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La lectura en las iglesias

Ser Lector, “ser una transparencia”

Del número de julio de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Sea cual fuere la ocupación que tengamos en la iglesia, es primordialmente una tarea espiritual. Pensamos que a los lectores del Heraldo les agradaría saber cómo varios Lectores en las Iglesias encararon su trabajo. En la primera parte de esta sección especial dos Lectores comparten sus experiencias. La segunda parte incluirá experiencias de otros Lectores y aparecerá en un ejemplar posterior.

Supongamos que usted acaba de llegar a casa después de una asamblea en la que hubo elecciones en su iglesia, y, ¡usted es el nuevo Primer Lector! Tal vez eso era lo que menos esperaba. Tal vez sienta aprensión, o aun esté un poco amedrentado. Quizás estaba deseándolo y esperando que algún día tuviera esa hermosa oportunidad. Tal vez estaba atesorando en silencio el cargo de Lector para la persona adecuada, con la plena seguridad de que su iglesia y la comunidad serían guiadas por la sabiduría divina. De todos modos, ahora usted tiene el cargo. ¿Y qué va a hacer ahora?

¿Qué le parece recurrir al Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy? Los Estatutos sobre la lectoría son como una brújula que señalan la dirección a seguir. La espiritualidad, moralidad, erudición, dedicación, consagración, el estudio, altruísmo, amor y el escuchar espiritualmente son cualidades indicadas en el Artículo III del Manual de la Iglesia y son un buen punto de partida, una buena base, una buena plataforma de lanzamiento para leer con éxito en la iglesia.

Es útil recordar que la gente oye las palabras pero siente los pensamientos. De modo que el culto religioso jamás debería ser algo rutinario. Jamás es un simple proceso mecánico de leer las palabras de los libros. Siempre es una experiencia espiritual, es el resultado de la oración eficaz. Todos los domingos las palabras de la Lección Bíblica son las mismas en todas las iglesias filiales. Pero los cultos y el efecto que tienen pueden ser muy distintos. ¿Cuál es la diferencia? ¿No es acaso la preparación espiritual de los Lectores y de los miembros de la congregación lo que eleva al culto más allá de las palabras, hacia una dimensión espiritual de consuelo y curación? La oración diaria por uno mismo, como dice la Sra. Eddy en el Manual, es una oración para permanecer “incontaminados del mal”, una oración para tener un corazón puro, una oración para mantenerse en el camino angosto y estrecho, la cual nos da receptividad a la Palabra de Dios y capacidad para expresarla.

La oración por nosotros mismos bien puede incluir el deseo de ser una transparencia para que el Cristo, la Verdad, brille a través de nosotros. Hay una conocida y útil analogía sobre lo que es la transparencia: una ventana limpia por la que se puede ver un hermoso paisaje. Por supuesto, el propósito de la ventana no es que la gente diga: “¡Qué linda ventana!”, sino “¡oh, qué vista tan hermosa!”

Esta analogía ayuda a dejar de lado toda inquietud que pueda sentirse al hablar en público. No tenemos que preocuparnos por el número de personas que haya en la congregación. Por ejemplo, si hay muchas personas, quizás seamos tentados a pensar que vinieron a escucharnos a nosotros. O si hay sólo unas pocas, quizás nos sintamos tentados a pensar que muy pocas personas quieren venir a escucharnos. Es posible que también nos preocupe qué personas en especial estarán presentes. Pero lo mejor que podemos hacer por la congregación es leer con inspiración, dedicación, consagración, autoridad espiritual, gozo y amor, y dejar confiadamente el resultado en manos de Dios. El violín no se fija en las técnicas de ejecución ni en quién pueda estar en el auditorio; simplemente responde a la mano que lo toca. Nuestra oración puede ser: “Padre, úsame para cumplir Tu propósito. Que sea yo el instrumento que Tú tocas”.

Los Lectores tal vez quieran explorar más cabalmente el fundamento espiritual de la verdadera comunicación. La Mente divina es la única comunicadora; esa Mente que se desarrolla, se expresa, se revela, se interpreta y se recibe a sí misma. En la proporción en que escuchamos la dirección de la Mente y cedemos a ella, en esa proporción somos un instrumento en el desarrollo del plan de la Mente divina.

