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Sin temor a la oscuridad

Del número de abril de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Rosalba le gustaba muchísimo su habitación en el tercer piso, a pesar de que era la que estaba más lejos de la de sus padres, y para llegar a ella había que subir una larga escalera. Era casi como una casa en un árbol. Le gustaba acostarse en el suelo al sol y dibujar y leer hasta que alguien la llamaba.

Pero a Rosalba sólo le gustaba su habitación durante el día. De noche, en la oscuridad, tenía miedo. Ella sabía que no había ninguna razón para sentirse asustada. Pero muchas noches la inquietaba estar sola. Entonces se escondía debajo de la frazada. Si por algún motivo se tenía que levantar de la cama, lo hacía dando un salto rápido, por las dudas que hubiera algún fantasma debajo de la cama.

Rosalba le había pedido a Dios que la ayudara por otras cosas, pero nunca por su temor a la oscuridad; principalmente porque ella se olvidaba por completo del asunto durante el día.

Era verano. Por las tardes ella y sus amigas podían jugar a patear latas. Una de sus amigas iba a hacer una “fiesta de pijamas” e iban a pasar la noche en una tienda de campaña. De modo que Rosalba tenía que vencer el temor a la oscuridad. Decidió orar a Dios para sanarse del temor.

Lo que Rosalba sí sabía era que Dios es Amor divino, y el Amor está siempre listo y se le puede tener confianza. Pensó que Dios tal vez diría: “Yo te escucharé, Yo soy el Amor. Yo cuido de ti para que estés bien y a salvo todo el día y también durante la noche. Cuando tú Me necesites, Yo estaré donde tú estés”.

Rosalba pensó en la forma en que la Sra. Eddy habla acerca de Dios en Ciencia y Salud: “Dios. El gran Yo Soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno...” Ciencia y Salud, pág. 587.

Recordó lo que su maestra de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana le había dicho: —!No saltes por encima de los problemas! Deja que el tierno amor de Dios con su brillo disipe esos problemas.

Rosalba muy bajito se dijo a sí misma: — Basta de saltar por encima de nada. Yo sé que Dios es el único poder. Y voy a poder atravesar mi habitación con el brillo de Dios iluminando mi camino porque yo confío en la protección del Amor divino.

Después de todo, la curación del temor a la oscuridad no resultó tan difícil como Rosalba pensaba. Pensar en el Amor divino le hacía sentir una gran calidez y bienestar. ¡El Amor estaba aun más cerca que la frazada de su cama! Rosalba terminó su oración: — Tú eres perfecto, Padre; y nada de lo que Tú haces podría asustarme. Y, por último, agregó otro hecho espiritual: — Y Dios es Amor.

En ese preciso momento la sombra del temor se disipó. Rosalba se sintió muy feliz, segura y protegida. El sentimiento de temor había desaparecido por completo.

Rosalba sabía que podía sentirse feliz en su habitación en todo momento, de día y de noche. También podía sentirse feliz mientras pasaba una noche en una tienda de campaña con sus amigas. Se puso sus chinelas y bajó las escaleras a contárselo a su mamá y a su papá.

Nota de la madre:

Siempre me ha inspirado la promesa bíblica que aparece en Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios” (Isa. 41:10). Hay tantas recompensas seguras cuando nosotros, y nuestros hijos, aprendemos que no tenemos por qué sentirnos atemorizados.

A veces los niños deben quedarse solos, sin embargo, Dios está tan cerca como el aire que respiramos. Cada integrante de la familia está acurrucado en los brazos del Amor divino. Con total cuidado, El nos permite andar en puntillas o saltar de los oscuros temores a la luz perfecta del Amor.

Nadie, sea niño o adulto, tiene que esperar a que salga el sol para sentirse seguro o feliz. Aun si nos despertamos en medio de la noche más oscura, Dios también está despierto, cuidándonos.

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