En cierta ocasión en que me hallaba dando una charla a un grupo de adolescentes en un albergue para fugitivos, un hombre joven repentinamente se llenó de furia, y con duras palabras me hizo saber que él no apreciaba el que me encontrara allí. Aunque traté de explicarle que yo estaba allí porque me interesaba por todos ellos, y que juntos podíamos aprender más acerca de cuánto Dios nos ama, este joven procedió a amenazarme con agredirme físicamente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!