Cuando Jaime comenzó a ir al jardín de infantes, estaba muy contento con sus nuevos amigos. Le gustaba mucho aprender acerca de las palabras y los números. Pero lo que más le gustaba era viajar en el ómnibus de la escuela, que era grande y de color amarillo.
Todos los días después del almuerzo Jaime y su mamá esperaban el ómnibus junto al buzón de su casa. Jaime sabía cuándo el ómnibus estaba subiendo la colina para dar vuelta a la esquina, porque podía oír el ruido que hacía.
Los frenos chirriaban y rechinaban cuando el ómnibus paraba para recoger a Lee. La siguiente parada era la de Jaime. "Aquí viene el ómnibus; lo oigo, lo oigo", decía Jaime.
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