Un Lector dice que siempre estudiaba la Lección Bíblica con la idea de encontrar su mensaje central. En el transcurso de los años, vio que cada lección (aun cuando los temas se repiten) era totalmente individual y enfocaba el tema de una forma única. Una vez que sentía haber comprendido la esencia misma de la lección, escuchaba devotamente y buscaba con diligencia los himnos apropiados, la selección bíblica y la bendición que complementan la lección. No había nada rutinario o mecánico en esta tarea. El orden de los himnos según su tono contemplativo, elevador o alegre tenía un propósito específico.

Trataba de que la selección bíblica fuera el puente inicial que llevara a la lección misma. Y los avisos no eran algo que había que leer rápidamente. Eran otro de los medios del culto religioso para informar, consolar, amar y sanar. La lectura de "la exposición científica del ser” y del pasaje correlativo de las Escrituras en 1 de Juan, al final del culto, también variaban en tono y énfasis, según el mensaje de la lección. Dijo que hacía que sus bendiciones fueran una promesa consoladora del cuidado de Dios, de acuerdo con su relación con el tema central de la Lección-Sermón.

Finalmente, él siempre dedicaba tiempo suficiente a leer en voz alta todo el culto para asegurarse de que el significado del mensaje fuera captado. El consideraba que estas medidas aportaban un sentido de unidad y dirección que hacían que todo el culto se entendiera mejor, tuviera más ilación y se retuviera fácilmente.

Cualquiera que sea el enfoque, cualquiera que sea la preparación humana, la oración siempre es la base real de la lectura eficaz: la oración por uno mismo, por el culto, por la congregación, por la comunidad y por el mundo. Un culto religioso que no se apoya en la oración, bien puede asemejarse a una pintura del sol. Puede que parezca muy hermoso pero no tiene la luz ni el calor que hace crecer las flores.

Al orar por el culto, es conveniente que los Lectores consideren especialmente la definición de Iglesia que aparece en el Glosario de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y que la apliquen específicamente al culto. Comienza diciendo: “Iglesia. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”.Science and Health (Ciencia y Salud), p. 583: Church. The structure of Truth and Love; whatever rests upon and proceeds from divine Principle.”

Un Lector dijo que consideraba que los cultos expresaban “la estructura de la Verdad y el Amor”. Oraba para saber que el culto descansaba en la Verdad y el Amor, y no en la personalidad de él ni en la de otros. No descansaba en el profesionalismo o en el número de personas en la congregación. No se apoyaba en opiniones humanas, gustos o aversiones, críticas favoritas, ambición personal o temor. Comprendió que “lo que descansa en el Principio divino y procede de él” es seguro, normal, puro, libre, sin restricciones, saludable y útil.

Podemos encontrar inspiración, fortaleza, progreso y crecimiento espiritual en este período de servicio en la iglesia. Esta actividad provista por el Manual está protegida y a salvo. Los Lectores pueden con seguridad aplicar para sí mismos esta declaración de la Sra. Eddy: “Amados hermanos, hoy extiendo mi confraternidad de corazón y manos a los fieles, a aquellos cuyos corazones han estado latiendo a través de los cauces mentales del género humano para Dios y para la humanidad; y podéis estar seguros de que nunca dejaréis de contar con el brazo extendido de Dios mientras estéis a Su servicio”.Message for 1901 (Mensaje para 1901), p. 1: “Beloved brethren, to-day I extend my heart-and-hand-fellowship to the faithful, to those whose hearts have been beating through the mental avenues of mankind for God and humanity; and rest assured you can never lack God’s outstretched arm so long as you are in His service.”

Por tanto, sea bienvenido a su hogar después de la asamblea de su iglesia, usted ha sido elegido Lector. ¡Que sea maravillosa su experiencia! Sobre las reuniones de testimonios de los miércoles: comentarios de un ex Primer Lector

Sobre las reuniones de testimonies de los miércoles: comentarios de un ex Primer Lector

Hay integridad, balance perfecto en la estipulación de la Sra. Eddy para los cultos dominicales y las reuniones de los miércoles; equilibrio entre lo que se aprende y lo que se vive, entre lo que se conoce y lo que se hace, entre lo que se comprende y lo que se comparte. El estudio e investigación diarios de la Lección Bíblica durante la semana, por la mayoría de la congregación, culmina al escuchar esta Lección nuevamente como un sermón dominical; es el último encuentro con una querida compañera cuyos temas, profundidades e implicaciones hemos tenido amplia oportunidad de explorar. El enfoque se centra mayormente en aprender y escuchar.

