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La adolescencia: descartemos rótulos anticuados

SEMINARIO

Del número de octubre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Parece Que El mayor desafío que enfrenta la adolescencia, es que le pongan el rótulo de ¡adolescente! (Junto con todas las implicaciones estereotipadas que este rótulo encierra.)

En toda edad, los desafíos o problemas exigen soluciones: soluciones sanadoras. Cualquiera que sea la posición que uno ocupe en relación a los desafíos que deben enfrentar los jóvenes — ya sea brindando o recibiendo ayuda — no se trata tanto de una cuestión de edad o de experiencia, como de estar dispuestos. Estar dispuestos a confiar y a que confíen en uno. Estar dispuestos a expresar nuestro amor hacia los demás. Respeto. Intuición. Afecto genuino. Honestidad. Valor. Cuando estas cualidades son evidentes revelan (a veces de manera sorprendente) un fundamento común o una base espiritual de unidad en donde buscar y encontrar respuestas.

En los ejemplos siguientes, los jóvenes pidieron ayuda a personas que estaban orando consagradamente por los desafíos que estaban enfrentando, y sus oraciones no sólo resolvieron sus propias situaciones, sino que tuvieron un efecto sanador en la vida de los jóvenes que habían pedido ayuda. Todas las personas que pudieron brindar ayuda tenían algo en común: su amor a Dios y su sincera disposición para confiar en El y buscar respuestas que trajeran curación.


"Necesito una ayuda eficaz", dijo el joven. "No parece haber nada para... bueno, para esperar algo del futuro. Quiero decir, ¿para qué seguir adelante? ¿Por qué no terminar con todo de una vez y así dejar de luchar?" Su voz sonaba cada vez más distante, como si la comunicación telefónica se estuviese desvaneciendo. Colgó antes de que su amigo pudiese descubrir dónde estaba.

El amigo comenzó a orar y aunque al principio se sentía inseguro, gradualmente el temor y la preocupación fueron reemplazados con certidumbre y una palpable sensación de paz. En su pensamiento resaltó la siguiente estrofa de uno de los poemas de la Sra. Eddy:

A Cristo veo caminar,
Venir a mí
Por sobre el torvo y fiero mar;
Su voz oí.

El saber que el joven nunca podía estar fuera del contacto, fuera del alcance de Dios, que nunca podía dejar de percibir la presencia de Dios, le hizo sentir una tranquila confianza en la suprema habilidad de Dios para cuidar del joven y ponerlo a salvo.

¡Más tarde el joven volvió a llamar por teléfono y dijo que se sentía totalmente distinto! Y añadió que se sentía amado y seguro.


Una joven madre estaba orando intensamente por la situación que estaba atravesando su matrimonio, que parecía inestable y destinado al fracaso. Cuando sonó el teléfono lo atendió sin mucho entusiasmo, y se sorprendió al comprobar que la llamada provenía de la enfermera del colegio secundario de la zona, pidiéndole que pasara a buscar a una estudiante de ese colegio a quien ella conocía, cuyos padres se hallaban fuera de la ciudad en viaje de negocios. (Los padres habían dejado el número de teléfono de la joven madre para que la llamaran en caso de presentarse una necesidad.) En el auto la jovencita dijo que se sentía mal, presionada, asustada y totalmente incapaz de hacer frente a la situación. ¡Necesitaba tremendamente un refugio seguro! Al principio, la joven madre sintió que no tenía nada para compartir, pero después de pensar con tranquilidad, se dio cuenta de que ella, como Científica Cristiana, sí tenía lo único que realmente importaba: la confianza en el cuidado de Dios. Compartió la declaración de los escritos de la Sra. Eddy con la cual había estado trabajando: "En éste, Su refugio del Alma, no entra ningún elemento terrenal para echar fuera a los ángeles, para acallar la intuición correcta que os guía a salvo al hogar". Ella había estado orando sobre ese punto a fin de percibirlo con mayor claridad, y alrededor de una hora más tarde, cuando la jovencita se hubo calmado, pudieron intercambiar ideas sobre el amor de Dios, que consuela, corrige y sana. Estaban en el hogar dentro del abrazo de Dios, y esto las fortaleció. Media hora más tarde, la jovencita dijo que se sentía bien, y esta experiencia se convirtió en un peldaño ascendente tanto para la joven madre como para su amiga adolescente.


