He tenido rápidas curaciones en la Ciencia Cristiana. Síntomas de enfermedades que algunos esperarían que duraran semanas o meses — o lo que es todavía peor, que hubiera complicaciones — han desaparecido rápidamente por medio de una profunda oración cristiana. Arraigada en una comprensión de lo que es Dios, y el hombre como la perfecta expresión de Dios, la oración ha tenido este efecto: una enfermedad ha sido disuelta, problemas agobiadores han desaparecido y relaciones tensas han sido armoniosas. Una y otra vez los resultados se manifestaron sin demora, como ocurrió en la época de Cristo Jesús.
Pero ha habido otras ocasiones en que el progreso se ha detenido. Una enfermedad o algún otro problema personal no cedió a la oración — no de inmediato — sino después de mucho tiempo. Día tras día había orado sobre una dificultad pero con poco resultado aparente. He aprendido, sin embargo, que si persisto en la oración y me aferro a los hechos espirituales acerca de Dios y del hombre, la curación siempre se efectúa.
Hace poco un amigo me recordó acerca de la experiencia que tuvo Daniel, la cual se relata en la Biblia. Nos dice: “En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas”. Luego Daniel explica cómo durante ese tiempo decidió ayunar absteniéndose de pan, vino, carne y ungüentos.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!