Por más de seis décadas la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) ha bendecido cada faceta de mi experiencia. Jamás podría expresar completamente mi gratitud con palabras.
Me casé durante la Segunda Guerra Mundial. Después de haber vivido en un departamento por unos cuantos años, mi marido y yo sentimos que había llegado el momento de pensar en un cambio. Como mi marido había sido carpintero antes de alistarse en las fuerzas armadas, pensamos que podríamos aprovechar su habilidad para construir una casa o reformar una antigua.
Mi esposo no era estudiante de Ciencia Cristiana, pero ya había reconocido lo útil que había sido la Ciencia en nuestro matrimonio. De modo que estaba muy de acuerdo en que recurriera a la oración para cada paso que tuviéramos que dar en esta empresa. Oré, pidiendo a Dios que nos guiara, y vi con claridad la dirección que debíamos seguir.
Sentimos que lo correcto era edificar una casa. Debo confesar que yo estaba un poco nerviosa al pensar en semejante proyecto, ya que no teníamos una cuenta bancaria cuantiosa. Sin embargo, confiando en Dios, seguimos adelante. Localizamos una hermosa área boscosa, en la cual habían destinado seis lotes para el uso de veteranos. Todos los lotes estaban vendidos, pero después de varios arreglos uno estuvo disponible. Lo compramos y dibujamos los planos.
Siempre estaremos agradecidos a varios miembros de la iglesia filial que con tanto amor ayudaron a mi marido a echar los cimientos. Nunca pedimos dinero prestado, y la mayor parte del trabajo se hizo los fines de semana y por la tarde, mientras había luz natural. Hubo muchos desafíos, pero fueron superados aplicando las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. La casa no fue construida de la noche a la mañana, pero fue terminada libre de deudas, y disfrutamos viviendo juntos en ella durante casi treinta y cinco años.
Tuvimos otra gran bendición cuando mi marido comenzó a sufrir de ataques de náusea que me atemorizaron. Uno de estos ataques ocurrió durante una semana en que la Lección Bíblica incluía la experiencia de Moisés y la zarza que ardía pero no se consumía (ver Exodo 3:2).
Una mañana, mientras hacía el trabajo de la casa, oré para entender más claramente la historia de Moisés y la zarza. Entonces me di cuenta de que todo lo que parece suceder en la experiencia mortal no toca para nada al hombre real y espiritual. Como leemos en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (pág. 475): "El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es físico".
Este reconocimiento fue para mí maravilloso. La zarza ardía, pero no se consumía. De igual manera el hombre, la idea espiritual, no es tocado por la enfermedad ni por ningún tipo de discordancia. ¡Qué peso me saqué de encima! Estaba llena de admiración y el miedo y el pavor desaparecieron. Pronto me di cuenta de que mi esposo ya no tenía más ataques, estaba completamente bien.
Otra experiencia inapreciable que puede ayudar a alguien sucedió hace muchos años, en un momento en que me sentí perturbada por varias circunstancias. Durante ese período tuve síntomas de problemas cardíacos. Sólo falté a la oficina durante siete días y me sentí muy agradecida porque pude seguir trabajando sin que nadie se diera cuenta de lo que me pasaba. Sin embargo, la curación no fue inmediata.
Después de un par de meses, mi marido y yo fuimos con nuestra casa rodante a acampar en un parque situado cerca de un río. Habíamos pasado otras vacaciones allí, pero esta vez yo no me sentía libre como de costumbre. Recuerdo una hermosa mañana cuando estábamos caminando por la orilla del río y llegamos a un puente. Nos detuvimos a mirar un lugar donde acostumbrábamos ir a nadar y donde nos divertíamos. Me dije a mí misma con resignación: "Si no volviera allí, no me importaría". Luego pensé: "No es así como debo pensar".
Mientras mi marido y yo continuábamos nuestro paseo, pensé en la Lección Bíblica que había estudiado esa mañana temprano. Recordé estos versículos de la Biblia incluidos en la lección (Efesios 5:8): “En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”. Acepté esta verdad espiritual con regocijo. A partir de ese momento me sentí completamente libre y disfruté nadando y haciendo largas caminatas como antes. Y no volví a tener síntomas de problemas cardíacos. Este versículo bíblico me ha bendecido muchas veces desde entonces.
Mi corazón está lleno de gratitud por el movimiento de la Ciencia Cristiana y, particularmente, por la maravillosa afluencia de “tesoros” que compartimos a través de nuestras publicaciones periódicas autorizadas. Verdaderamente, como dijo una vez una niñita: “¡Mi copa está rebosando, y mi platillo, también!”
Victoria, Columbia Británica, Canadá