El novelista e historiador de la represión de Stalin, Alejandro Soljenitsyn se refiere, en su conferencia ganadora del premio Nobel, a un proverbio ruso: “Una palabra de verdad pesa más que el mundo”.Nobel Lecture (New York: Farrar, Straus and Giroux, Inc., 1972), pág. 34.
Quienes han sobrevivido gobiernos represivos hablan de que esos gobiernos hacen esfuerzos increíblemente complicados no sólo para controlar las acciones, sino para coaccionar el pensamiento, lavar el cerebro, hacer que la gente piense de manera diferente de aquella que ella sabe que es verdad. Con mucha frecuencia los esfuerzos han tenido éxito, por lo menos temporalmente. La actitud de la gente ha sido como si lo negro fuera blanco, y lo blanco fuera negro, como si el mal fuera bueno, y el bien fuera malo. Han abandonado la verdad que les pertenecía.
Generalmente, los opresores parecen estar más percatados que antes de que lo que necesitan es este consentimiento íntimo. Pero cuando se pierde el consentimiento de la falsedad, incluso las fuerzas supuestamente superiores comienzan a derretirse como el hielo bajo el cálido viento de un día primaveral.
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