Juegos olímpicos especiales. Maratones en sillas de ruedas. Marineros ciegos que hacen largos viajes a solas. Todas estas cosas evocan nuestros más profundos sentimientos de apoyo. Nos regocijamos de todo corazón por el valor que vemos y por la superación que prosigue.
En los países occidentales se ha manifestado en años recientes un nuevo consenso de atención pública hacia las personas que muestran algún impedimento físico. Les son reservados los lugares más apropiados para que estacionen sus automóviles. Se han construido rampas de acceso. Hay leyes contra la discriminación. Y, lo más importante de todo, hay señales de una nueva actitud pública que deplora el prejuicio, y acepta y recibe con regocijo a todos en la familia humana.
Aquellos que son considerados impedidos dicen con frecuencia que lo que más valoran no es la compasión condescendiente, sino que se les trate como iguales.
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