Cuando era adolescente, mis padres me enviaron a una academia militar. Esta escuela era famosa por su excelencia académica y estricta disciplina militar. Esta disciplina se cumplía por medio de una organización compuesta de cadetes oficiales y cadetes suboficiales. Como en aquel entonces me sentía muy confundido, tenía muchos problemas en mis relaciones con los otros jóvenes. Debido a que había sido estudiante de una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana durante muchos años, recurrí a Dios para que me ayudara con esos problemas. El estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy me acercó a Dios. Finalmente mis problemas se solucionaron y, en cierta medida, crecí más espiritualmente en la Ciencia Cristiana.
Sin embargo, durante mi segundo año en la academia, me enfrasqué en una intensa competición para obtener promociones y reconocimiento. La oración y el estudio de la Ciencia Cristiana pasaron al olvido en favor de obtener galones en la manga y medallas en el pecho. La competencia era intensa, y comencé a sentirme cada vez más fatigado hasta que, literalmente, era la fuerza de voluntad lo que me empujaba. Finalmente, me enfermé tanto que no pude continuar en esa situación y tuve que ir a la enfermería; allí me examinaron y me pusieron inmediatamente en cama. Estaba tan enfermo que durante varios días estuve sin conocimiento.
Las autoridades de la escuela cablegrafiaron a mis padres, diciéndoles que me estaba muriendo de pulmonía y que era mejor que se apresuraran si querían verme con vida. Mis padres llamaron a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Entonces, ellos vinieron directamente donde yo estaba y solicitaron que se descontinuara todo tratamiento médico. Si bien los médicos y las enfermeras estaban bastante escépticos, luego de una larga conversación, accedieron con renuencia. Mis padres tuvieron que firmar un formulario de renuncia absolviendo a la academia y al cuerpo médico de toda responsabilidad.
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