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Hace Unos Cuantos años,...

Del número de octubre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Unos Cuantos años, cuando cursaba mi segundo año de universidad, sucedió algo que fue muy significativo para mí. Una expresión que describe muy bien mi actitud hacia la Ciencia Cristiana, antes de entrar en la universidad, es no comprometido. Vivía con mi madre, quien no practicaba la Ciencia Cristiana. La mayor parte de mis enfermedades infantiles fueron atendidas con diagnóstico y tratamiento médico. Sin embargo, tenía parientes que eran Científicos Cristianos activos y mi observación de la Ciencia Cristiana, a través de ellos, era positiva e influyente.

Pasé mis cuatro años de escuela superior en una academia militar. Era obligatorio asistir a una iglesia de la localidad todos los domingos. Como en la población no había ninguna iglesia de la Ciencia Cristiana, escogí asistir cada semestre a una iglesia diferente, como una disciplina educativa sobre diferentes denominaciones religiosas.

Cuando me gradué, resolví entrar en una universidad en donde la mayoría de los estudiantes eran Científicos Cristianos. Sentía que los valores que la Ciencia Cristiana ofrecía eran únicos y con mayor significado que los que hasta entonces había experimentado. Pensé que el relacionarme con otros Científicos Cristianos ciertamente me beneficiaría para alcanzar una comprensión de la Ciencia del ser descubierta por la Sra. Eddy, y, como si esto fuera poco, esta universidad tenía un equipo de fútbol americano. Me encantaba jugar este deporte y realmente deseaba continuar jugándolo por otros cuatro años.

Durante mi segundo año de estudios, una o dos semanas después de comenzar la temporada de prácticas de fútbol, cuando entrenábamos cuerpo a cuerpo fui bloqueado por dos delanteros que hicieron su trabajo muy bien. Uno se me vino directamente encima, mientras que el otro empujó mi cuerpo fuera de la ruta del jugador que llevaba el balón. Al voltear el cuerpo un tobillo se quebró.

Los entrenadores vinieron inmediatamente y se arrodillaron a mi alrededor. Alguien dijo las primeras líneas de "la exposición científica del ser" de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo". Mientras pensaba en estas palabras, los síntomas de conmoción disminuyeron y pude recobrar mi compostura. Vi que el pie estaba colocado en un ángulo opuesto a su posición normal, pero esta imagen no me atemorizó. Sentí una creciente confianza de que Dios estaba en control de la situación, y yo sabía que en mi verdadera naturaleza había sido creado a semejanza de Dios, espiritual no materialmente.

Me llevaron a la enfermería de la universidad en donde enfermeras de la Ciencia Cristiana que estaban de turno y uno de los entrenadores de fútbol me ayudaron a sentirme cómodo. Una de las enfermeras me preguntó si quería comunicarme con un practicista de la Ciencia Cristiana o si prefería que un médico pusiera el tobillo en su lugar. Recuerdo que casi me sentí sorprendido de mi absoluta seguridad cuando decidí llamar a un practicista. Sabía que Cristo Jesús había sanado y que había enseñado a sus discípulos a hacer lo mismo. El había dicho que uno podía sanar y que la curación mediante el Cristo no estaba limitada ni a su presencia ni a su época. La Sra. Eddy había descubierto las mismas leyes de curación que Jesús demostró, y yo sabía que, aun ahora, podía confiar en esas leyes.

Hablé con una practicista, quien me explicó que mi verdadero ser, como la expresión de Dios, era perfecto y completo. Me dijo que ella oraría por mí y me pidió que estudiara una declaración de Ciencia y Salud: "La Ciencia divina del hombre está tejida en una sola tela unificada, sin costura ni rasgón". Medité sobre el sentido completo de esta declaración. Una media hora más tarde tuve una sensación en el tobillo, como si las partes que lo constituían se estuvieran poniendo en su lugar. Cuando miré el pie, estaba completamente recto.

Me sentí colmado de gratitud. Sentí que había experimentado la misma clase de curación que Jesús había demostrado. "¡Qué cosa tan natural!", pensé.

Después de esto progresé rápidamente. Continué trabajando con la practicista durante algunas semanas. Una semana caminé con muletas; luego, otra semana con un bastón. Más o menos cuatro semanas después del incidente regresé a las prácticas de fútbol.

¡No es necesario decir que esta experiencia me llamó la atención! Fue definitivamente el punto en mi vida cuando me consagré al estudio de la Ciencia Cristiana, y cuando comprendí más completamente la realidad de las verdades que Jesús probó. Como beneficio secundario llegué a ser un mejor jugador de fútbol.

Por cierto, las lecciones de esta experiencia permanecen en mi pensamiento hasta hoy. El hecho más significativo que aprendí es que se puede confiar en la Ciencia Cristiana en cualquier parte y en cualquier momento. La Verdad es constante; existió en los tiempos de Jesús y anteriormente; existe ahora y para siempre. También me di cuenta de que el apoyo de otros Científicos Cristianos es una manifestación de la naturaleza de Dios. La claridad espiritual de los otros, actuando en oración y apoyo, es la más amorosa y generosa expresión del verdadero compañerismo que pueda haber. Estoy muy agradecido a la Ciencia Cristiana.


Yo era el entrenador de fútbol americano de Ken en la época de la experiencia que él relata, y me da mucho gusto verificar que los acontecimientos sucedieron tal como él los relata. Quiero añadir que después de esta experiencia, Ken se volvió un mejor jugador de fútbol, demostró mayor confianza, jugó con gran entusiasmo y sin ningún temor, al mismo tiempo que expresaba cualidades de liderazgo que fueron inspiradoras para sus compañeros de juego.


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