En contraste, el enfoque de los miércoles se dirige más hacia la aplicación de estas enseñanzas y el compartirlas. Los miembros de la congregación deben haber comprobado, en cierto grado, la verdad y deben compartirla verbalmente, de lo contrario no habría un período de testimonios en la reunión. Y la lectura, sin que se anuncie su tema, sólo se escucha esta vez, sin que la congregación tenga una oportunidad de estudiar las citas después. De modo que, después de haber oído esa sola lectura, los oyentes tienen que tener un sentido suficientemente claro de la aplicación que tiene en su vida, en algún problema en el pensamiento público, o en los problemas del mundo, para adoptar sus verdades y ponerlas en práctica.

Esto constituye una exigencia especial para el Lector. El tema debe ser sumamente claro, más fácil de captar que los temas de la Lección-Sermón, que pueden estudiarse. Cuando una selección tiene esta claridad y es oportuna, práctica, pertinente a las necesidades del momento, los oyentes pueden captar el mensaje y aplicarlo, en lugar de pasar el tiempo preguntándose de qué trató lo que se leyó. A menudo, el primer himno puede indicar el tema con claridad (y los otros himnos tienen que estar igualmente bien relacionados con el tema).

He visto que es útil, siempre que sea posible, empezar la lectura con un versículo o dos, o aun con parte de un versículo, que prácticamente anuncie el tema, antes de pasar a una historia o a un texto que lo desarrolle. Una de las razones es que la mayoría de los relatos de la Biblia pueden usarse para ilustrar varios temas distintos, y es útil saber cuál de esos temas se está presentando en esa selección. Por ejemplo, en una oportunidad estaba preparando una selección sobre “gozo”, y vi, para mi sorpresa, que la Sra. Eddy se refiere con frecuencia al gozo que resulta de vencer el pecado, y eso de ninguna manera era lo que yo había pensado. Pero esto me condujo a usar como pasaje correlativo la historia de Cristo Jesús sobre el hijo pródigo, con las guiadoras parábolas: el regocijo de haber encontrado a la oveja perdida y la moneda perdida (ver Lucas 15:3–24). Sin embargo, el haber empezado con esas parábolas sin establecer primero qué aspecto de ellas se estaba desarrollando, hubiera sido confuso.

Esta experiencia ilustra algo que fue una verdadera roca en la que podía apoyarme: confiar en nuestro pastor (la Biblia y Ciencia y Salud; ver Manual, Art. XIV, Secc. 1) para dirigir, enseñar y predicar. Cuando dejaba que el tema se desarrollase en la dirección que señalaba nuestro pastor (como ocurrió con la selección sobre “gozo”), resultaba mucho más eficaz que cuando trataba de que los libros mencionaran lo que yo quería (lo que nunca dio resultado). Para que la selección fuera eficaz, tenía que permitir que los libros me enseñaran y me guiaran en la preparación de ésta.

Y lo mismo sucedía con la presentación. Podría dudar de mi propia capacidad para comunicar un tema adecuadamente. Pero sabía que esos libros podían predicar con autoridad y que podía confiar en esa prédica. Sabía que el pastor podía hablar con toda su vitalidad y vivacidad, con toda su riqueza de significado y potencia sanadora, siempre que yo dejara de lado un falso sentido del yo y dejara predicar al pastor. Esto me ayudó a ver con mayor claridad mi función de ser una transparencia. En cierto sentido yo era el vocero de esta verdad. Pero fundamentalmente yo estaba escuchando el mensaje del pastor igual que los integrantes de la congregación. Estábamos todos escuchando juntos, aun cuando me tocara a mí ser el instrumento por el que las palabras hallaban expresión.

Recuerdo haber escuchado un comentario que decía en sustancia que lo que se necesita no es la falsa humildad que hace que uno se menosprecie a sí mismo, sino una humildad más profunda que hace que uno se olvide completamente de sí mismo. Cuando verdaderamente nos compenetramos de las ideas que el pastor está presentando, que nos olvidamos del yo, entonces esas ideas se transmiten con claridad y vivacidad, con frescura y vitalidad, con fortaleza y dulzura, e igualmente con la abundante variedad inherente a las mismas ideas inspiradas. Entonces el pastor está realmente efectuando su propia prédica. Y podemos tener la certeza de que logrará cumplir su propósito.

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