Una noche en el año 1983, me dio un severo ataque al corazón. Yo estaba muy atemorizada, y aunque había dependido de la Ciencia Cristiana por muchos años y había tenido muchas curaciones, esta vez consentí en que me llevaran a un hospital.
Al principio pareció que había mejorado. No obstante, después de dos semanas mi salud empeoró, por lo que me pusieron en terapia intensiva. Cuando llegué al hospital, un número de médicos que me habían estado atendiendo, así como otros médicos y enfermeras, se reunieron alrededor de mi cama. Era claro que ellos no esperaban que yo viviera (esto lo supe más tarde por mi hermana, a la que le habían dicho que me estaba muriendo). A este respecto dije al cuerpo médico: "Si ustedes creen que me voy a morir, me voy a casa".
Entonces, justo en ese momento, vino uno de mis hijos, que me había visitado temprano aquel mismo día, y me dijo: "Mamá, me sentí impulsado a regresar tan rápido como pude". Le dije de mi decisión, y le pregunté si podría llamar por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana. La practicista con gran amor estuvo de acuerdo en orar por mí; firmé mi alta del hospital y mi hijo me llevó a casa.
Deba añadir que los médicos y las enfermeras fueron muy gentiles. Antes de marcharnos le dieron a mi hijo un paquete con medicinas para que yo las tomara. Pero al llegar a casa le pedí que se deshiciera de ellas, y le dije: "Dios es mi Médico".
Yo estaba muy débil. La actitud piadosa de la practicista y su gentileza al compartir conmigo las grandes verdades espirituales de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, fueron de gran consuelo para mí.
Fue de gran ayuda para mí leer acerca de la maravillosa curación, por la Ciencia Cristiana, de un hombre que había sido accidentalmente herido de bala en el corazón. Lo que más me impresionó fue lo que la Sra. Eddy, según se relata, dijo a ese joven hombre: "José, has tenido una maravillosa experiencia, fuistes lanzado violentamente fuera de la casa, y tú mismo te levantaste; no vuelvas a entrar en ella" (citado de We Knew Mary Baker Eddy, pág. 171).
Cuando no podía dormir, también me ayudó oír algunas de las cintas magnetofónicas con artículos de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. A veces, cuando estaba angustiada, mi hijo venía y me leía de Ciencia y Salud, y luego comentábamos acerca de las verdades espirituales que había leído hasta que me sentía en paz.
Durante todo este tiempo, hubo la más maravillosa atmósfera de amor, y cada uno que entraba en mi casa así lo percibía y lo comentaba. El Himno 144, del Himnario de la Ciencia Cristiana, nos expresa: "Ambiente de divino amor / respira nuestro ser". Yo estaba muy consciente de la bondadosa presencia y amor de Dios.
Tuve que aprender muchas lecciones. El temor y el dolor tuvieron que ser reprendidos y vencidos, a medida que afirmaba de manera constante que la armonía era el hecho presente y eterno. Tuve que vigilar mi pensamiento cada hora del día, y cuando aparecía algún pensamiento erróneo, le decía: "Tú no puedes mesmerizarme con tus sugestiones; porque careces de poder. ¡Dios es el único poder, la única Mente!"
En el curso de los meses, yo persistía en el reconocimiento de la verdad de mi ser, puro y espiritual y, gradualmente, la curación fue total. Desde ese entonces, por razones de negocios, he tenido que ser examinada por un médico en un número de oportunidades, y siempre me han dicho que mi salud es muy buena. Tomo parte activa en el trabajo de la iglesia filial, y ahora estoy sirviendo un período como Segunda Lectora. Aunque soy bisabuela, mi voz es clara y fuerte, y tengo un maravilloso sentido de paz y regocijo.
He sido estudiante de Ciencia Cristiana durante muchos años, y estoy extremadamente agradecida por el firme progreso espiritual y las bendiciones que he recibido a través de mi afiliación a una iglesia filial y la instrucción en clase de Ciencia Cristiana.
Castle Hill, Nueva Gales del Sur, Australia