Que mis ojos solo puedan contemplar la luz
de Tu amor;
Mis oídos solo oír la dulzura de Tu Palabra
de verdad.
Que solo pueda percibir la armonía de Tu reino;
Gustar el maná de Tu misericordia.
Que mi boca solo se abra para predicar
Tu evangelio.
Que todo mi ser exprese la espiritualidad de
Tu realidad.
Gracias, Padre, porque me has purificado.

Un deseo puro
Del número de octubre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana