Algunos de nosotros hemos conocido la Biblia desde nuestra niñez y no podríamos imaginarnos un mundo sin ella. Pero, a veces, nuestra familiaridad con la letra, o tales distracciones como la televisión y las festividades durante diferentes épocas del año, quisieran privarnos de que disfrutemos del tiempo que dedicamos a estudiar las Escrituras y hasta nos quitarían el deseo de buscar la espiritualidad.
Un sábado por la mañana, me senté a estudiar la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, sintiéndome que tenía muy poco tiempo. Estaba ocupada empacando para salir de vacaciones. Me pareció difícil concentrarme. Después de leer esta lección cada día por casi una semana, ¿qué nueva inspiración podría yo recibir? Pero realmente necesitaba el consuelo, la protección y el sentido de propósito divino que logramos después que dedicamos suficiente pensamiento al estudio bíblico. Y, al orar, me vino este pensamiento: que diera gracias a Dios a través de toda la lectura por todo lo relacionado con la Lección-Sermón. No un superficial agradecimiento por las palabras e ideas, sino una profunda y concienzuda gratitud.
Casi inesperadamente, mi gratitud se convirtió en un reconocimiento del esfuerzo que había sido realizado en la preparación de las Santas Escrituras y los escritos de la Sra. Eddy. Ella declara: “Las Escrituras requieren más que una simple admisión y débil aceptación de las verdades que presentan; requieren una fe viviente, que incorpore sus lecciones en nuestra vida de tal manera que estas verdades se conviertan en la fuerza propulsora de cada acto”.Escritos Misceláneos, págs. 196–197. Sentí que si las Escrituras requieren tanto de nosotros como lectores, la devoción de sus autores tenía sido verdaderamente grande.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!