Una Mañana En agosto de 1989, desperté con dolor en el cuello, en un hombro y en un brazo. Nunca había sentido un dolor tan intenso, y pensé que estaba en apuros. De inmediato, declaré para mí mismo la verdad espiritual de que no hay realidad en el dolor porque Dios es la Verdad infinita, e insistí que "el dolor" no es nada más que un error, una creencia falsa.
Oré fervorosamente, pero la curación no se concretó y esa noche no pude dormir. Varios días después, sonó el teléfono. Era mi hija, que estaba en Australia estudiando inglés. Como mi voz sonaba débil, ella se mostró muy preocupada y me preguntó qué había pasado y qué podía hacer por mí. Le expliqué mi condición y le pedí que se comunicara con un practicista de la Ciencia Cristiana en Australia.
Todo ese día estudié la Lección Bíblica (que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana). Me acordé de la siguiente declaración del libro de texto, Ciencia y Salud, escrito por la Sra. Eddy: "La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad". Pensé que un método muy eficaz de tratamiento era "neutralizar" la voz del dolor con la verdad contenida en la lección.
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