La red es más bien aire entrecruzado
a lo largo del camino, tendida, tan secreta, tan tenue,
que parece (cuán cierto es) que allí no hubiese nada
hasta que alguien en una línea enredado,
acepta forcejear, y ayuda a la red anudar.
Determinadas víctimas se rendirán,
mientras que otras con desesperación romperán
la red, y obtendrán su libertad. Aclaremos
ahora la metáfora — el vigor del viento
puede borrar toda esa débil estructura, diluirla
hasta la nada. Del mismo modo, nosotros en oración pedimos,
que acuda la fuerza perfecta de Dios, a desatar
nuestros enredos. La Verdad nos libera. Miramos. Ya no hay
lugar donde algún rastro del mal quede adherido.
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