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La curación de Sara

Del número de abril de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Sara ama a Dios. Ella sabe que Dios la ama.

Cuando su gata, Minina, se frota contra sus piernas ronroneando, Sara sabe que el amor viene realmente de Dios. Cuando su mamá y su papá la arropan bien abrigadita en su cama y le dan el beso de buenas noches, ella sabe que el amor de ellos viene de Dios. Cuando Sara es amable con una amiga, sabe que está reflejando el amor de Dios. Dios es Amor, y El está siempre donde estamos nosotros.

Sara también escucha a Dios. Cuando se cayó de la bicicleta y se raspó la rodilla, trató de quedarse tranquila para poder escuchar los pensamientos de Dios hacia ella. Luego, pensó en lo que significaba ser hija de Dios. El la amaba, así que ella no podía lastimarse. Sara dijo en voz alta: “¡Estoy bien!” Después subió de nuevo a su bicicleta y siguió pedaleando por la vereda.

Cuando Sara tuvo gripe sabía que Dios la sanaría. Dios nunca creó la enfermedad. El crea y conoce sólo lo bueno. Sara sabía que si ella escuchaba los pensamientos de Dios, sabría y sentiría solamente lo bueno. Eso significaba que sanaría.

Uno de sus himnos favoritos del Himnario de la Ciencia Cristiana ayudó a Sara a sentir el amor de Dios. Era como una oración:

Brazos del eterno Amor
guardan a Su creación.
Dios te da Su protección
y Su apoyo bienhechor. Himnario, N.° 53.

Sara no permitió que el malestar la entristeciera o la pusiera de malhumor. Se sentía alegre. Y, por supuesto, sanó.

Esto es lo que Sara estaba aprendiendo sobre la curación: que la curación demuestra que Dios es Amor. Siempre podemos escuchar lo que El nos dice. Siempre somos Sus amados hijos. Cuando oramos a Dios y confiamos en El, mantenemos nuestra alegría.

Nota de los padres:

Sara tenía cuatro años cuando tuvo lugar esta curación de gripe. Como familia, todos nos apoyamos exclusivamente en la Ciencia Cristiana para la solución de todas nuestras necesidades. Lo que hizo que esta curación fuera tan especial fue la participación activa de Sara por medio de la oración. Su mamá y yo estábamos orando por ella, pero Sara sabía con certeza que su oración efectivamente ayudaría. Para ella era completamente natural confiar en Dios para que la sanara. Fue durante un momento particularmente difícil que Sara cantó el himno, y entonces el temor a la enfermedad desapareció. Era indudable que estaba a un paso de la curación.

La confianza en Dios de nuestra pequeña nos recuerda la declaración de Cristo Jesús: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”. Marcos 10:14.

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