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Aun cuando era niña rehusaba creer que Dios, nuestro Padre,...

Del número de julio de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aun cuando era niña rehusaba creer que Dios, nuestro Padre, había maldecido a toda la humanidad a causa de las faltas cometidas por Adán y Eva. Finalmente, también perdí la fe en las medicinas materiales, ya que mis enfermedades reaparecían y no eran sanadas. Los remedios homeopáticos y una vida vegetariana tampoco tuvieron efecto alguno.

Además de otros problemas, también me enfermé de anorexia nerviosa, y se me recomendó que me internara en un hospital para recibir tratamiento médico. Sin embargo, rehusé ir al hospital, y, en lugar de ello, me puse a orar. Oré con todo fervor para que Dios me ayudara. Entonces, un día, mi hermano me dio un ejemplar del The Christian Science Journal que había recogido de una caja de distribución en camino de la escuela a casa. Me dijo que todos los días pasaba por la caja de distribución, pero que, por primera vez, se sintió impulsado a investigar. Yo había estado leyendo sobre varias denominaciones religiosas y concurriendo a ellas para descubrir qué era lo que a mi propia religión le faltaba. Mi hermano sabía esto y, puesto que en ese momento la Ciencia Cristiana era una religión desconocida para mí, pensó que el Journal me interesaría.

Bebi las palabras del Journal con verdadera sed, y esta sed fue saciada porque el Dios que allí se mencionaba ciertamente no era un Dios que había maldecido al hombre. Allí se hacía mención de un Dios de amor, que Dios es Amor. Y los testimonios en la parte posterior de esta publicación eran prueba de que Dios sana y bendice a todos, y que ciertamente no condena al hombre al sufrimiento. Luego me fijé en la lista de practicistas de la Ciencia Cristiana al final del Journal, y llamé a uno cerca de mi casa para una entrevista.

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