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Todos sanos, sin ningún impedimento

Del número de abril de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Juegos olímpicos especiales. Maratones en sillas de ruedas. Marineros ciegos que hacen largos viajes a solas. Todas estas cosas evocan nuestros más profundos sentimientos de apoyo. Nos regocijamos de todo corazón por el valor que vemos y por la superación que prosigue.

En los países occidentales se ha manifestado en años recientes un nuevo consenso de atención pública hacia las personas que muestran algún impedimento físico. Les son reservados los lugares más apropiados para que estacionen sus automóviles. Se han construido rampas de acceso. Hay leyes contra la discriminación. Y, lo más importante de todo, hay señales de una nueva actitud pública que deplora el prejuicio, y acepta y recibe con regocijo a todos en la familia humana.

Aquellos que son considerados impedidos dicen con frecuencia que lo que más valoran no es la compasión condescendiente, sino que se les trate como iguales.

Surge una pregunta básica. ¿Cómo tratamos a alguien que a todas luces no es tan igual, ya sea física o mentalmente igual? Y, no obstante, esto es claramente lo que debemos hacer.

¿A caso no tiene que empezar por nuestra propia percepción? Puede que tengamos que desafiar algunos de nuestros prejuicios más fundamentales. Por ejemplo, digamos que hay alguien físicamente deformado, como era el personaje principal, un adolescente, en la película Mask. ¿Nos espantamos interior o exteriormente? Y si es así, ¿por qué? ¿Nos espantamos interior o exteriormente? Y si es así, ¿por qué? ¿A caso no se debe, en gran medida, a que la sociedad nos ha enseñado a igualar la belleza y la atracción, incluso la bondad, con ciertas normas físicas? No obstante, ¿tiene eso realmente sentido?

Hay una observación interesante en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Usando una cita del poeta escocés Robert Burns, ella escribe: “ ... la pérdida de un miembro o la lesión de un tejido, a menudo vivifica en el hombre su verdadera naturaleza; y el infortunado lisiado tal vez demuestre más nobleza de carácter que el escultural atleta — enseñándonos por su impedimento mismo que ’un hombre es un hombre, a pesar de todo’ ”.Ciencia y Salud, pág. 172.

Come en otros muchos aspectos, un gran progreso práctico en ayuda de los impedidos puede venir al dejar de considerar al hombre como material. A medida que dejemos de suponer que el hombre se define por el total complemento de miembros o sentidos que tiene o por la conformación de su apariencia física, seremos capaces de aumentar nuestra convicción de la integridad de la persona. Pensaremos en él o en ella no como en una persona a la que le falta una mano o está coja, sino en las cualidades que expresa.

Podemos empezar por ver hacia dónde nos conduce esto. No se detendrá con percibir la integridad u “hombría” de alguien que está físicamente impedido. Tendrá que extenderse también a alguien que está mentalmente impedido.

Esa es, con frecuencia, la más difícil de las tareas porque, repito, se nos ha enseñado que la actitud o comportamiento de una persona es, por cierto, su carácter mismo. Pero realmente sabemos que no es así. Sabemos, por ejemplo, que alguien que se irrita desmedidamente puede que esté sufriendo de una vieja norma con la que él mismo fue maltratado. Cuando esto desaparece, se ve que su carácter es mucho más adaptable de lo que se suponía. En el fondo hay integridad y bondad.

Por lo visto, se va entendiendo con claridad que éste no es un editorial que trata tanto sobre ayudar a los físicamente impedidos como de ayudar a todos a abandonar el impedimento de una manera de pensar limitada.

¿Acaso no es el romper con la tradición de vincular al hombre con la materia lo que está produciendo el progreso de la raza humana en toda dirección? Ni la persona impedida que parece haber perdido uno o más de sus miembros o sentidos, ni la persona materialmente intacta es verdaderamente el hombre de Dios.

En las frases justo antes de la cita mencionada de Ciencia y Salud, la autora escribe: “¿Qué es el hombre? ¿Es acaso cerebro, corazón, sangre, huesos, etc. — la estructura material? Si el hombre verdadero está en el cuerpo material, se le quita una parte del hombre cuando se le amputa un miembro; el cirujano destruye el estado de hombre y los gusanos lo aniquilan”.

¿Acaso no era natural para Cristo Jesús esta manera de discernir al hombre? Al hombre en el estanque de Betesda que había estado tullido durante treinta y ocho años, él no lo vio como “un tullido”. Lo vio como el hombre, el hijo espiritual del Padre espiritual, el Dios incorpóreo que es Amor. Miró más allá de lo que veía a lo que sabía. En la vida de Cristo Jesús se ve el resultado tangible y definitivo de esta comprensión extremadamente diferente del hombre. No fue simplemente amar y alentar, fue sanar.

El comprender que el hombre es espiritual, que Dios mantiene al hombre intacto y perfecto a Su imagen, y que el amor y la espiritualidad capacitan al hombre para discernir mejor esta integridad, fundamenta la curación mediante la oración en la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens). Pero también exige algo especial de los estudiantes de Ciencia Cristiana. Tenemos que estar seguros de que, debido a que estamos tan firmemente comprometidos con la perfección espiritual e integridad del hombre, no se nos induzca involuntariamente a sentirnos incómodos con alguien porque la limitación física o mental de esa persona todavía no ha sido sanada. Y también necesitamos verificar, para estar seguros de que no se nos induzca a pensar que un impedimento ha sido causado y que continúa debido al pecado o falta de espiritualidad de alguien. Sólo tenemos que pensar en San Pablo y su “aguijón en mi carne”  2 Cor. 12:7. para tener un vívido recuerdo de ¡no juzgar!

Comprender que el hombre es espiritual es continuar en ello, ya sea que la carne haya dado evidencia, o no, de haber respondido a este hecho espiritualmente científico. El hombre sano, sin impedimento o definición finita de cualquier clase, es indiscutiblemente el único concepto del Amor divino acerca del hombre. Y es este concepto lo que ofrece la clase más profunda de curación a la humanidad. Con esto podemos liberarnos del prejuicio de los sentidos materiales, y solamente amar.

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