Se le solicitó a un viudo que tenía seis hijos que enseñara una clase bastante numerosa de estudiantes de la escuela secundaria, en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. La clase incluía una animada mezcla de intereses y opiniones. A veces la discusión se volvía bastante desafiadora como ocurrió un domingo en particular. Este es el relato que hizo uno de los alumnos de la clase.

"Realmente lo estábamos desafiando, disparándole una pregunta tras otra, como por ejemplo: 'Bueno, ¿y qué solución hay en la Ciencia Cristiana para esto? ¿y para esto otro?'; y él por un instante no respondió. Pero entonces muy suavemente, empezó a compartir con nosotros, como si fuésemos sus amigos más íntimos, con qué fervor estaba orando por sus hijos y por obtener un mejor concepto de compañerismo, de provisión, del futuro, de seguridad, de paz interior, y muchas otras cosas. Puso bien en claro que él oraba profundamente todos los días y que esas oraciones tenían respuestas tangibles y prácticas.

"Pensé mucho y detenidamente sobre esa clase. La honestidad y humildad que él expresó hacia nosotros como alumnos suyos, era exactamente la manera en que trataba a todos los demás también, incluso a sus hijos. El conocía la clase de problemas que yo tenía en casa, pero en ningún momento me sentí criticado o menospreciado. Otros alumnos de la clase tenían problemas en la escuela, o con sus padres o estaban experimentando con drogas o con alcohol. ¡En un pueblo pequeño como el nuestro, uno no puede hacer muchas cosas a escondidas! Sin embargo, confié en él; sentí que él me conocía tal como realmente soy, o sea, tal como Dios me conoce. Y me sentía lo suficientemente cómodo como para poder hablarle con franqueza.

"Después de esa clase, nunca volví a mirar de la misma manera a los otros adultos y sus problemas, incluso a mis padres. El nos abrió una ventana a través de la cual vislumbrar cómo el amor de Dios provee, protege, guía y consuela. Yo lo apreciaba aún más porque él no pretendía tener todas las respuestas. De hecho, ¡pudimos comprobar que él tenía tantas preguntas como nosotros! Pero sabíamos que él sometía las preguntas a Dios y al pastor dual: la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, e iba encontrando las respuestas día tras día.

"Una de las cosas más maravillosas fue ver que sus oraciones fueron respondidas. Conoció a una mujer encantadora que se interesó en la Ciencia Cristiana, y un tiempo después se casaron. También tuvo nuevas aventuras en los negocios. Y estoy seguro de que hubo más desafíos a medida que sus hijos fueron creciendo, pero nunca he olvidado la confianza y la seguridad en el poder de la oración que él, con tanta honestidad, compartía con nosotros cada semana".


Los adolescentes no están buscando a un ser humano perfecto a quien emular. No están buscando a alguien que tenga respuestas para todo. Ellos, al igual que todos y en cualquier época de la vida, están buscando coherencia, integridad, imparcialidad, compasión, honestidad: cualidades morales que están incorporadas en nuestra consciencia y que expresamos cada vez más a medida que trabajamos por nuestra salvación.

La credibilidad moral es un punto vital. ¿Nos preocupan realmente problemas más vastos, como el hambre, la injusticia, la carencia de vivienda, la falta de empleo, la contaminación, y estamos orando por ellos? ¿O estamos dando a entender con nuestra actitud que lo que más nos preocupa es, fundamentalmente, llevar una vida sin complicaciones ni tensiones?

El dar testimonio del poder de la oración en nuestra propia vida, pone de manifiesto esa clase de honestidad y de afecto genuino que dice, aun sin palabras, que estamos disponibles y dispuestos a escuchar y a ayudar. Da sustancia a nuestras palabras y fuerza a nuestro deseo de ayudar.

