La gente tiene que haberse quedado con la boca abierta al ver a un mendigo caminar saltar por primera vez en su vida. La Biblia relata la manera en que Pedro y Juan dieron este don de curación a ese hombre. Ver Hechos 3:1-16. Pedro explicó a las personas que se habían reunido alrededor de ellos, que la curación se había llevado a cabo "en el nombre de Jesucristo de Nazaret", no mediante ningún poder sanador personal que ellos poseían.
El nombre de una persona trae al pensamiento algo más que la representación de alguien en especial. También incluye el trabajo que esta persona hizo, un destacado talento o hasta una teoría. Por ejemplo, cuando escuchamos el nombre de "Einstein" inmediatamente pensamos en su genio y en la teoría de la relatividad. El físico no puede ser separado de su teoría.
Del mismo modo, el nombre de Jesús no puede separarse de su naturaleza divina, del Cristo, que está unido a Dios por siempre. El poder sanador de su "nombre" se deriva de la comprensión de la naturaleza del Cristo, que presenta la relación inquebrantable de Dios y el hombre como hijo de Dios. Cristo Jesús vivió y expresó el hecho de que Dios, el Padre, jamás está separado del Hijo. Esta relación es distinta de la relación entre padres e hijos humanos, en la que el hijo está separado de los padres y tiene una mente propia. Cristo Jesús nunca presumió que tenía una mente o voluntad aparte de Dios. Su dominio sobre los males de la carne demostró su tesis divina de que Dios es el Padre de todo y que por medio del Cristo reclamamos nuestra filiación con Dios.
Nuestro Mostrador del camino nos hace volver de la materia al Espíritu, nuestro Padre. Jesús dijo: "No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos". Meteo 23:9. Esto nos da una herencia completamente diferente, en la que no se conoce la imperfección y la perfección es nuestro derecho divino. El Espíritu crea al hombre como su imagen espiritual o reflejo individual, expresando todo el bien que es Dios. No hay defectos ni limitaciones en esta herencia.
En el Prefacio de su libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice lo siguiente de las poderosas obras sanadoras de ayer que aparecen en la Biblia y de las que tienen lugar hoy en día siguiendo la tradición bíblica: "Son la señal de Emanuel, o 'Dios con nosotros' — una influencia divina que está siempre presente en la consciencia humana y se repite, viniendo ahora como fue prometida antaño:
A pregonar libertad a los cautivos [de los sentidos],
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos".Ciencia y Salud, pág. xi.
¿Vemos al Emanuel en acción en el mundo que nos rodea, repitiéndose a sí mismo en la experiencia humana? ¡Si! ¿No lo vemos en la alegría y la humildad de un niñito, o en la experiencia de quien escoge actuar moralmente en lugar de ceder a una tentación inmoral? ¿No lo vemos en el amor desinteresado de una persona hacia su prójimo necesitado? ¿No lo vemos acaso en la caridad, en los esfuerzos humanitarios en todo el mundo? La evidencia está en todas partes y brilla más fuerte en la curación espiritual que enseña la Ciencia Cristiana.
Sin embargo, es importante recordar que estas cosas son efectos producidos por la influencia del Divino. La mente humana no tiene el poder espiritual para sanar al enfermo ni al pecador. Como Pedro explicó a la gente, la curación del hombre cojo no se realizó por ningún poder sanador personal de los apóstoles. Fue el efecto del Cristo. Por eso el hipnotismo, el razonamiento sicológico, la voluntad humana y la sugestión mental no tienen nada que ver con la curación bíblica de ayer ni de hoy. La curación espiritual genuina se efectúa mediante el Cristo, la Verdad, mediante la naturaleza del Cristo que refleja la unicidad del hombre con el Padre.
La influencia divina está siempre presente, pero a veces es el sufrimiento producido por defectos físicos o enfermedades lo que nos lleva a buscar y encontrar libertad a través de la naturaleza del Cristo, que es uno con Dios. Este fue el caso en la experiencia de mi mamá.
Mi mamá era asmática de nacimiento. Este defecto congénito, considerado hereditario, era tan grave que la hacía vivir como semiinválida. Trató todo tipo de prescripciones médicas, hasta le prescribieron morfina, pero los ataques se siguieron repitiendo.
Un día pasó por la ciudad uno de sus primos, y puso en sus manos un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Ella había estado hablando en contra de lo que creía que era esta Ciencia divina durante años. Pero su avidez de curación la hizo abrir el libro y leerlo por primera vez. Se sorprendió al comprobar que aumentaba su amor por la Biblia y le demostraba que se podían repetir las curaciones bíblicas hoy en día.
Vi la curación completa de mi mamá. No sólo se liberó del asma, sino que venció la adicción a la morfina fácilmente. Esta curación prueba que el "nuevo nacimiento" que se produjo a través del estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, puede anular la así llamada ley hereditaria y cambiar físicamente la malformación corporal. Mi mamá encontró su verdadera herencia como hija del Espíritu, y eso resultó en su redención física y mental.
A medida que vamos conociendo al Padre divino como nuestra única Mente, nuestra única Vida, comprendemos y sentimos al Emanuel. Hallamos que con esta presencia de la Mente divina, nuestro Dios con nosotros, ya no miramos a la consciencia humana como un medio por el cual la influencia de Dios trae el bien a nuestras vidas. Nosotros, en cierto grado, demostramos que somos ese hijo espiritual, o imagen, del Padre, la imagen del Dios que todo lo ve, todo lo oye y todo lo sabe. Entonces en el nombre, o naturaleza, de Cristo Jesús de Nazaret somos, como la Biblia promete, "herederos de Dios y coherederos con Cristo". Rom. 8:17.