El aprender las verdades de la Ciencia Cristiana desde mi niñez, fortaleció en mí la comprensión de mi relación con Dios, y más tarde fue para mí una bendición en momentos de gran necesidad. Fui guiado por padres afectuosos y dedicados maestros de la Escuela Dominical, también tuve y presencié muchas curaciones físicas realizadas únicamente por medio de la oración.
A pesar de ello, cuando cursaba mis estudios secundarios, me entusiasmé tanto tocando el tambor que una carrera musical se convirtió en el propósito predominante de mi vida. Me preocupé cada vez menos por desarrollar mi entendimiento de la naturaleza y el propósito espirituales del hombre. Muy pronto surgieron ofertas para trabajar como profesional, lo que me dio prestigio entre mis compañeros. Sentí que no necesitaba más la Escuela Dominical.
Al mismo tiempo, era muy impresionable y sucumbí a la tentación de usar drogas. Esto ocurrió a mediados de la década del cincuenta, cuando las drogas todavía no se usaban tanto en las escuelas secundarias, aunque eran algo habitual en el círculo en que me movía. Mis colegas músicos creían que las drogas aumentaban la habilidad creadora. Me convertí en esclavo de muchos males: relaciones inmorales y actividades ilegales.
Me las arreglé para terminar la enseñanza secundaria y concurrí durante un semestre a una excelente escuela de música en la costa este de mi país. Durante mi permanencia en la universidad, concurrí de vez en cuando a la Escuela Dominical y volví a observar las normas morales de la Ciencia Cristiana. Luego, cuando tenía diecinueve años, regresé a mi hogar para casarme con la novia de mi niñez, llegando a ser padre de un niño.
La responsabilidad de tener que mantener una familia me obligó a salir de gira, y la mayor parte del tiempo lo pasaba lejos de mi esposa y de mi hijo. El problema de las drogas volvió a plantearse, y el matrimonio terminó en divorcio después de sólo tres años. Esto me sirvió de excusa para entregarme más a las drogas, y al poco tiempo era adicto a la heroína. Por último, pasaba el tiempo detrás de rejas o en la calle (todos los arrestos estaban relacionados con las drogas).
Durante uno de estos encarcelamientos asistí a un culto religioso de la Ciencia Cristiana y me sentí como debe de haberse sentido el hijo pródigo cuando fue perdonado inmediatamente por su padre, después de derrochar su herencia y perder su dignidad viviendo disolutamente (ver Lucas 15:11-24). Me sentí lleno de gratitud por el don precioso de la vida en Dios, el Principio divino.
Después del culto religioso se me permitió hablar con los Científicos Cristianos que habían ofrecido voluntariamente su tiempo para leer en la prisión la Lección Bíblica semanal (indicada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana). La persona que actuaba como Segundo Lector era un practicista de la Ciencia Cristiana, y se ofreció a orar por mi recuperación. No me había comunicado con mi familia ni con mis amigos desde hacía más de dos años, pero ahora había encontrado un verdadero amigo. El claro sentido de la Verdad que tenía el practicista le permitió ver a través del cuadro humano de encarcelamiento, degradación y autocondenación. Esto estableció la base para la curación total, la curación mediante la obediente confianza en los hechos verdaderos del hombre de Dios, libre del concepto erróneo de la existencia basada en la materia.
Decidí comunicarme con mi familia. Poco después de mi primer contacto con ellos, mi padre y mi hermano menor viajaron en avión para visitarme, y procuraron los servicios de un abogado para acelerar el curso de mi caso ante la corte. Mi madre me escribió a diario, y el practicista oró infatigablemente conmigo durante todo el período del juicio. Me dejaron en libertad bajo la custodia del practicista durante el período que tuve que esperar hasta que se pronunciara la sentencia. Siempre estaré agradecido por la bondad y el apoyo constante que me dieron este hombre y su esposa.
Al cabo de dos meses, la corte me dejó en libertad condicional en mi estado natal. Las autoridades asignadas a mi caso reconocieron mi regeneración. Cuando el plazo se cumplió y quedé libre para regresar a casa, el practicista insistió en acompañarme en el vuelo de regreso y así conocer a toda mi familia. ¡Este hombre fue realmente un buen samaritano del siglo veinte!
Aún yo tenía mucho que hacer por medio de la oración para completar la curación. Sufrí recaídas temporarias, pero finalmente obtuve la libertad total mediante la aplicación de las verdades sanadoras de la Ciencia Cristiana. Ciencia y Salud por la Sra. Eddy afirma (pág. 407): “Cuando el esclavo de deseos erróneos aprenda las lecciones de la Ciencia Cristiana, dominará esos deseos y ascenderá un tanto en la escala de la salud, la felicidad y la existencia”.
Desde que ocurrió esta curación, mi progreso espiritual ha sido firme y seguro. Después de hacerme miembro de una iglesia filial, comencé a tomar parte en las actividades de la iglesia, trabajando como ujier, enseñando en la Escuela Dominical y sirviendo como Primer Lector. Por todas las formas en que las enseñanzas de la Ciencia Cristiana han bendecido y continúan bendeciendo mi vida y a la humanidad en general, me siento profundamente agradecido. ¡Qué privilegio es ser estudiante de la Ciencia Cristiana!
South Bend, Indiana, E.U.A.
