Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

¿Demasiado mayor para estar empleado?

Del número de abril de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La edad no tiene por qué relegarnos a ocupar un lugar secundario, para contribuir a la sociedad, obtener logros, aprender y dar. Como el relato que leeremos a continuación ayuda a ilustrar, obtener una comprensión de Dios, que es Vida y Amor sin fin, y aprender a ponerlo a El primero en nuestros afectos, tiene una repercusión importante en todas las formas en que vivimos, amamos y trabajamos. , madre y abuela, ex periodista, y estudiante de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) desde hace muchos años, comparte una experiencia sobre empleo particularmente significativa.

El día que me vi enfrentada a un divorcio y pérdida de mi hogar, hacía un año que me había jubilado, y estaba viviendo en un pueblo en lo alto de una montaña. Tenía sesenta años.

Al principio tuve una sensación anonadante de humillación. Luego de enojo. Pensaba que había sido una buena esposa; que lo había hecho todo. Había estado trabajando en la iglesia, enseñando en la Escuela Dominical y estudiando diariamente la Lección Bíblica. Se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Sentí que no me merecía este final tan injusto. También estaba preocupada porque no tenía ningún dinero propio, nuestro hijo de doce años y yo no teníamos a dónde ir, y no veía la manera de entrar nuevamente en el campo laboral.

Me refugié temporalmente en el hogar de una prima, una Científica Cristiana, sintiendo conmiseración de mí misma y confusión total. Recordé lo que Cristo Jesús había dicho a sus discípulos cuando estaban desorientados por el dolor y la confusión, y habían tratado de volver a sus ocupaciones antiguas como pescadores para ganarse la vida: "Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis". Juan 21:6. Pero yo no sabía bien cómo hacerlo. Mi prima, que había enviudado hacía poco, no vio con aprobación la compasión que yo sentía por mí misma. "Lo que necesitas", me dijo honestamente, "es volver a trabajar".

"Pero soy demasiado mayor para esperar conseguir un nuevo empleo ahora", argüí.

El empleo, me recordó, es la actividad de las ideas correctas. No hay límite de edad para las ideas correctas. "Tienes amplio acceso a esos libros", me dijo. "¡Usalos!" Me señaló mis ejemplares de la Biblia y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. Todavía no había leído la Lección Bíblica para esa semana. Después me dio un Himnario de la Ciencia Cristiana y salió de la habitación. Tomé en mis manos el Himnario y lo abrí en el Himno N.° 324. Aquí fue donde empezó mi curación.

El himno comienza: "Ten mi vida, que estará / consagrada a Ti, Señor". Bueno, en primer lugar, pensé, ¿qué es vida? ¿Es realmente esta maraña de angustias y fracasos humanos, como una telenovela que miramos en la televisión, un desastre perpetuo? No es eso; la vida es la consciencia de Dios, de la presencia constante de Su poder. El diccionario describe la palabra consagrar como: "declarar sagrado, dedicarse a un propósito sagrado". Ahora bien, ¿estaba yo realmente haciendo eso, consagrando mi vida a Dios? No, porque mis pensamientos estaban llenos de enojo, resentimiento, recelo y venganza. Evidentemente, no me estaba consagrando a un propósito bueno. Por eso decidí realizar un mejor trabajo para consagrar mi vida a Dios, el bien.

"Ten mis días, / que se irán sólo en Tu eternal loor". Sabía que loar era mejor que tenerse autoconmiseración. Y, como consecuencia, anoté loar en la lista junto a consagración. Luego continúa el himno: "Ten mis manos, que obrarán / al impulso de Tu amor". Estaba en casa de mi prima y ella se había ido a la iglesia dejando algunos platos sucios en la cocina para lavar. Entonces me levanté de la silla y lavé los platos para dejar que mis manos se movieran al impulso del amor de Dios.

Todos aquellos años mi amor se había centrado principalmente en una persona. Ahora veía la necesidad de centrarlo en Dios. Esto me dio un sentido más elevado de amor, y decidí expresarlo. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "Todo lo que mantenga al pensamiento humano de acuerdo con el amor desinteresado, recibe directamente el poder divino".Ciencia y Salud, pág. 192. Podía amar desinteresadamente; podía dedicar mi vida a Dios. Podía amar a mi prójimo como a mí misma. Podía amar a toda persona o cosa que se cruzara en mi camino diario.

Al poco tiempo, una amiga me envió un aviso promocional de una escuela secundaria. Me dijo: "¿Por qué no les escribes y ves si te pueden usar?" Bien, les escribí, y me respondieron diciendo: "Probablemente tengamos una vacante para usted, pero tendrá que venir para tener una entrevista personal". La escuela estaba ubicada a ¡más de dos mil cuatrocientos kilómetros de donde vivía! Pero pude pedir prestado un vehículo y manejar hasta allí. Me ofrecieron un empleo, y mi hijo podía asistir a la escuela gratis. Aceptamos.

