El Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy nutre la vida de oración que es característica de la Ciencia Cristiana. Reitera el espíritu del Sermón del Monte que nos dejó Cristo Jesús, al cultivar el carácter moral y espiritual necesario para la demostración cristiana. El Científico Cristiano que practica su religión no puede evitar observar que todo lo que Cristo Jesús exigió a sus discípulos tiene un corolario en la ley del Amor, revelado en la Ciencia Cristiana. El cumplimiento eficaz del Artículo VIII, Sección 4, "La oración diaria", realmente trae como consecuencia el desarrollo cristiano que está resumido en el Sermón del Monte, y que está reflejado en todas las disposiciones del Manual de la Iglesia. Cuanto más estudiemos los Evangelios desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, tanto más sabremos acerca de las "disposiciones del corazón" que guían hacia "la respuesta [de Jehová]". Prov. 16:1.
La Sra. Eddy siguió el ejemplo de nuestro Salvador, Cristo Jesús; trabajó fielmente y se sacrificó para lograr que toda la humanidad comprendiera que la oración es eficaz. El capítulo "La oración" en Ciencia y Salud, guía al lector y al estudiante hacia la esencia del Sermón del Monte que dio Cristo Jesús. Elucida para todos el continuo poder y autoridad de las enseñanzas de Jesús. La gran exigencia de esta época es que se demuestre el poder que tiene la oración para sanar y salvar. Aquellos que realmente lo están demostrando, empiezan a comprender lo que significa el trabajo al que la Sra. Eddy dedicó toda su vida, y el lugar que ella ocupa en la historia cristiana.
La estipulación del Manual sobre "La oración diaria", ayuda a cada estudiante a sentir de una manera constante la relación del hombre con Dios. Como la Sra. Eddy indica en Ciencia y Salud: "La comprensión, semejante a la de Cristo, del ser científico y de la curación divina, incluye un Principio perfecto y una idea perfecta — Dios perfecto y hombre perfecto — como base del pensamiento y de la demostración".Ciencia y Salud, pág. 259. El vivir esta verdad científica exige tanto regeneración cristiana como disciplina espiritual.
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