Hace Unos Cuantos años, cuando cursaba mi segundo año de universidad, sucedió algo que fue muy significativo para mí. Una expresión que describe muy bien mi actitud hacia la Ciencia Cristiana, antes de entrar en la universidad, es no comprometido. Vivía con mi madre, quien no practicaba la Ciencia Cristiana. La mayor parte de mis enfermedades infantiles fueron atendidas con diagnóstico y tratamiento médico. Sin embargo, tenía parientes que eran Científicos Cristianos activos y mi observación de la Ciencia Cristiana, a través de ellos, era positiva e influyente.
Pasé mis cuatro años de escuela superior en una academia militar. Era obligatorio asistir a una iglesia de la localidad todos los domingos. Como en la población no había ninguna iglesia de la Ciencia Cristiana, escogí asistir cada semestre a una iglesia diferente, como una disciplina educativa sobre diferentes denominaciones religiosas.
Cuando me gradué, resolví entrar en una universidad en donde la mayoría de los estudiantes eran Científicos Cristianos. Sentía que los valores que la Ciencia Cristiana ofrecía eran únicos y con mayor significado que los que hasta entonces había experimentado. Pensé que el relacionarme con otros Científicos Cristianos ciertamente me beneficiaría para alcanzar una comprensión de la Ciencia del ser descubierta por la Sra. Eddy, y, como si esto fuera poco, esta universidad tenía un equipo de fútbol americano. Me encantaba jugar este deporte y realmente deseaba continuar jugándolo por otros cuatro años.
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