Bugle era un perro, una especie de sabueso pequeño que vivió con nuestra familia durante muchos años. Una de las cosas que lo hacían más feliz era cuando dejábamos las ventanillas del auto suficientemente abiertas para que sacara la cabeza y sintiera el viento.
Recientemente, mientras recordaba este comportamiento de la querida mascota de nuestra familia, me di cuenta de que para mí esta conducta encerraba una lección sencilla y casera acerca de cómo buscar a Dios. Dios es Amor siempre presente, pero para sentir Su amor necesitamos abrir la ventana — nuestro pensamiento — y buscarlo. ¿Cómo podemos hacer esto? ¡Amándolo a El! Amar a Dios es como abrir la ventana. Puede requerir esfuerzo, pero nuestro amor a Dios nos abre Su amor, y siempre trae un sentimiento de bienestar.
Cristo Jesús dijo: "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Juan 3:16. He aquí un ejemplo del amor de Dios por nosotros en una promesa; y ¡qué promesa! no sólo de curación, sino también de vida eterna. Pero tenemos que creer. ¿Requiere este creer amplio conocimiento humano y actividad intelectual? No, el creer verdadero consiste en tener confianza en Dios y en Su Cristo. Pero esta confianza tiene que brotar del amor que sentimos hacia Dios y de una comprensión verdadera y espiritual de la vida y obras de Jesús.
Por ejemplo, la Biblia nos habla de un noble que vino a Jesús procurando la curación de su hijo. Ver Juan 4:46–53. El niño parecía estar a punto de morir debido a una fiebre. Jesús le dijo: "Si no viéreis señales y prodigios, no creeréis". La Biblia continúa diciendo: "El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Vé, tu hijo vive". Las Escrituras nos informan que el hombre creyó la palabra de Jesús, y mientras se dirigía a su casa sus siervos le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya se había recuperado.
Necesitamos entender — así como Jesús entendió con tanta claridad — que dado que Dios es nuestro Padre-Madre tierno y amoroso, nosotros somos inseparables de El como Su linaje perfecto e inmortal. Como Espíritu infinito, El nunca nos ve de otra manera; esa es Su ley. Cierto es que no siempre nos vemos de esta manera. Pero a medida que lo amemos creyendo en los hechos espirituales de Dios y del hombre y hagamos lo mejor que podamos para seguir los pasos de Cristo Jesús, entonces purificaremos nuestras vidas de tales pecados como la duda, el temor, el odio, la deshonestidad y la envidia. Nos encontraremos respondiendo más a nuestra verdadera identidad ritual. Hemos creído y amado, y como resultado sentimos el Amor divino en una forma muy acentuada y tangible.
Cada uno de nosotros puede tener una interpretación diferente sobre cómo profundizar nuestro amor y comprensión espiritual de Dios y de creer "en el Hijo". Una forma significativa para mí ha sido comprenderlo hasta el punto de tener confianza en — o creer en — los dos grandes mandamientos que Jesús enseñó, y cumplir con ellos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Mateo 22:37, 39. Al cumplir con estos mandamientos estamos verdaderamente "creyendo en el Hijo" y abriéndonos al amor de Dios, amándolo a El totalmente y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Estos mandamientos, que resumen la sustancia de los Diez Mandamientos que Dios dió a Moisés, Ver Ex. 20:3–17. son las leyes de Dios. A veces el obedecerlos puede parecer complicado, pero las reglas básicas son sencillas. Por ejemplo, no hemos de adorar a ningún otro dios, sino al único Dios omnipotente. Hacemos esto al no permitir que sentimientos de duda, odio, temor y egoísmo, gobiernen nuestros pensamientos y actividades diarias. Otro mandamiento nos dice que no robemos; por ejemplo, no "tomar prestado" cosas sin permiso y sin ninguna intención de devolverlas, ni tomar prestadas ideas de otros sin darles el debido crédito. No hemos de levantar falso testimonio contra nuestro prójimo a través del chisme ocioso a sus espaldas.
