El aprender las verdades de la Ciencia Cristiana desde mi niñez, fortaleció en mí la comprensión de mi relación con Dios, y más tarde fue para mí una bendición en momentos de gran necesidad. Fui guiado por padres afectuosos y dedicados maestros de la Escuela Dominical, también tuve y presencié muchas curaciones físicas realizadas únicamente por medio de la oración.
A pesar de ello, cuando cursaba mis estudios secundarios, me entusiasmé tanto tocando el tambor que una carrera musical se convirtió en el propósito predominante de mi vida. Me preocupé cada vez menos por desarrollar mi entendimiento de la naturaleza y el propósito espirituales del hombre. Muy pronto surgieron ofertas para trabajar como profesional, lo que me dio prestigio entre mis compañeros. Sentí que no necesitaba más la Escuela Dominical.
Al mismo tiempo, era muy impresionable y sucumbí a la tentación de usar drogas. Esto ocurrió a mediados de la década del cincuenta, cuando las drogas todavía no se usaban tanto en las escuelas secundarias, aunque eran algo habitual en el círculo en que me movía. Mis colegas músicos creían que las drogas aumentaban la habilidad creadora. Me convertí en esclavo de muchos males: relaciones inmorales y actividades ilegales.
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