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He sido Científico Cristiano toda mi vida, y la he amado a cada...

Del número de abril de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


He sido Científico Cristiano toda mi vida, y la he amado a cada paso del camino. Durante mi niñez y adolescencia, tuve muchas curaciones convincentes, algunas con ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana por medio de la oración y otras solamente por medio de mi propio tratamiento espiritual. Una de las primeras curaciones que tuve como resultado de mis propias oraciones, fue la curación completa de una mano, en algunas horas, sin dejar cicatriz después de un desgarre entre el pulgar y el dedo índice, al atajar una pelota de béisbol. Una herida anterior similar a ésta, tardó ocho semanas en sanar y dejó una cicatriz.

Cuando tenía diecinueve años, tomé instrucción en clase de Ciencia Cristiana, y después ingresé en la Marina (esto fue durante la Segunda Guerra Mundial). Un año después, comencé a tener un dolor muy fuerte en la espalda, y una inexplicable inflamación del muslo. El cuerpo médico de la Marina mostró gran preocupación, y me enviaron al hospital naval en Corona, California. El diagnóstico médico fue que yo tenía tuberculosis de la espina dorsal. Los rayos X mostraron descomposición de algunas vértebras. Como resultado de esto la supuración se había acumulado en el muslo. Los médicos me dijeron que esta condición era fatal, y que en el supuesto caso de que sobreviviera, nunca más podría volver a caminar.

Me dieron licencia médica, me pusieron un corsé plástico, y me llevaron a la segunda casa de mis padres, en Santa Bárbara, California, “para que viviera el resto de mis días”. Allí, aunque bajo el cuidado de enfermeras, yo estaba libre de todo tratamiento médico. (Aunque antes yo había estado confinado por orden de los médicos de la Marina, yo no había tomado ningún medicamento.)

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