EL AMOR: "QUE NO ESTA SEPARADO DE LOS PORMENORES DE LA EXPRESION"

Cuando yo tenía diecisiete años tenía un amigo con dotes de poeta. En su poesía, muy a menudo se refería a la vida y a la muerte. En ocasiones invocaba directamente a la muerte en su obra, y no podía ocultar la fascinación que le producía. También estaba perturbado por el conflicto familiar que había producido una separación. Un mediodía se mató de un balazo, dejando a todo un colegio conmocionado, destruido y sin respuestas. Al principio, estaba perturbada, pero encontré mucho consuelo en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana de que el ser del hombre es inmortal y no muere. Sabía que mi amigo estaba descubriendo algo de este hecho espiritual, y que continuaría creciendo y aprendiendo.

La Gran Pregunta acerca de la identidad, el significado de la vida, el lugar del hombre dentro del esquema de las cosas, los anhelos del corazón por tener amor y armonía, son corrientes que atraviesan la experiencia humana, y que parecen ser especialmente fuertes durante la adolescencia. Sin embargo, tal como lo aclara la Ciencia Cristiana, no hay nada que exija que esos años estén llenos de confusión, sean vulnerables o turbulentos. El hombre de Dios no es un mortal desdichado y vulnerable; él es la imagen misma de lo que es bueno y verdadero. El representa la plenitud del Amor en la variedad de su expresión. Nunca está separado del atento cuidado y aprobación del Amor. Dios está muy complacido con Su amado hijo o hija, que no es un niño, un adolescente o un adulto, sino una idea enteramente espiritual en el cenit de la naturaleza humana.

El punto crucial que se debe enfrentar en estas preguntas tan profundas del corazón y la mente, está en lograr obtener un destello de la verdad espiritual de que "... Vida es sólo Amor...", tal como dice el poema de la Sra. Eddy titulado "Amor". Se debe vivir el amor. Ser el amor. Al tener su origen en Dios, el amor no es una propiedad que alguien pueda retener; está dentro de la consciencia. Jamás separado de los pormenores de la expresión, el amor, en su bondad, sensatez y gentileza, nos ha involucrado de tal manera en vivir, que la convicción de que el hombre es necesario y valioso para Dios, y, por lo tanto, para el hombre, se hace evidente.

Las grandes preguntas no desaparecen, pero tienen una respuesta a través de las expresiones del Amor. Lo único que desaparece es la atracción al suicidio, pues no puede sobrevivir a todo lo que es viviente.

MAS ALLA DE LAS APARIENCIAS

Entre Los adolescentes se habla mucho sobre la presión que ejercen sus compañeros para que se sometan a ciertas prácticas, generalmente negativas. Pero la presión de los compañeros que los padres sienten puede resultar igualmente aguda. Me refiero al deseo de los padres de que sus hijos se ajusten a ciertas normas en lo que respecta a vestimenta, conducta, metas y estilo de vida. Puedo decir por experiencia que la Ciencia Cristiana puede ser una ayuda enorme para liberarnos de una preocupación indebida sobre lo que otros puedan pensar acerca de nuestros hijos, preocupación que tiende a minar el compromiso con lo que deberíamos estar haciendo: nutriendo la individualidad espiritual de nuestros hijos.

Recuerdo las discusiones que tuvimos con nuestro hijo respecto al largo de su cabello y al estilo de su corte. Yo pensaba que se vería mejor y daría lugar a menos controversias, si lo usaba más corto.

Hubo un punto en que los tres, padres e hijo, nos pusimos de acuerdo en que ninguno de nosotros juzgaría sólo por la apariencia. Había asuntos mucho más importantes que nunca se resolverían simplemente con un corte de cabello. Con toda seriedad puedo decir que, en realidad, no podía imaginarme orando para que mi hijo se cortara el cabello. Pero sí podía orar, y así lo hice, para que su individualidad espiritual se volviera más evidente para él — y para nosotros — y también para que yo pudiese apoyar la realidad de su identidad como hijo de Dios.

Poco después de haber llegado a este mutuo acuerdo de que no eran las apariencias sino la identidad verdadera lo que constituían la prioridad fundamental, nuestro hijo me contó algo que le sucedió en el trabajo. Un hombre entró con su auto a la estación de servicio donde mi hijo trabajaba los sábados. Cuando mi hijo le preguntó en qué podía serle útil, el hombre pareció sorprendido, frunció el ceño y dijo: "¡Al entrar a la estación pensé que eras una chica!" El sentía especial interés en contarme lo que había pasado porque estaba tan sorprendido como el propio cliente de la respuesta que le había dado. Sin el menor rastro de amargura o de irritación, le sonrió al hombre y se escuchó a sí mismo decirle: "¿Sabe una cosa, señor? Mientras usted se dirigía hacia aquí, pensé que usted era viejo". En la cara del hombre asomó una sonrisa. Este cliente volvía todos los sábados a la estación de servicio y siempre encontraba la manera de poder hablar con nuestro hijo.

