Una noche, mientras paseaba a mi perro, me encontré en una zona en que se estaban construyendo casas nuevas. Cerca de una de ellas había una enorme montaña de tierra negra, evidentemente esperando a que fuera esparcida alrededor de las casas para hacer jardines.
Pero un grupo de chicuelos menores de seis años no estaba esperando. Habían descubierto la montaña de tierra, y estaban subiendo y bajando por ella, dando volteretas, resbalando, rodando y marchando por el puro gusto de estar en contacto con la tierra. Era después de la cena, justo antes de irse a la cama. Me compadecí de los jóvenes padres dando la bienvenida a su prole en la puerta y viendo de pronto la naturaleza singular de esta última aventura de un largo día.
Me hizo pensar nuevamente acerca de las variadas aventuras que entraña la crianza de una familia. También pensé acerca de la notable ayuda práctica que, como padres, hemos tenido partiendo de un punto de vista firme, estable y espiritual. En nuestro caso, la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) proveyó el contexto.
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