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Cuando Conoci La Ciencia Cristiana...

Del número de noviembre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Conoci La Ciencia Cristiana mis tres hijos tenían seis meses, cuatro y siete años. Durante los siete años siguientes tuvimos curaciones de enfermedades, fiebre, huesos rotos, efectos de caídas, quemaduras y cortaduras. Un camión atropelló a uno de mis hijos con tanta fuerza que cayó sobre el capó de un auto que se acercaba, luego cayó rodando del vehículo y, finalmente, golpeó contra el pavimento. Volvió a la escuela al cabo de una semana, completamente sanado por medio de la oración en la Ciencia Cristiana. El orar para superar estas situaciones ha sido un gran apoyo, y ha hecho que nuestra familia esté más cerca de Dios.

Me gustaría compartir una experiencia en particular, en la cual tuve que vivir y practicar todo lo que había aprendido sobre Cristo Jesús y sus enseñanzas sobre Dios y la curación, con un compromiso más profundo con el cristianismo.

Mi hijo Lucas tenía trece años en aquel momento, e iba caminando con sus amigos hacia la escuela, a cuatro cuadras de nuestra casa. En la intersección de las escuelas secundaria inferior y superior, Lucas fue golpeado por un grupo de muchachos. El ataque fue casual, y pareció estar motivado por prejuicios raciales. Una madre que pasaba en su auto fue manejando hacia la acera y comenzó a tocar la bocina para que los muchachos dejaran a Lucas.

Cuando recibí la llamada de la escuela, telefoneé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara por medio de la oración. Honestamente, puedo decir que no tuve duda de que sólo la oración sanaría a Lucas. Mientras iba manejando esa corta distancia hasta la escuela, llené mi corazón de amor hacia Dios por Su tierno cuidado por todos sus hijos. Silencié todos los otros pensamientos, para poder oír solamente la guía del Amor divino.

Cuando llegué a la escuela, la situación era mucho peor de lo que yo esperaba, y comencé a temblar muchísimo. Lucas no estaba coherente. Necesité ayuda para hacerlo subir al auto. Continué diciéndole que él estaba bien. Dije esto sabiendo que el hombre es el hijo amado de Dios, siempre bajo Su cuidado. Cuando Lucas se sentó en el auto, dijo: Mamá, sé que Dios es amor, y que El guía cada uno de mis pasos". Luego perdió el conocimiento. Cada una de sus palabras habían expresado amor y paz. Yo sabía que él había sentido la presencia de Dios, y también yo pude sentir Su presencia. Me tranquilicé inmediatamente, y dejé de temblar.

Ya en casa, llamé a una enfermera de la Ciencia Cristiana para que viniera a la casa. Para cuando ella llegó, Lucas ya había progresado notablemente. Ella se quedó y lo cuidó, y habló con nosotros expresando mucha paz y calma. Significó mucho para mi familia, ninguno de los cuales es Científico Cristiano, saber que nuestra Iglesia cuida tan tiernamente de todos sus miembros.

Lucas continuó progresando rápidamente. Aquella noche comió bien. El lunes siguiente (el incidente había ocurrido un jueves) volvió a la escela con sólo una línea morada sobre un ojo. También esto sanó rápidamente, y no hubo efectos posteriores.

El lunes que Lucas volvió a la escuela, la policía me telefoneó diciendo que tenían idea de quién había atacado a mi hijo, pero agregaron que no podían hacer nada porque nadie identificaría positivamente a los agresores. Agradecí al oficial cortésmente, pero en mi interior estaba furiosa. Estaba muy enojada con él, con los testigos, con la escuela, con todos. Y lo que es peor, sentía que mi enojo era justificado.

Humanamente, ésta era una reacción comprensible. Pero muy dentro de mí, como cristiana, yo sabía que eso no era lo correcto. Sabía perfectamente lo que Jesús dice en el Sermón del Monte (en Mateo) sobre amar a nuestros enemigos. La Ciencia del cristianismo estaba a mi alcance. Dependía de mí el practicarla y vivirla. Estaba claro que el único camino verdadero a seguir era el de Cristo.

Entonces llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara por medio de la oración. Le conté brevemente lo que le había ocurrido a Lucas y lo resentida que me sentía. Ella compartió conmigo, entre otras cosas, esta cita de Romanos: "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor".

Cuando colgué el teléfono, me sentí llena de regocijo, durante diez minutos. Pensé: "Mía es la venganza". ¡Eso significa que Dios castigará a los muchachos por mí! Todo lo que yo pudiera hacer palidece en comparación con lo que Dios puede hacer. Sin embargo, pronto tuve claramente este pensamiento: "Pero Dios es todo Amor. Nunca podría hacerle mal a nadie, por ninguna razón". Me di cuenta de que esto era lo que la practicista me estaba ayudando a ver. Sin embargo, ¡me sentí decepcionada! ¿Dios los amaba a ellos también? ¡Oh, no!

Después de esto me vino otro pensamiento de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: "En todo momento, y bajo toda circunstancia, vence con el bien el mal". No "en todo momento", excepto, sino "en todo momento". Pensé: "¿Quieres decir que tengo que amar a esos muchachos? ¡Eso no es humanamente posible!" Y eso me dio la clave. Por supuesto que no era humanamente posible, pero era posible por medio de Dios, el poder del bien. Sólo el Amor divino podía liberarme completamente de ese terrible enojo.

Oré a Dios para sacar a luz cada uno de mis pensamientos, y purificarlos. Prometí solemnemente renunciar a todo lo que fuera impío. Entonces, cuando me sentía tentada a enojarme, a tener feos sentimientos, o a justificar mi enojo, simplemente me detenía y me quedaba tranquila. En mi corazón sentía un profundo anhelo de expresar a Dios, el bien.

En unos pocos días me sentí completamente libre. Cuando recuerdo el incidente, pienso en todo el crecimiento espiritual que tuvo lugar. No existen sentimientos de enemistad contra nadie. Me doy cuenta ahora de cuánta disciplina se necesita para ser un verdadero cristiano, pero nuestros esfuerzos son recompensados con creces. Mi gratitud a Dios por Cristo Jesús, y su devota seguidora, la Sra. Eddy, no tiene límites.


Cuando llegué a la oficina de la escuela después de haber sido golpeado, me limpié toda la sangre. Me miré en el espejo y mis ojos estaban muy hinchados. Entonces pensé: "Soy realmente la imagen y semejanza de Dios. Soy Su reflejo espiritual. Porque El es perfecto, yo soy perfecto por ser Su semejanza". Mi madre vino a buscarme.

Volví a la escuela la semana siguiente; lo único que quedaba del incidente era un ojo negro. Nadie conocía a los muchachos que me golpearon, pero no los odio. Cuando Jesús estaba en la cruz, dijo algo así: "Por favor, perdónalos, ellos no saben lo que hacen". Y eso es lo que yo sentí, y todavía siento.

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