Un sermón que apareció el año pasado en un número de The Christian Ministry habla de la época en que el gran compositor George Frederick Händel estaba pasando por momentos difíciles en su vida y carrera. Hacía poco que había padecido de una grave enfermedad que le había dejado las manos parcialmente paralizadas. Parecía no ajustarse a los círculos sociales de la Europa del siglo dieciocho, ni siquiera entre sus colegas músicos. Pero, tal vez, lo más devastador para él, en lo personal, era que sabía que su música no era apreciada. De hecho, en lo que concernía a la opinión pública, sus nuevas óperas eran un fracaso. Sus acreedores andaban tras él.
Era un hombre solitario con muy pocas esperanzas de que se reconociera la obra de su vida. No obstante, hubo un cambio diametral en la vida de Händel. Según dice la historia, una noche había sido humillado en una reunión de músicos, y volvió a su casa desalentado. No obstante, vio que un amigo había pasado y "le había dejado un paquete sobre su escritorio que contenía una recopilación de versículos de la Biblia, un conjunto que su amigo llamó 'El Mesías' ". Al principio, Händel no estaba de humor para tener en cuenta los versículos, no obstante, un pasaje en particular llamó su atención vivamente. Era del Antiguo Testamento (Isaías 40:1, 5): "Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.. . Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá".
Casi milagrosamente, esos versículos de la Biblia dieron a la vida del compositor una perspectiva diferente. "La soledad de Händel empezó a desaparecer.. . La armonía de coros poderosos y la música de orquesta y órgano inundó su árida alma, vivificándolo. Con increíble rapidez llenó hoja tras hoja. Trabajó toda la noche, sin dormir".
Durante las próximas tres semanas, el compositor escribió y escribió, inspirado, a solas con lo que ciertamente tuvo que ser su íntima oración. "Esos días de soledad fueron los más gloriosos de la vida de Händel. Dijo: 'Las puertas del cielo se abrieron de par en par, y yo estaba en la compañía de Dios Todopoderoso' ". Ver Dick Underdahl-Peirce, "When God Seems Far Away", The Christian Ministry, Enero-Febrero 1989, pág. 24.
Por supuesto, cuando estuvo terminado, El Mesías de Händel se convirtió en una de las obras más grandes, conmovedoras y apreciadas en toda la literatura de la música clásica. Su notable experiencia demuestra el poder que vive en las Escrituras. Muestra la gracia y maravilla que puede manifestarse en la vida humana cuando nuestra oración a solas, nos hace estar conscientes de la presencia de Dios.
El Mesías mismo, Cristo Jesús, enseñó a sus seguidores la esencial importancia de vivir una vida de oración. Habló acerca de la oración sincera e importuna: la firme búsqueda de la verdad y de adorar a Dios con pureza. No obstante, advirtió a sus discípulos sobre la hipocresía en la oración. Por ejemplo, les enseñó que hay una diferencia básica entre la oración en público, cuya intención primordial es la de impresionar a otros, y la íntima comunión con el Padre, la cual deja que el corazón hable sinceramente de nuestros anhelos más profundos. Después de precaver a sus discípulos contra la vanidad de quienes quisieran orar "en pie.. . en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres", Jesús aconsejó: "Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". Mateo 6:5, 6.
En privado, cada uno puede volverse directamente a Dios sin temor a ser malinterpretado. Es en ese lugar "secreto" de oración que tenemos la oportunidad de examinar humildemente nuestras aspiraciones, preferencias y deseos. Es aquí donde podemos descubrir la verdad espiritual de Dios y el hombre, la cual establece el gobierno del Principio divino en nuestra vida. Esa oración consagrada nos libera del pecado y lo quita de nuestro carácter. La oración sana la enfermedad y quita la carga del pesar o la desesperación. Verdaderamente amplía, enriquece y profundiza nuestros afectos hacia Dios y Su creación.
¿Qué es esa verdad espiritual que se aclara a través de la oración? Entre muchas otras cosas, puede incluir una comprensión cada vez mayor de la cercanía de Dios, de Su omnipresencia, y de Su poder sin oposición como el único Espíritu infinito, Mente omnisapiente, Amor divino. La oración nos ayuda a reconocer que la bondad de Dios está presente aunque a veces sintamos que no es así. La oración nos nutre con la convicción de que Dios está siempre cuidando de Sus hijos, y empezamos a ver que todos somos en realidad — verdaderamente — hijos de Dios.
Los estudiantes de Ciencia Cristiana saben que para ser sinceros seguidores de Cristo Jesús tienen que aceptar, sin reservas, la responsabilidad esencial de orar. El Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy elucida nuestra obligación cristiana de varias e importantes maneras. Habla del deber diario de vigilar espiritualmente y de continuar orando con fidelidad. Ver Man., Art. VIII, Secs. 1, 4. El Manual también muestra el importante deber de orar desinteresadamente en las iglesias de la Ciencia Cristiana, oraciones que incluyen a la congregación entera. Ver ibid., Art. VIII, Sec. 5. El Manual por cierto indica la fortaleza, vitalidad y gozo que adquirimos a medida que respondemos al llamado espiritual de orar y estudiar. La Sra. Eddy escribe: "Al Científico Cristiano no le fatiga la oración, la lectura de la Biblia o la del libro de texto de la Ciencia Cristiana".Ibid., Art. XVII, Sec. 1.
Para el Científico Cristiano, el estudio personal de la Biblia y del libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, es muy fortalecedor. Ese estudio desarrolla en nosotros una comprensión más profunda de las consecuencias espirituales de aquello que nos revela nuestra oración. De la inspirada Palabra de las Escrituras y de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana se evidencia que para poder captar lo que significa ser hijo de Dios no debemos simplemente mejorar la vida humana o hacerla un poco más confortable; debe ser transformada, renovada. Despertamos para descubrir que el hombre es la imagen espiritual, la expresión pura, de Dios Mismo. En esa espiritual espiritual que todos tenemos con Dios, es donde se lleva a cabo el poder para la curación y la redención.
Ciencia y Salud incluye esta observación acerca de lo que se requiere de la vida de oración del cristiano. "Para orar como se debe, hay que entrar en el aposento y cerrar la puerta. Tenemos que cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales. En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es Todo".
Después viene el compromiso verdadero y la manera diaria de vivir: "Tenemos que resolvernos a tomar la cruz y con sincero corazón salir a trabajar y velar por la sabiduría, la Verdad y el Amor. Tenemos que 'orar sin cesar'. Tal oración es respondida en la proporción en que llevemos nuestros deseos a la práctica. El mandato del Maestro es que oremos en secreto y dejemos que nuestra vida atestigüe nuestra sinceridad".Ciencia y Salud, pág. 15.
Estar a solas con nuestra oración es estar a solas con Dios, unidos con la verdadera fuente y sustancia de nuestro ser. Aquí es donde encontramos la fortaleza necesaria para hacer todo el bien que es justo que hagamos. Tal vez no escribamos un Mesías de Händel. Pero ciertamente descubriremos otras maneras de ayudar a nuestro mundo, elevar a nuestro prójimo y traer curación. La curación espiritual mediante la oración es con certeza una de las contribuciones más importantes que todos podemos hacer en bien de la humanidad.
La promesa de Isaías continúa inspirando todo esfuerzo humilde en servicio del Padre: "Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.. . Y se manifestará la gloria de Jehová". Estar a solas con nuestra oración es sentir la gracia de Dios, dar testimonio de Su poder salvador. Tenemos que dedicar tiempo a esta tranquila oración sincera, diariamente y con frecuencia; y hacer todo lo que podamos para vivir nuestra oración "sin cesar".