"¡Buenas noches!"
decía ella
con la más cálida certeza
mientras lo arropaba con las tibias frazadas,
una lección perdurable
para un niñito
porque en esos instantes
se dormía
con toda
tranquilidad
sabiendo que estaba protegido.
Con su caricia, ella decía
estoy aquí.
Tú siempre eres amado.
El mensaje se escucha aún,
el gran amor de nuestra Madre Dios
aprendido en esos instantes,
anticipo del cielo...
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!