“Ser secuestrado es una experiencia alarmante y estremecedora...
"Yo [el Reverendo Ben Weir] supe que se me había detenido 'por razones políticas' pero no se me dio ninguna explicación. Después de haberme llevado a un cuarto, se me dijo que me sentara en un colchón, y mi muñeca izquierda fue sujeta con candado a una cadena. El guardia salió y cerró la puerta con llave.
"Me pregunté: '¿En dónde estoy?' Cuidadosamente levanté la venda de los ojos y atisbé. Vi que estaba en un cuarto vacío, encadenado a un radiador. Examiné mi situación y pensé: 'Sí, estoy indefenso, pero en las manos de Dios. No tengo idea cuánto durará esta incomunicación: un día, un mes, un año o más. Confiaré en Dios...'
"Después me pregunté: '¿Qué hay aquí que pueda recordarme la presencia de Dios?' Miré el cielo raso y vi un pedazo de hierro reforzado que sobresalía del concreto... un trocito de hierro, doblado como si fuera un ojo. ¡Un ojo! Eso me recordó el ojo de Dios, quien ve a sus hijos mirando el presente y el futuro. Dios me vio y sabía dónde estaba yo. Le di gracias por su ojo...
"Entonces vi la puerta de vidrio y una persiana que obstruía la vista. Entonces empecé a contar las tablillas de la persiana. Creo que conté 120. Un gran número, como una multitud de gente. ¡Sí, eso es! Una multitud de gente a mi derredor, mirando hacia adentro, un ejército de testigos, gente de fe que había corrido la carrera con paciencia antes que yo... Di gracias a Dios por sus santos, y por nuestro pionero Salvador.
"Esa fue la esencia de mi experiencia, y lo que el apóstol describe al pueblo de Dios en Filipenses como 'incorporado en Cristo Jesús'. Empecé a sentir nuevamente la certeza de que mi vida estaba escondida con Dios en Cristo; que había un núcleo interior de mi ser que estaba a salvo y que nada podía tocarlo o amenazarlo...
"Percibí que la oración es un don. Oré desesperadamente por mí. Pero también percibí por primera vez en mi vida que tenía mucho tiempo para orar por otros".
Propiedad literaria © 1987 Ben and Carol Weir. Reimpreso y usado con permiso de The Westminster Press, Filadelfia, Pennsylvani a.
Comentarios de los Redactores: La sola lectura de esta clase de experiencia puede hacer mucho para mejorar nuestra propia perspectiva. Y nos recuerda nuevamente el valor de la oración en bien de los muchos que están injustamente encarcelados por todo el mundo, ya sea como rehenes o como blanco de regímenes opresivos.
Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel;
pero la iglesia hacía sin cesar
oración a Dios por él...
Y he aquí que se presentó un ángel del Señor,
y una luz resplandeció en la cárcel;
y tocando a Pedro en el costado,
le despertó, diciendo: Levántate pronto.
Y las cadenas se le cayeron de las manos...
Habiendo pasado la primera y la segunda guardia,
llegaron a la puerta de hierro
que daba a la ciudad,
la cual se les abrió por sí misma;
y salidos, pasaron una calle,
y luego el ángel se apartó de él.
Hechos 12:5, 7, 10