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Hace unos años al ir manejando sola por una carretera desierta, me...

Del número de febrero de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos años al ir manejando sola por una carretera desierta, me dormí en el volante. El movimiento del auto al irse a la banquina me despertó con un sacudón segundos antes de que el auto chocara. En ese breve instante exclamé: “Dios es omnipotente, omnipresente, omnisciente”.

El auto se estrelló en una hondonada llena de ramas secas y quedó totalmente destrozado. Aunque el parabrisas se hizo añicos al chocar contra las ramas, ni un trozo de vidrio quedó fuera de lugar. Me sentí amparada por la confianza en el cuidado de Dios y el agradecimiento que sentí por Su cuidado.

El conductor de un camión que pasaba por allí había visto el accidente e inmediatamente llamó a la policía, a la ambulancia y a un camión de remolque. Me llevaron a un hospital donde me hicieron radiografías de la espalda que revelaron fracturas múltiples. Por último, pude llamar a unos amigos para pedirles que solicitaran a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara por medio de la oración. También hice los arreglos para que me llevaran a un sanatorio donde pudiera ser atendida por enfermeras de la Ciencia Cristiana.

Acostada boca arriba y sintiéndome desvalida, comencé un proceso de reforma física y espiritual a través del cual seguí sintiéndome agradecida por el cuidado de Dios y confiando en Su cuidado. Aprendí a escuchar bien las Lecciones Bíblicas semanales de la Biblia y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Los mensajes de la verdad espiritual que contenían estas lecciones eran cada vez más claros para mí.

No me quejaba ni murmuraba sobre mi situación. ¡Mantuve mi pensamiento en Dios en todo momento! El Amor divino era como un salvavidas que sostenía mi pensamiento. Debido a esa oración y trabajo constantes, la belleza de la santidad se estaba apoderando de mí. Tal como dice el Himno 3 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

Un corazón de gratitud
jardín hermoso es,
do toda gracia divinal
perfecta brotará.

Recuerdo el día en que dos fieles amigas manejaron una gran distancia para visitarme. Su visita me brindó una ocasión para resistir la tentación de permanecer acostada. Al saludar a mis amigas con todo corazón me senté por primera vez. Era un enorme paso hacia adelante. Estaba cultivando el amor paso a paso.

Fue muy importante para mi reclamar y probar lo intemporal que es el hombre, el hijo de Dios, la Vida eterna. Esta intemporalidad es el derecho divino que tiene el hombre, y yo sabía que la vida perfecta, eterna, es natural para el hombre de la creación de Dios. Estaba llena de gozo y mi actividad fue en aumento al comprender estas verdades. Poco después pude abandonar la cama y sentarme en un sillón, todavía estudiando profundamente la Biblia y Ciencia y Salud.

Además de los efectos del accidente, algo más se estaba sanando. Antes de este accidente durante algunos meses había buscado, a través de la oración, librarme de un sentido equivocado de responsabilidad y angustia relacionado con la injusticia de los sucesos mundiales. Ahora, a través de esta experiencia, estaba aprendiendo que uno no puede sanar partiendo de la evidencia del sentido material, que hace que uno se hunda en vez de elevarse. Uno tiene que mantener su confianza en Dios. No existe otro medio de sanar el cuerpo, el mundo o la injusticia.

El enfocar mi pensamiento hacia la naturaleza eterna de la Vida y el Amor cambió mi manera de pensar. No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que había encontrado el camino divino. Comprendí que debía confiar en Dios para todas las cosas. ¡Qué maravilloso! Podía amar y perdonar. Y estaba comenzando a caminar.

Con toda esta transformación espiritual, en menos de tres meses entré en mi casa caminando sin apoyarme en nada, definitivamente restablecida. La espalda que antes no estaba derecha, ahora sí lo estaba.

Siento que nací de nuevo, y estoy plena de un nuevo sentido de Amor y Vida. Estoy profundamente agradecida porque mi vida desde mi niñez estuvo basada en la Ciencia Cristiana. Las recompensas han sido enormes y cada vez mayores.


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