Sola
y recién llegada
a una ciudad que no conocía
fui a la iglesia,
y hallé nuevas profundidades de hogar
y corrientes refrescantes de familia,
en el puro manantial
de ese amor que es la Iglesia.
Del número de septiembre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana
Sola
y recién llegada
a una ciudad que no conocía
fui a la iglesia,
y hallé nuevas profundidades de hogar
y corrientes refrescantes de familia,
en el puro manantial
de ese amor que es la Iglesia.