Ricardo vivía en Hawai, donde casi siempre hacía calor y brillaba el sol. Ricardo solía jugar a la sombra de las inmensas palmeras y entre los arbustos en flor que había en el patio de atrás de su casa. Observaba a los pájaros tropicales de brillantes colores volar de un lado a otro. Todas las mañanas ayudaba a su mamá a esparcir en el patio alimento para pájaros para varias familias de cardenales brasileños. Eran de color gris y blanco y tenían un copete rojo. El color del copete de los pichones era amarronado.
Ricardo jugaba al fútbol y trepaba a los árboles con dos buenos amigos que tenía. A veces ellos traían sus autitos y camiones de juguete. Construían caminos de tierra y montañas y los hacían andar por allí. Cuando Ricardo estaba solo, pasaba largas horas jugando con sus autitos.
Un día, mientras estaba jugando en la tierra, lo picaron unas hormigas coloradas. Le dolía mucho la mano y el brazo y enseguida se le hincharon. Ricardo se asustó y comenzó a llorar.
Corrió hacia su casa a buscar a su mamá. Ella lo abrazó para tranquilizarlo. Entonces le dijo: — Ricardo, tú sabes que Dios está aquí, cuidándote en este preciso instante, ¿no es cierto? — Ricardo asintió con la cabeza —. Tú sabes que Dios estaba contigo mientras jugabas, ¿verdad? — Ricardo volvió a asentir con la cabeza —. Dios está siempre contigo, y tú nunca podrías separarte de Su amor. — Ricardo dijo que sí pero aún estaba asustado —. Su mamá le dijo: — Creo que deberíamos llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que nos ayude a orar sobre esta situación.
A Ricardo le gustó hablar con esa practicista. Ella le dio ideas muy interesantes, especialmente de la Biblia. Hizo sentir a Ricardo el gran amor que Dios tiene por todos Sus hijos. Esto lo hizo sentirse seguro.
La practicista le recordó a Ricardo que era el hijo de Dios y que era espiritual. El no había estado jamás separado del amor de Dios. Ella tenía tanta confianza en Su poder y Su amor que Ricardo sintió que la presencia de Dios lo rodeaba. Entonces no tuvo miedo.
La practicista le habló sobre la historia de la Biblia en la que una víbora mordió la mano de Pablo. Pablo simplemente sacudió la víbora de su mano, y no sufrió ningún daño. Pablo confiaba en que Dios lo cuidaba en cualquier parte donde él estuviese. De hecho, él y todos los que estaban con él en el barco se habían salvado de un naufragio justo antes de que la víbora lo mordiera.
La mamá ayudó a Ricardo a buscar algunas ideas de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. La Sra. Eddy dice: "Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles". Ricardo y su mamá hablaron de por qué las criaturas de Dios son inofensivas. Puesto que Dios es Amor, El hace a Sus ideas amorosas y perfectas. Una idea espiritual, al ser buena, no le haría daño a otra idea. Esa es la verdad acerca de cómo funcionan las cosas. Todo lo que se aparte de esa verdad es una mentira sobre lo que Dios hace y sabe.
La practicista le había pedido a Ricardo que eligiera algunas otras ideas de Ciencia y Salud para pensar en ellas. El eligió "Estad de portero a la puerta del pensamiento". Luego él y su mamá hablaron acerca de lo que hace un portero.
— Los porteros cargan equipaje, como los del aeropuerto, — dijo Ricardo acordándose de su vuelo a Hawai.
— Es cierto; pero también hacen otras cosas. En los trenes, controlan a la gente que entra y sale, y vigilan para que no haya confusiones sobre el lugar donde cada persona debe sentarse.
Eso fue lo que Ricardo decidió hacer. El sería un portero y ayudaría a entrar a los buenos pensamientos. No permitiría que entrase ningún pensamiento que no viniese de Dios. Ningún pensamiento triste. Ningún pensamiento de dolor. Ningún pensamiento de temor o de alguna cosa en la creación de Dios que pudiese lastimar o ser lastimada. El sólo iba a permitir que la verdad de que Dios es el bien encontrara lugar en su pensamiento.
En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana Ricardo había aprendido que cuando nos quedamos tranquilos y escuchamos, Dios nos da pensamientos que sanan. El pensamiento de que él era espiritual y sano — y que la verdad echaba fuera el temor y el dolor — fue una idea buena que lo sanó. A la hora de ir a la cama Ricardo se sentía bien. El brazo y la mano habían vuelto a su tamaño normal. Llamó a la practicista para agradecerle por haber orado por él. Ella le dio un versículo de la Biblia para que lo acompañase durante la noche: "Pondré en salvo al que por ello suspira". Ricardo se rió cuando lo escuchó. — He descubierto que puedo escuchar lo que Dios me está diciendo. Puedo decirles "no" a los pensamientos que no están llenos de amor, de bondad y de gozo. ¡Me gusta ser portero! — dijo Ricardo.
Nota de la madre:
Todos nos sentimos muy agradecidos por esta curación. Las hormigas coloradas son conocidas por lo desagradable de sus picaduras, que en este caso produjeron un efecto tóxico seguido de una hinchazón muy fea.
La oración ayudó a Ricardo a sentir calma, y el temor disminuyó. Pudimos ver con claridad los hechos verdaderos del ser de Dios así como la identidad real del hombre espiritual. Esta nunca ha sido invadida ni ha habido nada que pueda introducirse en ella. Como hijo de Dios, Ricardo nunca había estado fuera del control de Dios. El era, en realidad, una idea espiritual, que se mantenía intacta en el amor del Padre que todo lo incluye.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: "Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de eso, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre". Al poner nuestro pensamiento de acuerdo con aquello que constituye el hecho espiritual, el concepto humano se puso en línea con lo que es bueno, sano y normal. De modo que la oración de la practicista y nuestra insistente afirmación del poder y el amor de Dios anularon el temor y la creencia en un poder tóxico. Mi hijo sintió la presencia del Amor divino, y esto trajo curación.
Fue un gran gozo ver los rápidos resultados de la aplicación de la ley de Dios.
He aquí os doy potestad de hollar
serpientes y escorpiones,
y sobre toda fuerza del enemigo,
y nada os dañará.
Pero no os regocijéis de que
los espíritus se os sujetan,
sino regocijaos de que vuestros nombres
están escritos en los cielos.
Lucas 10:19, 20
    