¿Se Ha Excusado usted alguna vez diciendo "No lo puedo evitar" cuando ha hecho algo sabiendo que estaba mal pero que le parecía imposible resistir? Estoy segura de que muchos de nosotros hemos hecho esto alguna vez. Pero un artículo que leí me dio algunas ideas el tema.
El autor hablaba de cómo el incesto, la promiscuidad sexual, la adicción al alcohol, a las drogas y al juego son cada vez más frecuentemente clasificados como "enfermedades" que necesitan ser tratadas por medio de la medicina. Hablaba de una tendencia hacia "la medicación del pecado" y de una ausencia de responsabilidad de parte del individuo hacia su propia conducta. El autor llamó esta ausencia de responsabilidad moral "la Nueva Obscenidad". Dice: "No se trata de palabrotas, sino de un dicho constantemente repetido que asesta su golpe al corazón mismo de nuestra humanidad. Estas palabrotas son: 'No lo puedo evitar' ". William Lee Wilbanks, "The New Obscenity", Reader's Digest, Diciembre de 1988.
Gran parte de la sociedad de nuestros días opera estrictamente sobre la base de la satisfacción inmediata. No hay suficiente reprensión para la práctica de beber bebidas alcohólicas en tertulias, "recrearse" con drogas, y para la tal llamada promiscuidad sexual "discreta" o "sin peligro". A menudo, estas prácticas se justifican catalogándolas como inofensivas, y se condena la moralidad por considerársela innecesaria y aburrida, o que simplemente no tiene nada que ver con la búsqueda de la felicidad. Lo que la gente no comprende es que la línea que separa la aceptación social de hoy en día del potencial de degradación es muy angosta. Cuando la persona comienza a justificar sus acciones con un "No lo puedo evitar", corre el peligro de estar cerca de cruzar esa línea.
Por supuesto, nadie desea convertirse en un adicto a las drogas o al alcoholismo o ser víctima de una enfermedad social. Por esto es que la justificación propia es tan engañosa. El punto de partida hacia estas desdichadas circunstancias a menudo se inicia con la presión que ejercen los amigos, el deseo de ser popular o de ser aceptado, en otras palabras, de ser amado. En realidad, es la ignorancia acerca de lo que la persona verdaderamente es, lo que la hace vulnerable a las presiones de los amigos y la lleva a buscar el amor y la felicidad por vías equivocadas.
La Ciencia Cristiana tiene la respuesta para la importante pregunta: "¿Quién soy?" Esta Ciencia explica la maravillosa verdad que Cristo Jesús comprobó e ilustró mediante su filiación con Dios, a saber, que cada uno de nosotros es, en realidad, la imagen y semejanza de Dios, totalmente espiritual, eternamente individual, y por siempre perfecto. La Ciencia Cristiana revela que el hombre es la expresión de la Mente, la cual es Dios, y que está gobernado por el Principio divino. El hombre es el amado hijo de Dios, impecable, puro, íntegro, recto y satisfecho. Esta es la naturaleza del hombre espiritual y la única identidad absolutamente real de cada uno de nosotros.
Tal vez nos preguntemos: ¿Qué es este mortal que parecemos ser? ¿Qué es esta persona que parece débil, pecadora, desvalida? La Ciencia Cristiana responde que realmente no es posible que haya dos clases de hombre más de lo que podría ser posible que hubiera dos clases de Dios. Por lo tanto, aquello que vemos como un mortal débil, enfermo o pecador tiene que ser un concepto equivocado de lo que es el hombre, una distorsión, no la realidad.
¿Cómo podemos desprendernos de estos conceptos erróneos y descubrir nuestra verdadera identidad? Aprendiendo más acerca de Dios, del hombre y de la creación espiritual de Dios. Dios es el Amor omnipresente, omnipotente, omnisciente y, como lo dijo el Salmista, "nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". No obstante, un concepto erróneo muy popular acerca de Dios es que El, a menudo, o bien no quiere ayudarnos o no puede hacerlo. La Ciencia Cristiana categóricamente rechaza esta sugestión y muestra que Dios, el Amor divino, siempre responde a nuestras necesidades cuando recurrimos a El en nuestra oración. La Sra. Eddy dice en No y Sí: "Dios no carece de poder ni de voluntad para sanar, y los mortales no están obligados a tener otros dioses delante de El, ni a emplear formas materiales para satisfacer una necesidad mental".
La Ciencia Cristiana explica que estos "otros dioses" tienen únicamente el poder que en creencia les damos. Al comprender nuestra relación con Dios nos damos cuenta de que ningún "otro dios" puede esclavizarnos o hacernos creer que no podemos ayudarnos a nosotros mismos. La ayuda de Dios está siempre disponible, y siempre contamos con la libertad de comenzar una vida que se ajuste a Su ley de armonía.
Muchos años atrás, mucho antes de que alguien inventara la frase "la nueva moralidad", yo tenía una amiga muy adepta a practicar "la vieja inmoralidad". Hiciera lo que hiciera, su excusa también era: "No lo puedo evitar". Un día me confió: "Sé que Dios me está castigando por todos mis pecados, y el castigo que tengo es el peor que alguien pueda tener". Cuando le pregunté en qué consistía este castigo, me contestó: " Nunca sé lo que quiero. Nadie sabe la tortura que esto puede ser. Nada me puede satisfacer jamás". Ni mi amiga ni yo lo sabíamos en aquel tiempo, pero lo que ella realmente quería era una comprensión de un Dios lleno de amor que le mostrara un camino que la ayudara a salir del profundo abismo en que había caído. Lamentablemente falleció muy joven. ¿Diagnóstico médico?: alcoholismo agudo. Mi diagnóstico (algunos años después): un concepto falso de la naturaleza de Dios, del pecado y de sí misma.
