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¿Quién es el responsable?

Del número de julio de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A veces quienes tienen un corazón desbordante de amor se sienten tan responsables por su cónyuge, su hijo, un padre o un amigo, que el peso de esa responsabilidad se convierte en algo que no pueden soportar. Desde luego que está bien preocuparse por los demás y ayudarlos en la forma en que debemos. Pero se necesita sensatez para saber si estamos realmente ayudando o interfiriendo, por más buena que sea nuestra intención.

Las buenas intenciones no garantizan que haremos lo que es correcto. Orar diariamente para tener sabiduría, para hacer la voluntad de Dios (que no siempre es lo que a nosotros nos parece bien), nos ayudará a corregir los motivos mal aconsejados. La Sra. Eddy escribe: "La falta de sabiduría entrega a la Verdad en las manos del mal tan eficazmente como lo hace un sutil conspirador; el móvil no es tan malvado, pero el resultado es igual de nocivo". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 128.

La mayoría de nosotros estaríamos de acuerdo en que es mejor enseñar a un niño a atarse los zapatos que continuar haciéndolo por él cuando ya es bastante grande para hacerlo sólo. Pero aún podríamos sentir que nuestro deber es indicar a los jóvenes, y hasta a nuestros amigos y familiares adultos, lo que creemos que deberían hacer. Entonces quizás nos sintamos preocupados si no lo hacen, o quizás hasta tratemos de hacerlo por ellos. Sin embargo, preocuparse porque otra persona no sea capaz de dar el próximo paso en su camino no es ayudar, es entorpecer.

Mi padre falleció cuando cumplí dieciocho años, y mi madre se quedó con tres hijos para educar. Aunque mi padre no había practicado la Ciencia Cristiana, mi madre sí y lo seguía haciendo. A pesar de saber que ella se apoyaba en Dios diariamente por medio de la oración y el estudio, yo, la hija mayor, me sentía responsable por mamá. Me preocupaba por ella.

Un día, en una conversación privada, mi maestra de la Escuela Dominical me dijo: "Virginia, tú estás preocupada por tu mamá". Tratando de justificarme, respondí: "Por supuesto que sí; ¡la quiero!" Entonces me dijo rotundamente que estaba mal que me preocupara, que la preocupación era, en realidad, una forma de pecado. Me ayudó a ver que Dios era el único responsable por mi mamá y que siempre la estaba cuidando.

Bueno, Dios cuidó bien a mamá. Entre otras cosas, se pudo dedicar activamente al servicio de su iglesia. Tuvo la oportunidad de ejercer una profesión interesante; una profesión que ella amaba y en la que fue querida y apreciada, y en la cual trabajó hasta jubilarse.

Puede ser más simple para una adolescente aceptar el consejo de una amiga en quien confía, que para la persona que durante muchos años ha hecho de la preocupación un estilo de vida. Pero, no puedo expresar en palabras el enorme alivio que experimenté cuando dejé de considerar que debía preocuparme por mi mamá. Es maravilloso confiarle a Dios esa persona que, según pensamos, sólo nosotros tenemos la responsabilidad de cuidar.

Podemos confiar en Dios. Sea cual sea nuestro amor por nuestro cónyuge, hijo, padre o amigo, Dios los ama infinitamente más. No hay límites para lo que Dios puede hacer y está haciendo por Su amado Hijo. Si no estamos seguros de que Dios puede responder a las necesidades de alguno de ellos, Cristo Jesús nos lo asegura con estas palabras: "Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis". Mateo 6:8.

Lo que Dios sabe es la verdad acerca de Sus hijos: que son espirituales, perfectos, completos, semejantes a Dios, tal como El los creó. Nada se tiene que añadir a la creación de Dios. Nada se le puede quitar. Confiar en este hecho espiritual nos proporciona una guía práctica para saber cuándo y cómo ayudar a aquellos que amamos.

Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza, y lo mantiene de esa forma. Debido a que Dios es la Mente divina, el hombre tiene inteligencia para actuar correctamente. Dios es la Verdad que mantiene al hombre puro. El Amor divino hace que exprese amor. El Principio divino nos protege y gobierna. La Sra. Eddy afirma en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "La Mente divina que creó al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza".Ciencia y Salud, pág. 151. Mantener la perfección del hombre es asunto de Dios. Podemos confiar en que es eso precisamente lo que El hace.

Puede que la preocupación susurre: "Pero tu ser querido no lo sabe. Si lo sabe, no está haciendo el esfuerzo que debiera para corregirse y andar derecho".

Si estamos escuchando ese tipo de pensamientos, podemos en cambio volvernos a Dios, quien es "poderoso ... para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra". 2 Cor. 9:8.

Sí, Dios es "poderoso". ¡Qué alivio reconocer este maravilloso hecho espiritual cuando nos sentimos inclinados a temer maravilloso hecho espiritual cuando nos sentimos inclinados a temer por alguien a quien amamos! Para quien era la causa de nuestra preocupación es un gran alivio que dejemos de preocuparnos por él o ella.

En los primeros años de nuestro matrimonio, a los padres de mi marido les preocupaba que nunca pudiéramos progresar en nuestras carreras. Cuando finalmente dejaron de preocuparse por nosotros — aunque nunca lo dijeron con tantas palabras — por cierto que lo sentimos. Debe de haber sido un gran alivio para ellos. Sé que lo fue para nosotros.

Por lo tanto, querido amigo, ama a Dios lo suficiente como para confiarle a tus seres queridos. Ama lo suficiente como para saber en lo profundo de tu corazón que Dios puede con esa responsabilidad.

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