Escuchamos A Menudo informes en los medios noticiosos sobre bebés que nacen con adicción ya que sus madres son adictas a drogas como la cocaína. También leemos sobre bebés que nacen con SIDA. Nuestros corazones se llenan de compasión por esos que niños que parecen ser víctimas de tan crueles e injustas circunstancias.
Al parecer, cada generación, con su proceder, afecta a las generaciones que le siguen. Podríamos preguntarnos: ¿dónde está la justicia en la vida?
Uno de los profetas del Antiguo Testamento hizo una pregunta similar pero llegó a una conclusión muy alentadora. Ezequiel insiste, con asombrosa claridad, que hay justicia a pesar de que parezca lo contrario. En uno de los libros de la Biblia que lleva su nombre, el profeta declara al pueblo la ley de justicia de Dios: "¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías".
Estas palabras nos ofrecen una clara vislumbre de la verdad espiritual de que cada persona, en realidad, nace de Dios y Le pertenece. La Biblia, cuando se comprende espiritualmente, nos enseña que Dios es el único creador y que el hombre es su hijo amado, hecho a Su imagen y semejanza.
Mary Baker Eddy, la fundadora de esta revista, utilizó la Biblia como su libro de recursos para lograr una comprensión más profunda de Dios y del hombre. Aprendió que Dios es el Principio divino, el Amor, el Padre-Madre universal quien da solo el bien a Su creación espiritual. Al comentar sobre los versos de Ezequiel, la Sra. Eddy dice en su libro, Escritos Misceláneos: "Todo lo real es bueno y eterno; de ahí la ley inmutable y justa de la Ciencia, que Dios es sólo el bien, y que no puede trasmitir al hombre y al universo nada que sea malo, o desemejante a El mismo. Sería cruel injusticia el que una inocente criatura naciera destinada a sufrir toda la vida por culpa de los errores o pecados de sus padres".
Esta Ciencia del cristianismo, descubierta por la Sra. Eddy, nos ayuda a encontrar soluciones sanadoras a los problemas apremiantes de la sociedad. Cada uno de nosotros puede desempeñar una función especial al dar los pasos para demostrar en nuestra propia vida, a través de la oración, que Dios es el único poder creador y que, en realidad, el hombre no es material ni tampoco un creador personal.
A veces nos podemos sentir indefensos ante la presencia de aflicciones de tan gran escala. Nos podemos preguntar ¿qué puede lograr la oración de una persona? Pero el ejemplo de Cristo Jesús nos señala la respuesta. El no estaba abrumado de pena por la gente que lo apremiaba buscando curación. Al contrario, era su comprensión del hecho de que eran los hijos e hijas espirituales y perfectos de un Padre amoroso, lo que lo capacitaba para expresar al Cristo, o la idea verdadera de Dios; este hecho tenía un efecto sanador. Para el Maestro una enfermedad no era más real que otra. En el Evangelio según Mateo leemos que Jesús sanó lepra, ceguera, parálisis y "toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo".
Al aprender a distinguir entre la lástima humana y la verdadera compasión — el amor que responde y expresa la ley de la armonía de Dios — empezamos a reconocer esta ley divina como una realidad presente y universal que lo abarca todo. Y podemos tranquilamente alabar a Dios por esto. A medida que permitimos que Cristo, la Verdad, gane ascendencia en la consciencia, el pensamiento cambia de una base material a una espiritual, y traemos curación y consuelo más efectivos a situaciones penosas.
Al orar por estar espiritualmente equipados para la labor de sanar, encontramos que podemos mirar más allá de los cuadros materiales de fragilidad e inutilidad que a veces nos confrontan a todos. El sentido espiritual nos capacita para ver que ningún hijo de Dios puede jamás estar fuera del cuidado omnipotente de Dios. La ley siempre presente de la armonía de Dios mantiene al hombre en unidad con El como Su hijo perfecto y espiritual.
En un testimonio que apareció en la revista Christian Science Sentinel del 14 noviembre de 1988, un padre nos relata cómo él y su esposa cuidaron de un bebé adoptivo que había nacido con serias dificultades físicas. Este niñito había pasado los primeros seis meses de su vida en un hospital y había contraído pulmonía con complicaciones. Al parecer, los médicos ya no podían hacer nada más por él.
El testificante escribe acerca de sus sentimientos cuando vio por primera vez a su hijo adoptivo. "Con toda honestidad debo admitir que nunca había visto tal forma penosa de humanidad. Al sostenerlo en mis brazos, mi corazón rebosó de amor por esta criatura, quien yo sabía era verdaderamente la idea de Dios.. . Sabía que este niño sanaría sólo por medio del Amor divino.. .
"Nuestras oraciones y las de un practicista dedicado trajo evidencia del cuidado omnipotente de Dios. En tres semanas.. . nuestro hijo pudo retener y digerir su alimento.. . Durante la primera visita el médico comentó: 'No sé cuál es su tratamiento, pero sea lo que sea, sigan haciéndolo'. Fue, por supuesto, la expresión del amor, el amor del Padre-Madre Dios por Su reflejo, el hombre. El progreso continuó firmemente, y, al final de nueve meses, nuestro hijo fue declarado un niñito normal y saludable".
Nosotros también, a través de nuestras oraciones, podemos poner a los niños del mundo al cuidado del amor precioso de Dios. Al llevar nuestra vida en conformidad con la ley de la armonía de Dios y permitir que nuestros sentimientos sean disciplinados y dirigidos por esta ley, estaremos ayudando al mundo a encontrar respuestas espirituales que satisfacerán sus necesidades más apremiantes.