A Catita le gusta jugar con pompas de jabón. Sabe cómo soplar despacio por el aro de alambre para hacer pompas grandes. Sabe cómo soplar rápido para hacer un montón de pompas pequeñas. También sabe cómo verter el líquido para el baño de espuma en la bañera para llenarla de burbujas. Pero Catita no sabía que podía aprender una lección de las pompas de jabón.
Una noche, ya tarde, Catita estaba dormida y su cuarto estaba a oscuras. De pronto se despertó llorando porque le dolía el oído. Catita quería volver a dormirse pero no podía dejar de llorar. Estaba segura de que Dios la estaba cuidando, pero, debido al dolor y la oscuridad le era difícil quedarse tranquila y sentirse cerca de Dios.
La mamá oyó que Catita lloraba y vino a ayudarla. Catita escuchaba mientras su mamá le decía que Dios la amaba y que ella era Su hija perfecta. La mamá la abrazó muy fuerte, pero Catita aún tenía deseos de llorar. — Vamos a sentarnos y a encender la luz, así estaremos realmente despiertas para escuchar a Dios — dijo finalmente la mamá.
Y eso fue lo que hicieron. Empezaron a cantar himnos que conocían del Himnario de la Ciencia Cristiana. Cantaron uno de los favoritos de Catita, cuya letra fue escrita por la Sra. Eddy. Se llama “Oración Vespertina de la Madre” Himnario, N.º 207., y empieza así: “Gentil presencia, gozo, paz, poder”. Catita dejó de llorar. Ahora, la “gentil presencia” de Dios parecía estar allí mismo con ella.
—¿Quieres darte un baño de espuma? — a la mamá se le ocurrió decir. Catita pensó que sería divertido, especialmente a medianoche. Las dos vertieron el líquido del baño de espuma bajo el agua de la canilla. Observaron cómo las burbujas crecían en pilas tan grandes que casi se desbordaban de la bañera. Cuando Catita metió los pies en la bañera las burbujas se aplastaron. Se sentó y trató de tomar algunas burbujas con las manos, mas éstas desaparecieron. Catita hizo una montaña muy alta de burbujas y luego puso las manos encima, y las burbujas se desvanecieron.
— Sabes Catita, a veces el dolor puede parecer real. Pero no es más real que un montón de burbujas que se desvanecen — dijo la mamá.
Catita quería entender cómo algo que parecía real, o que uno sentía como real, no lo fuera. Su mamá le dijo que lo que nuestros ojos y oídos materiales nos dicen, no siempre es verdad. Los ojos nos dicen que las burbujas forman una montaña, pero éstas van desapareciendo hasta que no queda nada.
Lo que Dios nos dice es siempre real y no desaparece. La Biblia dice que Dios hizo al hombre a Su semejanza, y que El llamó a toda Su creación buena. Así que eso es lo real. Catita había aprendido esto en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. También sabía que la manera de conocer lo que es bueno y real es prestando atención a los pensamientos que nos vienen de Dios. Sus mensajes son siempre buenos. Un oído que duele no es un mensaje bueno, por lo tanto, no viene de Dios y no es verdadero.
Pronto Catita salió de la bañera. Durante un rato ella y su mamá permanecieron atentas a los buenos pensamientos — los mensajes de Dios — que les hablaban de la Verdad. El hombre es espiritual, completo y bueno. Esto significaba que Catita era realmente espiritual. No podía tener ningún dolor.
Pronto Catita y su mamá se sintieron totalmente seguras de la bondad y el amor de Dios. Catita se dio cuenta de que el oído ya no le dolía. Se sentía perfectamente bien. Estaba lista para volver a la cama, y ahora sentía que hasta la oscuridad estaba llena de la presencia de Dios.
Nota de la mamá:
Probablemente, otros padres sabrán cómo me sentí cuando esa noche, medio dormida, entré a los tropezones al cuarto de Catita. Tenía la leve esperanza de que todo lo que mi hija necesitaba era un poco de consuelo y luego las dos podríamos seguir durmiendo. Pero en seguida me di cuenta de lo urgente de la situación. Yo sabía que necesitábamos elevarnos mental y físicamente para poder comprender con mayor claridad la totalidad de Dios. Este deseo de estar cerca de Dios y de recurrir a ideas espirituales para la curación, fue lo que produjo el comienzo de la mejoría. Catita de inmediato se tranquilizó y comenzó a orar conmigo.
Mientras cantábamos himnos, sentí que sería bueno que nos levantáramos de la cama para poder realmente prestar atención a nuestras oraciones. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Tenemos que dirigir la mirada en la dirección en que deseamos caminar y debemos actuar como poseedores de todo el poder de Aquel en quien somos”.Science and Health (Ciencia y Salud), pág. 264: “We must look where we would walk, and we must act as possessing all power from Him in whom we have our being.”
¡Un poco de acción está bien, pero el resto de la familia aún dormía! Decidimos que un baño sería divertido, pero no debíamos hacer mucho ruido en medio de la noche. Eso también nos hizo reír y sentirnos muy cerca, y ayudó en gran parte a desvanecer el temor. De modo que allí mismo, en el baño, estábamos orando en voz alta (bueno, no muy alta).
Si alguna vez han orado con un niño, indudablemente sabrán lo útil que puede ser darle, de manera espontánea, un ejemplo que pueda visualizar en ese momento. La analogía de las burbujas quizás no sirva para el salón de clase en la escuela, pero en ese momento fue una inspiración natural. Lo que me impresionó fue la claridad con que Catita comprendió el punto esencial, o sea, que el dolor o el temor, o cualquier otra cosa que los sentidos puedan creer, en realidad no es nada, pues Dios es Todo. Esa experiencia con las burbujas reforzó su convicción infantil de que Dios es el único poder y que El hace lo que es bueno y verdadero. Ya no estaba basándose sólo en mi palabra. Ella lo percibió como la verdad.
Finalmente, recordamos que Dios es el único que se comunica con Su idea, el hombre. El oír es esencialmente una actividad espiritual mental; los materiales no pueden registrar mensajes verdaderos acerca de la condición del hombre. En la Biblia, Jacob se enfrentó con un ángel mensajero hasta que toda su naturaleza fue transformada y bendecida. Ver Gén. 32:24–30; Ciencia y Salud 308:15–25. Catita y yo permanecimos con los ángeles que estábamos escuchando hasta que nos sentimos absolutamente seguras de la totalidad de Dios. Por eso no fue ninguna sorpresa oír a Catita decir que su oído estaba completamente bien.
Estamos muy agradecidos porque Dios está siempre a nuestra disposición, tanto para sanar a nuestros hijos como a nosotros mismos. Cualquier momento es el momento perfecto para sentirnos más cerca de Dios, aun en medio de la noche.
