Pedí diariamente a Dios que me enseñara
cómo podía dejar a mi hija partir.
Parecía tan difícil.
Un día la respuesta llegó de modo inesperado,
al remontarse un pájaro hacia lo alto:
una paloma mensajera
vuela en dirección a lo que su corazón conoce
— siempre vuela hacia el hogar.
... ¡en dirección a lo que su corazón conoce!
El temor se disipó
al pensar en las maneras en que el Cristo
había hecho que el corazón de mi hija
conociera a Dios.
La tierna y buena acción, el amor puro por los demás,
la paz que da la integridad, la seguridad que la obediencia trae ...
estas cosas habían sido su hogar, y su brújula ahora serían,
a medida que paso a paso su propia senda transitara.
Vi que no tenía por qué temer ...
La presencia familiar de Dios, el hogar que a su alcance está,
el verdadero curso mantendría.
Y ahora, con nueva perspectiva,
abro a diario las ventanas de mi corazón
— y a Su hija dejo partir.
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