La respuesta de mi hijo (y lo que la sustenta) me sirvió de ayuda cuando estaba pronto a condenarme a mí mismo o a otros. Muestra algo de la sabiduría práctica, el amor y la libertad que trae la Ciencia Cristiana tanto a adolescentes como a adultos. La falta de capacidad para ver más allá de lo que muestran las apariencias superficiales, nos limita dentro de las estrechas paredes de nuestras propias percepciones y prejuicios. La disposición, impulsada por el Amor, de ver a los otros más a la manera en que los ve el Padre, comienza a mostrarnos lo que significa el hecho de que Dios ha "poblado" Su universo.

He comprobado que la Ciencia Cristiana proporciona un apoyo maravilloso tanto al "macro" como al "micro cuidado paterno". Yo sé que no van a encontrar estos términos en el diccionario, pero a donde quiero llegar es al hecho de que la Ciencia Cristiana es de inmensa ayuda para modelar tanto el aspecto más amplio del cuidado paterno — el profundo e inefable deseo de los padres de ver florecer a sus hijos, de verlos llevar una vida útil, moral, altruista, original, de ver que la mano de Dios está moldeando sus carreras — como los aspectos del diario vivir: la constante tolerancia que se les exige a los padres y el afecto práctico que corrige y alienta.

Los años de adolescencia de sus hijos hacen que muchos padres se vuelvan aún más de todo corazón a Dios, el verdadero Padre, tanto de ellos como de sus hijos. Para algunos padres, es el momento en que suelen sentir que están realmente aprendiendo a practicar la Ciencia Cristiana, al darle cada vez menos valor a la evidencia material y ser más consecuentes en sus esfuerzos por comprender más acerca de lo que Dios conoce de Sus hijos, de lo que la Mente conoce de Sus ideas. Al orar más científicamente, las familias encuentran inmenso apoyo y curación, y una perspectiva diferente de lo que aparentan ser tiempos tormentosos. Los adolescentes responden a la honestidad espiritual y al amor altruista de una manera inesperada, y familias enteras son bendecidas.

 

"CONTINUAMOS AMANDOLO Y PREOCUPANDONOS POR EL"

Cuando yo recién entraba en la adolescencia, mi hermano ya era un drogadicto. De ser un alumno excelente, llegó a ser casi reprobado y expulsado del colegio. Pero lo peor de todo fue que, de ser mi amigo, se convirtió en alguien a quien yo a veces deseaba no haber conocido nunca. Nuestra familia tuvo que enfrentarse a muchos de los horrores que tan a menudo acompañan el uso de drogas: robo, destrucción, indiferencia y trastornos en el hogar.

Pero mediante la Ciencia Cristiana sucedió algo notable: continuamos amándolo y preocupándonos por él. Y lejos de separar a la familia, la necesidad de orar más y de obtener una mayor comprensión en el hogar, resultó en mayor unidad y afecto. La amenaza que se cernía sobre nuestra vida de hogar, nos hizo ver en términos suficientemente claros lo que estaba en juego. Trabajamos con diligencia para no perder de vista la fuerza y la unidad que la familia y el hogar representaban.

La Ciencia Cristiana nos permitió encontrar un camino para hacerle frente al abuso de las drogas, rehusándonos aceptar que tuviese dominio sobre mi hermano y a no tolerar que su presencia amenazara nuestra vida. Ganar esta pelea no fue fácil y llevó tiempo. Pero la persistencia en no perder de vista la identidad espiritual inviolable de cada miembro de la familia, hizo que ganáramos la partida. Hoy mi hermano es muy feliz en su matrimonio y con sus hijos. Y nuestras reuniones no son para recordar momentos penosos, sino para seguir compartiendo el gozo con el cual creció nuestra familia.

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