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Me Crie En un hogar donde mi...

Del número de octubre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me Crie En un hogar donde mi madre, como estudiante de la Ciencia Cristiana, consecuentemente se esforzaba por expresar las cualidades del Cristo de fe, virtud, paciencia y caridad. Sin embargo, mi padre causó mucha angustia en nuestro hogar con su conducta errática como consecuencia del abuso periódico del alcohol.

Gran parte de mi juventud la pasé temerosa en anticipación de lo que el día pudiera traer. Sentimientos de vergüenza y falta de respeto con frecuencia acompañaban el miedo. Después de que mi madre falleció, me encontré compartiendo el hogar de la familia con mi padre y mi pequeño hijo. Aunque el problema de la bebida había disminuido, todavía yo llevaba lo que en términos actuales podría llamarse las "cicatrices" de haber tenido un padre alcohólico. Además de esto, mi padre estaba ahora en compañía de una mujer joven, quien había hecho conocer su presencia mucho antes del fallecimiento de mi madre.

Estas circunstancias del pasado y del presente pesaban profundamente en mi corazón. Estaba siempre angustiada por mis sentimientos hacia mi padre, porque no coincidían con lo que yo estaba aprendiendo por medio de mi estudio de la Ciencia Cristiana sobre Dios y el hombre. En el curso de los años hubo períodos de iluminación espiritual, los que me trajeron mucha paz, la cual no permanecía al enfrentarme con la conducta irracional.

Hace un par de años pude poner de lado otros propósitos para concentrarme en buscar una mejor comprensión de Dios y de mi verdadera identidad espiritual. Mis devotas oraciones fueron apoyadas por las oraciones de una dedicada practicista de la Ciencia Cristiana.

Yo necesitaba cambiar en serio el sentido mortal de mi identidad, lo que parecía manifestar los efectos de este abuso emocional, por una comprensión de mi individualidad original, intacta, inocente y espiritual. Era necesario tener la incansable voluntad de descartar con persistencia falsos conceptos del hombre y poner mi pensamiento en línea con la única inteligencia buena y creativa del universo, la Mente divina.

Mi sentido de libertad comenzó a manifestarse con el reconocimiento de que lo que a mi percepción había parecido como un intento deliberado de destruir nuestro hogar, no había sido una intención maligna. Un sentido de compasión me envolvió, y yo sabía con claridad que este escenario era sólo resultado de la ignorancia, ignorancia de la genuina naturaleza del hombre. En verdad mi papá y yo siempre habíamos estado unidos por medio del amor fiel de nuestro Padre común, Dios.

Desde ese momento, supe que ninguno de nosotros tenía que estar atado por las aserciones de la mente material: herencia, inutilidad, vergüenza. Vislumbré en cierto grado lo que con tanta profundidad expresa nuestra Guía, la Sra. Eddy, en Escritos Misceláneos: "Sería cruel injusticia el que una inocente criatura naciera destinada a sufrir toda la vida por culpa de los errores o pecados de sus padres. La Ciencia no considera que el hombre sea un creador, y revela las armonías eternas del único origen viviente y verdadero, Dios". La oración y el estudio me han permitido ahora honesta y sinceramente abrazar y comunicarme con este querido familiar.

Fue algunos meses después que reconocí que se había disuelto la incomodidad que sentía cuando me veía obligada a estar en actividades sociales con mi papá y su compañera. Después de un fin de semana de actividades con la familia, me vino este pensamiento: "¿Podrías lavar sus pies, amarlos, como Jesús nos enseñó que debíamos hacer?" Sin vacilar, mi respuesta fue afirmativa.

Comparto este testimonio con la más profunda humildad. Sólo la omnipresencia del poder divino, cuya aplicación está disponible a toda la humanidad a través de las reglas científicas del cristianismo como fueron reveladas a la Sra. Eddy, pudo haber traído tan dramático cambio en el pensamiento. Deseo expresar mi gratitud desde lo profundo de mi corazón por mi querida madre, quien se mantuvo firme en su apoyo de mi educación espiritual, por la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y los maestros que desinteresadamente me guiaron, y por la apreciada bendición de recibir instrucción en clase de Ciencia Cristiana. A diario y con frecuencia mi pensamiento exclama: "Gracias, Padre-Madre Dios", y cuán profundamente lo digo.

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