Estoy agradecida por el cuidado de Dios para con mi familia. He aprendido que su cuidado nunca está ausente y que nunca se acaba.
Mi esposo regresó a casa una tarde con la noticia de que el departamento en donde trabajaba había sido disuelto, y que se había quedado sin empleo. A pesar de eso, sentimos la seguridad de que no había nada que temer porque sabíamos que sólo podíamos experimentar las bendiciones del bien de Dios, en ese mismo momento y en todo momento venidero.
Teníamos un negocio de familia al que mi esposo había querido dedicar todo su tiempo desde hacía años. Siempre habíamos pensado que este negocio no nos podría mantener porque era un negocio de temporada, y, por lo tanto, no sería sensato dedicarle todo el tiempo. Entonces oramos para obtener orientación, y vimos con claridad que era el momento oportuno para que mi esposo participara en este negocio. Al cabo de dos meses, el trabajo había aumentado de tal manera, que teníamos que poner a los clientes que deseaban nuestros servicios en una lista de espera. Si bien nuestro negocio es considerado de temporada, durante muchos años nos ha proporcionado trabajo durante todo el año.
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