Tanto mi amiga como yo fuimos educadas en una religión ortodoxa protestante. Ambas asistíamos a la Escuela Dominical y a la iglesia regularmente, y nos enseñaron que Dios es Amor. Estábamos familiarizadas con las enseñanzas de Cristo Jesús, incluso con la parábola del hijo pródigo. Sabíamos, al igual que muchos otros, que en esta parábola la ilustración del Padre afectuoso siempre listo y dispuesto a perdonar a su extraviado hijo, se refiere a Dios y a la humanidad. ¿Por qué esto no fue suficiente para alentar a mi amiga a recurrir a Dios en de ayuda? Porque durante siglos, los conceptos equivocados acerca de Dios que lo presentan como un tirano cruel que castiga a los mortales pecadores por hacer lo que no pueden evitar hacer, se han infiltrado en gran medida en la consciencia humana. Por esta razón mucha gente no puede aceptar la verdad espiritual de que Dios es realmente el Amor infinito. Temen recurrir a Dios para que los ayude, o no se sienten merecedores de tal ayuda debido a la creencia que abrigan de que son pecadores o indignos de Su misericordia y amor.
La Ciencia Cristiana no acepta el pecado, pero sí muestra la imposibilidad de que el pecado tenga poder o tan siquiera realidad en el bien establecido reino de Dios. Sobre este punto, la Sra. Eddy pregunta en Ciencia y Salud: "¿Defrauda el Amor divino a la humanidad, al hombre con inclinación al pecado y castigándole luego por ello?" ¡Qué cruel sería esto!
Entonces, ¿qué lo que lleva a la humanidad a pecar? Podríamos responder:
• El concepto erróneo de que el hombre es básicamente material y puede encontrar satisfacción o realización sólo en alguna forma de materialismo.
• La creencia de que Dios es injusto, parcial, que da a unos más que a otros.
Estos son conceptos equivocados acerca de la naturaleza de Dios como la fuente de todo bien, y de la relación del hombre con El como Su idea espiritual. El Salmista nos dice que Dios colma "de bendición a todo ser viviente". La Ciencia Cristiana, fiel a este concepto, muestra que la satisfacción y la felicidad son puramente espirituales y no pueden encontrarse en la materia.
¿Pero qué decir acerca del castigo por pecar? El pecado siempre incluye castigo. Mientras pequemos estaremos sujetos a sus castigos, pero a medida que aprendemos a enfrentar el pecado y a ver que no tiene cabida ni poder en nuestra verdadera naturaleza, entonces cesamos de pecar y el pecado pierde su asidero en nosotros. No hay castigo eterno para los hijos de Dios, solamente para el pecado mismo.
Un incidente que ocurrió cuando yo era muy niña, me ayudó mucho años más tarde cuando me encontraba luchando por comprender las enseñanzas de la Ciencia Cristiana sobre el pecado y su castigo. En aquel tiempo los enchufes eléctricos no eran como ahora, que se les pone una tapa para evitar que los niños metan sus deditos en las aberturas, y yo metí el mío y me dio un choque eléctrico. Mi madre con mucho cariño me explicó que la electricidad nunca podría dañarme si yo no la tocaba. Este incidente me ayudó a comprender claramente la naturaleza del pecado y su castigo. El peligro, en creencia, siempre está allí. Pero es el "tocarlo" lo que trae el castigo, y el dejarlo lo que aporta la liberación.
Puede que usted se diga: "Esto es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Qué decir si uno realmente desea dejar de pecar pero no puede evitar pecar?" ¿No es éste entonces el momento de volverse de todo corazón a Dios en procura de Su ayuda? ¿Y de aprender más acerca de quiénes realmente somos? Nadie puede jamás encontrarse en una situación, por lamentable que sea, en la cual Dios no esté disponible. Es evidente que el Salmista captó una vislumbre de esta verdad cuando cantó: "Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás".
A medida que he ido aprendiendo mi camino en la Ciencia Cristiana y comprendo más y más que el amor de nuestro Padre-Madre Dios lo abarca todo, a veces recuerdo a mi amiga. En aquel tiempo yo no sabía lo Suficiente acerca de Dios para ayudarla, pero sé lo suficiente ahora acerca de Su infinito amor como para orar científicamente por aquellos que son atrapados en la red de la autodestrucción. Todos los que han experimentado el amor y el perdón de Dios y Su ayuda en momentos de necesidad tienen el privilegio de hacerlo.
Podemos orar para que los ojos de la humanidad se abran para percibir la verdadera naturaleza de Dios y la engañosa naturaleza del pecado. Podemos orar para ser compasivos y comprensivos cuando o leemos acerca de problemas de inmoralidad y adicción. Podemos expresar nuestra naturaleza a la semejanza del Cristo, no justificación propia, en nuestra opinión de aquellos que han sido atrapados por el pecado, y estar dispuestos a verter en la consciencia humana las verdades espirituales que traen liberación.
Finalmente, cada vez que seamos tentados a pensar, por cualquier razón, "no lo puedo evitar", podemos orar para saber y sentir que el hombre nunca está desvalido porque jamás está fuera del tierno cuidado del Amor, que siempre está disponible para fortalecernos en nuestra lucha contra la tentación.
En la medida de nuestra devoción y disposición, nuestras oraciones pueden ayudarnos a ganar la batalla contra las drogas y toda clase de adicción. Nos pueden ayudar a acelerar el día en que "la Nueva Obscenidad" desaparezca, y toda la humanidad pueda decir: "Siempre lo puedo evitar, porque sé quién soy y sé que Dios me ama".
    