Empecé trabajando en una campaña para recaudar fondos. Tenía todos los medios y calificaciones. Pero todavía estaba enojada con mi ex esposo, y pronto me enojé también con la escuela, estaba enojada con todos. No era el paraíso que yo creía que iba a ser. Había rivalidades, chismes y pequeñeces. Tenía que hacer algo. Por eso trabajé con estas citas de Ciencia y Salud: "Ideas inmortales, puras, perfectas y perdurables, son transmitidas por la Mente divina mediante la Ciencia divina, la cual corrige al error con la verdad y exige pensamientos espirituales, conceptos divinos, a fin de que éstos produzcan resultados armoniosos". Y también estudié otra declaración en esa página: "La comprensión, semejante a la de Cristo, del ser científico y de la curación divina, incluye un Principio perfecto y una idea perfecta — Dios perfecto y hombre perfecto — como base del pensamiento y de la demostración".Ibid., pág. 259. Me di cuenta de que tenía que empezar por amar verdaderamente a mi ex esposo, y perdonarlo.

Ciencia y Salud dice: "El mor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas".Ibid., pág. 13. Cuando se ama verdaderamente, se ama impersonalmente, se ama al hombre real, a la imagen y semejanza espiritual de Dios. Cuando empecé a amar de este modo, el pesar, la desilusión y la frustración empezaron a desvanecerse. Y empecé a desarrollar la facultad de mirar más allá de la ilusión de la mortalidad para contemplar y amar la naturaleza real, espiritual de las personas, sin tener en cuenta quiénes eran. A medida que iba haciendo esto, efectivamente me sentía feliz y tenía éxito. A medida que se expandía mi pensamiento con este sentido más elevado de amor, mi vida simplemente continuó expandiéndose.

Me aumentaron el sueldo muchas veces y me fueron asignando tareas a niveles más altos. Trabajé con los jóvenes y me encantó. Tomé clases de alfarería, pinté algunos cuadros, escribí y hasta saqué fotografías.

Mi actitud respecto al empleo también cambió durante toda esta experiencia. Por muchos, muchos años nunca había estado sin empleo de algún tipo. Pero había dependido de mis habilidades y ego para conseguir empleo. Me decía: "Yo puedo hacerlo. Yo puedo conseguir empleo", en lugar de "Dios tiene un lugar para mí". Dios estaba "por allá lejos", y yo pensaba que realmente dependía de mi habilidad y de mi trabajo duro. Por lo tanto, me fue especialmente difícil enfrentar la situación cuando estaba jubilada y de pronto tuve que volver a trabajar. Fue entonces que empecé a pensar más espiritualmente sobre el empleo.

Comencé a ver, a través de la Ciencia Cristiana, que trabajar mucho no es suficiente. Nuestro empleo tiene que ser para la gloria de Dios. Cuando nuestra actividad es para glorificar a Dios y no para glorificar al yo, verdaderamente tenemos mucho que hacer. Estamos empleados tiempo completo.

Llegué a orar por la escuela sabiendo que no estaba gobernada por personas, sino por Dios. En determinado momento, la escuela tuvo que despedir a muchos profesores porque no tenía fondos suficientes para mantener a todos los empleados. Fue difícil para todos. Recuerdo haber orado en esa oportunidad: "Dios, ayúdame a ayudar a la escuela". Lo que sucedió fue muy interesante. Hice un viaje a Hawaii ese verano, y mientras estaba allí alguien me habló de un programa de albergues juveniles. Volví a la escuela y dije: "Veamos si podemos conectarnos con este programa, porque no tienen un local para sus actividades de verano". Y saben, nos relacionamos con ese programa, y realmente suplió la carencia que teníamos en el verano. Fue un remedio permanente. Las personas que se habían quedado sin empleo en la escuela durante el verano, fueron contratadas para trabajar como funcionarios en las actividades de albergues juveniles.

Toda mi experiencia en la escuela fue sumamente provechosa, trabajé con adolescentes promoviendo una mejor educación. Durante los veinte años que estuve empleada allí, aprendí muchas actividades nuevas, realicé varios viajes al extranjero, enseñe, trabajé como coordinadora de un programa de asuntos mundiales, y escribí, diseñé y publiqué muchos folletos promocionales, catálogos de la escuela y una historia de la escuela. Esos fueron años de realizaciones, años fructíferos. Y si bien ahora hace varios años que jubilé( ¡por segunda vez! ) todavía estoy muy ocupada.

¿Qué demuestra todo esto? Me demostró que no hay límites para la actividad del hombre, y de igual manera el vigor no tiene fin, ni el aprendizaje; no es necesario aceptar el aislamiento ni el fracaso; no es preciso sucumbir a ninguna forma de deterioro. A decir verdad, nunca somos demasiado viejos para estar empleados si estamos dispuestos a escuchar ideas correctas — verdades espirituales — y ponerlas en acción consagrando nuestra vida a Dios y aprendiendo a amar como El ama.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 1990

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.