El novelista e historiador de la represión de Stalin, Alejandro Soljenitsyn se refiere, en su conferencia ganadora del premio Nobel, a un proverbio ruso: “Una palabra de verdad pesa más que el mundo”.Nobel Lecture (New York: Farrar, Straus and Giroux, Inc., 1972), pág. 34.
Quienes han sobrevivido gobiernos represivos hablan de que esos gobiernos hacen esfuerzos increíblemente complicados no sólo para controlar las acciones, sino para coaccionar el pensamiento, lavar el cerebro, hacer que la gente piense de manera diferente de aquella que ella sabe que es verdad. Con mucha frecuencia los esfuerzos han tenido éxito, por lo menos temporalmente. La actitud de la gente ha sido como si lo negro fuera blanco, y lo blanco fuera negro, como si el mal fuera bueno, y el bien fuera malo. Han abandonado la verdad que les pertenecía.
Generalmente, los opresores parecen estar más percatados que antes de que lo que necesitan es este consentimiento íntimo. Pero cuando se pierde el consentimiento de la falsedad, incluso las fuerzas supuestamente superiores comienzan a derretirse como el hielo bajo el cálido viento de un día primaveral.
Cuanto más sabemos de la naturaleza mental de la opresión, más evidente se vuelve la notable perpetuidad de un Estatuto del Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy, y se comprueba lo necesario que es actualmente. El Estatuto, bajo el encabezamiento “Alerta al deber”, en la sección “Disciplina”, dice: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado”.Man., Art. VIII, Sec. 6.
La manera en que siempre, y en gran medida, han venido funcionando muchas cosas en un mundo aparentemente material, es por medio de las sugestiones mentales agresivas, otro nombre para el magnetismo animal o hipnotismo. Los seres humanos tienden a no pensar por sí mismos, sino en respuesta a las corrientes y opiniones de la mente humana en general. Piensan lo que otros piensan, y, especialmente, cuando otros están empeñados en que eso suceda.
La Biblia tiene una descripción exacta del efecto de la mente carnal en el comentario de San Pablo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. Rom. 7:19.
No obstante, Pablo hubiera sido el primero en estar de acuerdo en que aunque todo el mundo consideraba con frecuencia que eso era una ley, por cierto que no lo era. Parecía dominar hasta que la ley superior del Espíritu era aceptada y obedecida. Entonces se evidenciaba que el hombre de ninguna manera estaba bajo la “ley” u operación de la mente carnal, sino maravillosamente relacionado con el Espíritu, Dios.
Mary Baker Eddy definió, más completa y sistemáticamente que nadie, el poder del Espíritu como la única realidad, la única ley del ser del hombre. De hecho, su descubrimiento de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) dio a conocer a Dios como la única inteligencia, o Mente, del hombre. Inevitablemente, esto también incluyó el haberse percatado que incluso el mal más engañoso y sutil es una sugestión mental hipnótica, que carece de realidad. Había encontrado esta influencia respecto a su propia reputación y su descubrimiento de la Ciencia Cristiana. Escribe: “La hoguera y el cadalso jamás han acallado los mensajes del Altísimo. ¿Puede entonces el actual modo de intentarlo — es decir, valiéndose de falsedades calumniosas, y de un método mental secreto, mediante los cuales realizar los propósitos de la envidia y la maldad — acallar la Verdad? Jamás... ‘Jehová reina; regocíjese la tierra’ ”.Escritos Misceláneos, pág. 277.
De la profundidad de la experiencia de nuestra Guía vino su convicción de la necesidad de un Estatuto definido, con claridad, para los miembros de la iglesia. No obstante, si hemos de obedecer el Estatuto, es de primordial importancia mantenerse en el hecho de que la razón primordial del descubrimiento de la Ciencia Cristiana no es desenmascarar fuerzas mentales que tienen malas intenciones. Es, de hecho, el descubrimiento de la presencia total y gobernante de Dios, el bien, y, por lo tanto, de la falsedad básica del mal en toda forma.
Por ejemplo, puede ser que nos preguntemos si tenemos la capacidad para resistir la sugestión agresiva, o incluso la de discernirla como sugestión y no como verdad. Pero la Ciencia Cristiana enseña que todos, por naturaleza, tenemos esa habilidad porque el hombre es algo diametralmente opuesto a un mortal. El hombre es lo que la Mente divina conoce y hace. Y puesto que la Mente es total, omnímoda y verdadera, tenemos la habilidad de conocer y expresar a la Mente. No se requiere ninguna intrincada pericia metafísica. Se requiere la obediencia al Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Ex. 20:3.
