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La Iglesia: donde todo lo abraza el amor

Del número de septiembre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace poco, cuando me preparaba para viajar al exterior, me dieron para que leyera una guía de turismo. Se refería en su mayoría a los modos y costumbres de la gente de América Latina, e incluía los tres países que íbamos a visitar: Argentina, chile y Uruguay. El libro indicaba que la gente de Argentina acostumbra saludar con un apretón de manos y un beso. En otro capítulo, decía que la gente de chile a menudo también saluda con un beso. ¿Y la gente de Uruguay? ¡También ellos reciben a nuevos amigos con un beso!

Está de más decir durante nuestra corta visita no nos decepcionaron. ¡Recibimos montones de besos!

Debido a la naturaleza del trabajo que estábamos haciendo, la mayoría de la gente con quienes nos encontramos en nuestro viaje eran miembros de la iglesia. Por supuesto que el idioma nativo era diferente del nuestro. Muchas costumbres eran desconocidas para nosotros. A menudo, percibían los acontecimientos mundiales desde una perspectiva diferente. Y, pos supuesto, hallamos problemas y desafíos específicos con que la gente estaba batallando en sus comunidades. Las realidades políticas y económicas de cada país en particular eran diferentes entre sí y, por cierto, diferentes de las de mi país.

Aun así, pesar de todas las diferencias, había algo mucho más sustancial que teníamos en común. Era una unidad de espíritu que trascendía las nacionalidades y culturas, y que se expresaba libremente por medio del lenguaje especial del amor. Sentí que la atención genuina que se expresaba hacia nosotros, "los extranjeros" en estos países tan alejados de nuestro hogar, era una expresión natural de un amor aún más amplio, un profundo amor por Dios, por Su Cristo, y por toda la humanidad.

A través de todo esto, pude ver nuevamente uno de los grandes propósitos, y el poder, de la Iglesia. El continuo propósito de la Iglesia — abrazar a la humanidad en el amor sanador de Dios — se extiende a partir del ministerio de Jesús y de sus primeros seguidores. Y ese propósito esencial siempre ha sido también el poder esencial de la Iglesia. Un amor que no excluye a nadie; un amor que levanta el peso del pecado, del pesar, de la soledad o de la enfermedad; un amor que expresa en forma abnegada a Dios, que es Amor infinito; este es el propósito y fuerza espiritual que hace que la Iglesia sea real, vital y viviente.

Cuando Cristo Jesús enseñó a sus seguidores lo que se podría llamar los fundamentos para construir su Iglesia, les dijo: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Juan 13:34, 35.

Y el apóstol pablo, quien siguió tan fielmente las enseñanzas del Maestro, predicó tanto a judíos como a gentiles que este amor de Cristo es lo único que puede derribar las barreras que tratarían de separar a la gente entre sí y de Dios. Por ejemplo, en una de sus cartas en el Nuevo Testamento, Pablo se refiere a Jesús como "nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación". También habló del acceso directo que cada uno tiene a Dios, como lo demostró el Salvador. Y luego Pablo escribió: "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu". Efes. 2:14, 19-22.

Cuanto más demos de nosotros mismos al amor que todo lo abraza y que realmente se halla en el centro mismo de la Iglesia, tanto más grande será el cumplimiento del propósito sanador y salvador de la Iglesia en todo el mundo. Sólo con el afecto espiritual y puro de sus miembros, puede avanzar una iglesia.

La Sra. Eddy, quien fundó la Iglesia de Cristo, Científico, escribió una vez a los miembros de su época acerca de la necesidad absoluta del amor universal y de las bendiciones que vienen de Dios como consecuencia de demostrarlo en la práctica. Ella dijo: "Hasta la fecha, he observado que en la proporción en que esta iglesia ha sido bondadosa hacia Sus 'pequeños', El la ha bendecido. Durante todo el tiempo que he estado vinculada con La Iglesia Madre, he notado que, en la proporción en que ésta ha amado a los demás, Dios ha volcado sobre ella Su amor; regando sus parajes desiertos, y ensanchando sus fronteras".Escritos Misceláneos, pág. 127.

Es importante comprender que el mismo afecto puro por Cristo, la Verdad, que debe estar en el centro mismo de la Iglesia, también está, en realidad, en el centro del ser verdadero de cada uno de nosotros. El Amor divino, que es Dios, encuentra su expresión perfecta en el hijo de la creación de Dios, el hombre espiritual que constituye la verdadera identidad de cada uno de nosotros. Y es debido a quién realmente somos como la expresión de Dios que tenemos la aptitud para amar a toda la humanidad. Jamás allá de nuestras posibilidades.

Es claro que una iglesia no puede ser iglesia si no hay afecto espiritual. Tal institución no vive realmente. Ni tampoco sus miembros. Pero la Ciencia Cristiana nos enseña lo naturalmente simple que es reflejar el amor de Dios. Y, a medida que dejamos que la voluntad de Dios gobierne nuestros corazones, cada uno de nosotros puede encontrar la oportunidad y nuestra propia manera individual para expresar la solicitud a la manera del Cristo que abraza a la humanidad.

Por supuesto, tal vez no todos tengan la forma da saludar de los miembros de nuestras iglesias en Sudamérica. Sin embargo, en el caso de nuestros amigos sudamericanos con su cordialidad espontánea, sentimos que fue algo así como lo que Pablo debe de haber tenido presente en otra de sus cartas en el Nuevo Testamento. Pablo escribió a los cristianos en Corinto: "Perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. Saludaos unos a otros con ósculo santo". 2 Cor. 13:11, 12.

El toque santo de un amor puro y desinteresado siempre habla de por sí en gran manera sobre lo que se supone que una iglesia debe ser.

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