¿Necesitamos ser gigantes intelectuales para comprender y obedecer estos mandatos? No realmente. Lo que se necesita es amor que se exprese en buena voluntad, perseverancia, inocencia como la de un niño y fe. La buena voluntad es la humildad para escuchar ahora la dirección de Dios y seguirla. La perseverancia indica que haremos todo el esfuerzo que sea necesario para alcanzar esa meta de valor incalculable. La inocencia como la de un niño y la fe nos dan un pensamiento abierto y activo libre de prejuicios.
En el libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: "En la transmisión figurada del pensamiento divino al humano, la diligencia, la prontitud y la perseverancia son comparadas con 'los millares de animales en los collados'. Traen el bagaje de la firme resolución y llevan el paso con los más altos propósitos".Ciencia y Salud, pág. 514. Nuestra confianza, comprensión y obediencia a los mandatos del Maestro se intensifican al estudiar con sinceridad la Biblia junto con el libro Ciencia y Salud, y orar diariamente. Esta es una forma de manifestar nuestro amor por Dios y nos conduce a entender y obedecer mejor Sus leyes.
Una tarde, hace unos años, me sentí con fiebre. La ignoré y traté de continuar con mis asuntos, pero, al atardecer, la fiebre se puso bastante severa y me sentí forzado a acostarme, sintiéndome incómodo y temeroso. Entonces me volví a Dios con todo mi corazón en busca de curación a través de la oración.
Comencé a orar el Padre Nuestro y a meditar sobre las leyes de Dios. La curación no fue inmediata. Pero durante la noche traté de amar a Dios supremamente, con todo mi corazón, con toda mi alma y con toda mi mente, apreciando Su constante presencia y sintiendo las cualidades espirituales de amor, fortaleza y paz. Empecé a entender mejor a Dios y a sentir que Su amor me rodeaba, eliminando mi temor y cualquier sentido de estar separado de Su amor y bondad. Fue una noche de inquietud y desvelo, pero al acercarse la mañana la fiebre cesó y otras condiciones de debilidad desaparecieron, y así pude ir a trabajar sin ningún efecto debido a una noche sin dormir.
Cada uno de nosotros tiene que desarrollar sus propias formas individuales de amar a Dios. Estas pueden incluir el reconocer las cualidades divinas de Dios de amor y gracia en nosotros y en nuestro prójimo; el apreciar el orden y la belleza de Dios que apuntalan los anocheceres panorámicos y las órbitas de la tierra, la luna y las estrellas; viendo en nosotros mismos Su gracia, quitando la duda y el temor de nuestras actividades diarias.
El progreso viene con la obediencia a las leyes de Dios a diario, a cada hora y aun a cada minuto, tal como se encuentra en "los dos grandes mandamientos" y el Sermón del Monte. Ver Mateo, caps. 5–7. Cada paso se edifica sobre el paso anterior, que se dirige a un paso futuro, y que seguramente resultará en que progresivamente vayamos dejando de lado las limitaciones.
Ciencia y Salud declara: "Los mortales no son como los inmortales, creados a imagen de Dios; pero siendo el Espíritu infinito todo, la consciencia mortal se someterá finalmente a la realidad científica y desaparecerá, y el verdadero concepto del ser, perfecto y eternamente intacto, aparecerá".Ciencia y Salud, pág. 295. Este sometimiento de la consciencia mortal es el proceso al que el Nuevo Testamento se refiere como el desvestirse de mortalidad y vestirse de inmortalidad. Se cumple así la promesa bíblica: "Sorbida es la muerte en victoria". Ver 1 Cor. 15:54. Al amar a Dios supremamente, Su amor siempre presente se hace más y más real para nosotros, trayendo curación e indicándonos el camino hacia la inmortalidad, la vida eterna.