Nuestra defensa es la elección de servir a un solo Dios. Esto requiere vivir nuestro cristianismo. Significa estar dispuesto a confiar y proceder comprendiendo que Dios es toda la inteligencia que verdaderamente existe, sin que nada quede en la materia que pudiera actuar con perversidad por sí sola.
Pero ¿qué decir si nos vemos enfrentados por una evidencia en verdad considerable y atemorizante de mal e injusticia? ¿Es, en realidad, posible considerar esto como sólo una sugestión agresiva? Lo es, si queremos seguir a Cristo Jesús, si queremos demostrar el poder de la Ciencia del Cristo. La regla cristianamente científica es identificar el mal como error, como sugestión falsa en cuanto a la omnipresencia de Dios, y así defendernos de ella comprendiendo y aceptando la verdad.
Pero ¿qué decir si nos estamos defendiendo, mientras que otros evidentemente no se están defendiendo, y de esa manera nos están agrediendo? El hecho científico es que nadie ha sido, en realidad, dominado por la sugestión mesmérica, porque el hombre es la expresión espiritual de la Mente divina. Por lo tanto, como en el caso de una enfermedad, tenemos la capacidad para no atemorizarnos, ni alarmarnos ni reaccionar. El sentido espiritual y la demostración científica traen gozo en el hecho de que lo que se ha sugerido no ha ocurrido. Es impotente porque el Todo-Dios sigue siendo todo-poder.
La maravilla que es digna de conocerse es que nuestra inteligencia genuina y espiritual — y la de todos — siempre está ilesa e intacta. La Mente jamás está ausente, y jamás es asimilada en una mente mortal vulnerable. La Sra. Eddy explica: “El magnetismo animal, el hipnotismo, etc., son desarmados por el practicista que excluye de su propia consciencia, y de la de sus pacientes, de que otra causa o efecto tengan realismo, salvo aquello que viene de Dios”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 364.
Un hombre que fue testigo en una difícil situación jurídica, tenía poco tiempo para prepararse, y los temas a discutirse eran, en extremo, complejos. El abogado examinador había mostrado una alarmante actitud reñida con la ética profesional, incluso antes que los testigos subieran al estrado. Y la sala del tribunal estaba atestada con un público hostil. Pero el mensaje angelical que ayudó al Científico Cristiano, que era el testigo, fue que la Mente divina y su creación era, de hecho, lo que realmente se estaba manifestando.
El hombre vio que esa Mente era en verdad la única Mente presente. Estaba manifestando claridad, toda clase de rectitud, y — sin lugar a dudas — justicia. Lo que él tenía que hacer era ver y responder a todo eso. De manera que el hombre no estaba desconcertado por el agresivo interrogatorio riguroso que le hacía el hostil abogado. Le vinieron al pensamiento cosas en las cuales él no había pensado, para las cuales no se había preparado, previó el curso que tomaría el interrogatorio riguroso, y se mantuvo tranquilo. Estaba respondiendo a la realidad de la presente creación de Dios. Y el resultado de esa parte del juicio fue favorable.
Sean cual sean las sugestiones mentales o el intento específico de la mente para dominar — por muy perverso, sutil o persistente que sea — no viene a ser sino una mentira acerca de la presencia gobernante de la Mente única. El mal aparente es evidente a la supuesta mente en la materia. No puede serlo para Dios o para el hombre que es la imagen y reflejo de Dios.
A medida que obedecemos el Estatuto y el deber que se nos ha dado, vemos que es posible hacer lo que parecía improbable o incluso imposible. La Sra. Eddy aclara que toda Regla y Estatuto del Manual tienen una “base científica”;Esc. Mis., pág. 148. provienen de lo que ella descubrió de la Ciencia del Cristo. Y es la Ciencia del Cristo lo que habilita nuestra obediencia a las reglas. El resultado es que no seremos inducidos ni dejaremos que se nos induzca a olvidar nuestro deber para con Dios, nuestra Guía y la humanidad.
“Una palabra de verdad pesa más que el mundo”, dice el proverbio de Soljenitsyn. Y continuamos viendo el poderoso efecto de la verdad y honestidad en la escena humana. Empero el proverbio es como una semilla que contiene no sólo una flor o un jardín, sino el universo entero. Una verdad sencilla tiene poder porque hay algo mucho más grande que la respalda.
La base de todo es la infinita Verdad que es Dios. Cristo Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:31, 32. Esta verdad es la idea espiritual de Dios, o Cristo, que viene a desplazar la impresión de que hay un mundo que no está bajo el gobierno de Dios. Esa verdad nos muestra la presencia concreta del universo de Dios. Entonces empezamos a ver por qué es posible defender el pensamiento contra la sugestión agresiva. La absoluta realidad de la Mente y del hombre libre, creado por la Mente, se manifiesta en forma incontenible.