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[Original en alemán]

“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”...

Del número de abril de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2). Desde pequeña acostumbraba leer la Biblia. En 1926, conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Un día acompañé a mi madre, quien ya conocía esta Ciencia, a ver a una practicista con el fin de aprender más acerca de Dios. Desde mi niñez había sido muy delicada de salud, y pensaba que Dios me había traído al mundo para sufrir. En respuesta a esto la practicista me explicó la creación espiritual de Dios. Me dijo que Dios es Amor y que todo lo que El ha hecho es bueno, y añadió que el sufrimiento es una creencia mortal falsa. Al cambiar mi pensamiento y al aprender más sobre mi verdadero ser espiritual como hija perfecta de Dios, sané.

Hay muchas curaciones y bendiciones que podría relatar. En 1978, tuve una maravillosa prueba del poder y la ayuda divinos. En una calurosa noche de verano salí a la terraza, me quité las sandalias y me senté confortablemente. Mientras reposaba en la oscuridad, repentinamente algo me mordió un pie. Me levanté, encendí la luz y vi una víbora venenosa.

Inmediatamente pensé en Pablo y cómo había sacudido a la culebra en el fuego, sin sufrir daño (ver Hechos 28:1-6). Después de deshacerme de la víbora, tomé el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y me puse a estudiar. Sentía dolor, pero continué estudiando y orando por mí misma hasta que me sentí libre de toda molestia. Luego me acosté. Siguiendo mi costumbre, tomé un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, edición en alemán, y leí algo. Luego oré más y me quedé dormida.

Durante la noche me levanté. Al poner el pie en el suelo volví a sentir dolor, pero lo enfrenté sabiendo que la materia no tiene sensación, y que en verdad todo es espiritual y perfecto. Me acosté otra vez y dormí hasta la mañana siguiente.

Cuando me desperté me sentía bien, pero al tratar de calzarme el pie no cupo en la sandalia porque estaba muy hinchado. A pesar de todo, no sentía miedo. Dejé las sandalias de lado y me puse a hacer mi trabajo diario de oración, como siempre, estudiando la Lección Bíblica según el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y orando por mí. Luego quise hacer mis tareas fuera de la casa; me pude poner las sandalias y atender a mis quehaceres. Dos días después el pie estaba completamente normal.

Estoy muy agradecida a Dios. La confianza en El me mantuvo firme y sin temor en esta circunstancia. También estoy agradecida a Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, por su ejemplo amoroso, y por su leal discípula, la Sra. Eddy. Su vida, ajena de egoísmo, le permitió compartir la Ciencia Cristiana con la humanidad.


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