Hace unos años al ir manejando sola por una carretera desierta, me dormí en el volante. El movimiento del auto al irse a la banquina me despertó con un sacudón segundos antes de que el auto chocara. En ese breve instante exclamé: “Dios es omnipotente, omnipresente, omnisciente”.
El auto se estrelló en una hondonada llena de ramas secas y quedó totalmente destrozado. Aunque el parabrisas se hizo añicos al chocar contra las ramas, ni un trozo de vidrio quedó fuera de lugar. Me sentí amparada por la confianza en el cuidado de Dios y el agradecimiento que sentí por Su cuidado.
El conductor de un camión que pasaba por allí había visto el accidente e inmediatamente llamó a la policía, a la ambulancia y a un camión de remolque. Me llevaron a un hospital donde me hicieron radiografías de la espalda que revelaron fracturas múltiples. Por último, pude llamar a unos amigos para pedirles que solicitaran a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara por medio de la oración. También hice los arreglos para que me llevaran a un sanatorio donde pudiera ser atendida por enfermeras de la Ciencia Cristiana.
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