Los habíamos visto esa noche en nuestro viaje de vuelta, más o menos a un kilómetro de donde habíamos estado caminando.
Al recordar el incidente sentimos que, como resultado de nuestro estudio y oración, tuvimos una prueba maravillosa de la dirección y protección de Dios. Nos sentimos muy agradecidas.
Windhoek, Namibia
