La comprensión de la Ciencia Cristiana trae consigo un influjo del Amor que no se puede extinguir. Este Amor es divino, su influencia es divina. Su efecto es divino. La curación y la salvación del pecado son su resultado inevitable. Aquellos que han obtenido cierta comprensión de la Ciencia Cristiana sienten la responsabilidad de defender este logro espiritual a fin de poder seguir demostrando la Ciencia Cristiana en la vida diaria, sanando al enfermo y reformando al pecador. Prestar atención a este punto es esencial porque, como el Apóstol Santiago tan escuetamente lo dice: “La fe sin obras está muerta”. Sant. 2:26. Como la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana y como su primera maestra, Mary Baker Eddy, explica en el Prefacio de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Ahora, como entonces, estas obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente naturales. Son la señal de Emanuel, o ‘Dios con nosotros’ — una influencia divina que está siempre presente en la consciencia humana y se repite, viniendo ahora como fue prometida antaño:
A pregonar libertad a los cautivos [de los sentidos],
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos”.Ciencia y Salud, pág. xi.
No hay nada que se compare al cambio que ocurre en la vida cuando uno reconoce al “Emanuel”, esa “influencia divina que está siempre presente en la consciencia humana”. No obstante, para mantener y preservar esta unidad espiritual con Dios, hay que mantenerse alerta. La Ciencia Cristiana hace posible que lleguemos a demostrar en cierto grado aquella declaración de Pablo de tener esa Mente que estaba también en Cristo Jesús. Ver Filip. 2:5. Para que esta Mente se manifieste constantemente mediante la espiritualización del pensamiento, la curación y la regeneración, se requiere que los Científicos Cristianos se adhieran a una importante admonición, intitulada “Alerta al deber” Ver Man. Art. VIII, Sec. 6. en el Manual de La Iglesia Madre por nuestra Guía, Mary Baker Eddy.
Imbuidos profundamente de ese amor por el bien espiritual, el estudiante de la Ciencia Cristiana puede aprender a detectar lo que no participa de la naturaleza del Cristo. Fidelidad a Dios significa fidelidad a las enseñanzas y a la práctica de Su Hijo, Cristo Jesús; porque conocemos al Padre mediante su ejemplo. Nuestra fidelidad inquebrantable a Dios, nuestro vivir en la consciencia del bien, es una completa destrucción para cualquier índole de error y mal. La prueba final de esto se encuentra en la resurrección y ascensión de Cristo Jesús.
Descubrimos nuestro deber para nuestra Guía mediante un continuo estudio y aplicación diaria de las enseñanzas que se encuentran en nuestro libro de texto, Ciencia y Salud. Este libro único revela las Escrituras y nos permite ahora mismo redescubrir y experimentar el poder sanador del Cristo. Nuestra época ha sido bendecida por la Sra. Eddy mediante su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, y cuando la Ciencia Cristiana se practica diariamente, esta Ciencia continúa bendiciendo a la humanidad.
La verdadera práctica de la Ciencia Cristiana confirma que la Verdad divina es universal y está siempre activa. Jesús, en una analogía, usó como símbolo a una gallina que junta a todos bajo sus alas. Ver Mateo 23:37. Así el Cristo sanador rodea y junta a todos en el conocimiento del Amor que es Dios. El Cristo ha venido no sólo para una persona o para un pequeño grupo, sino que ha venido para toda la humanidad, y el progreso en la curación requiere que todos sean incluidos en la visión de la salvación universal.
Nuestra obediencia al Estatuto “Alerta al deber” protege nuestro sagrado sentido de Emanuel, y manifiesta las obras naturales del Amor divino. Entonces nuestras vidas dan testimonio de que conocemos algo del Amor divino. El Manual de la Iglesia representa la ley del Amor que impulsa esta evidencia, garantizando su desarrollo en el mundo para siglos venideros.
La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana